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Carlos Guarín Ruíz
Circo & equilibrio
Por Carlos Guarín Ruíz (marzo de 2014)
(Tomado de GUARÍN, Circo & Equilibrio; Esculturas en Bronce a la Cera Perdida; 2009 – 2014)
La obra que desarrollo desde el año 2009 es un trabajo
que podría llamar autobiográfico, en donde registro recuerdos, experiencias y
vivencias (las mías y las de todos los seres humanos). Damos un paso adelante y
otro más esperando no caer, asentándonos para lograr una estabilidad que nos
permita llegar a nuestra meta.
Danzamos con nuestro propio ritmo, con nuestra forma única de ser; cada cual se desarrolla paso a paso, intentando el equilibrio, ese que todos buscamos en la vida. Mis obras son figuras que dan pasos al vacío, manteniendo una estabilidad, indagando, expresándose… tal como nuestra búsqueda…
La serie igualmente representa el ambiguo talante de
nuestra humanidad: impredecibles, vamos haciendo piruetas por el mundo. Hoy
destruimos el planeta, la capa de ozono, el medio ambiente… mañana intentaremos
con gran esfuerzo una solución; buscamos equilibrar nuestro hábitat para volver
a un estado natural, continuando hacia el futuro.
En este proceso muchas veces también debemos actuar
como el payaso, enmascarados, sonrientes pero ocasionalmente infelices,
saliendo día tras día a enfrentar el espectáculo, con confusión o alegría,
divirtiendo y haciendo reír; esta es nuestra vida, la de todos, la vida que nos
corresponde vivir.
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Quienes conocimos al entrañable amigo y sugestivo escultor Carlos Alberto Guarín Ruíz, podemos afirmar que en nadie como en él, se cumple la frase: “Su obra es una metáfora de su vida”. Estamos a casi tres años de su muerte, pues se despidió inesperadamente el 16 de diciembre de 2018. Nunca como ahora y en tiempos de pandemia, las zonas inciertas, los terrenos inestables, las incertidumbres de cada día, nos hablan de los sinuosos caminos de desfiladero por los que debemos transitar, por los que caminó Carlos. Las grandes líneas de la dinámica social se detuvieron casi en su totalidad durante las reiteradas cuarentenas, para ir retornando con cautela y demostrarnos que el mundo, la humanidad, no cambió, que la pandemia no nos hizo mejores como sociedad, y que se sigue horadando un cause en las grandes crisis del sistema, saqueando el planeta, destruyendo los ecosistemas, mintiendo financieramente para sortear una debacle económica de La Madonna, y entronizando el universo de las noticias falsas, de la relativa virtualidad que caracteriza como nada a estos tiempos de oquedad electrónica. Es el mismo mundo que dejó Carlos Guarín, cuando se bajó de este bus, se puede decir que por cuenta propia; es el mismo mundo, aunque con un detalle que llama la atención: si antes la muerte era natural, trágica o criminal, y se manifestaba con sus relativas distancias, tiempos y motivos, ahora es igual, pero con la diferencia de que esas relativas distancias y tiempos han desaparecido, y hoy respira con constancia a nuestras espaldas, a un solo paso.
Muchos factores y circunstancias pueden llevarnos a una vocación de suicidio: La visión de un mundo desecho en el que no encajamos, una vida marcada por una niñez que tuvo sus momentos traumáticos, unas sociedades dentro de las cuales se le rinde culto a la competencia omnímoda que busca un reconocimiento social que indique los alcances de un éxito que se agota en sí mismo y no trasciende sino hacia los dédalos del espíritu, una fe depositada en las matemáticas y su culto a la cifra por su promesa de dominar la materia en aras de un supuesto bienestar de la humanidad; todo esto pinta una realidad mecánica, utilitarista, consumista, cretina, de una manualidad y una materialidad que a alguien de pensamiento sensible, lo pueden llevar al borde del camino cuyos abismos muestran los vacíos del absurdo.
Ante este panorama, el Maestro
Carlos Guarín, escogió el carnaval como temática de sus series escultóricas y
como forma de rebeldía, manifestando así, su incapacidad de someterse a
horarios y modales, fórmulas y protocolos, decidiendo así, vivir al máximo en
el mundo de lo sensorial, con el objetivo, quizá, de recuperarle a la vida y al
sistema, los placeres naturales que se nos niegan con inventos como el trabajo,
las religiones, los deberes y las obligaciones, los impuestos, las normas, las
modas, y un inmenso abanico de preocupantes como castrantes distracciones. Por
eso, sus figuras están pensadas, sentidas y construidas, desde una particular
visión lúdico-expresionista-manierista, corrosiva e insolente como el humor.
Maese Guarín propuso como la médula espinal de su obra, expresar en su lenguaje
la irreverencia que encarna el carnaval, la subversión de valores y la plétora
erótica que es vista como una catapulta contra el poder; su obra se regodea en
la insolencia del desnudo y de la risa, en los placeres del mundo y en el
éxtasis de la irreverente desobediencia, pero al mismo tiempo nos muestra las
piruetas, maromas y cabriolas que nos toca hacer a diario para ir consolidando
esa huidiza noción de realidad, para tratar de escapar a ese ambivalente estado
de afectividad que casi siempre padecemos y que Maese Guarín expresaba muy a su
pesar, con ese tenso malestar tan notorio en su voz.
CONOZCO A CARLOS…
Por Ricardo Nieto Calle (marzo de 2014)
foto tomada de Internet |
Para el filósofo Édgar Morín, la vida es
incertidumbre. Puede parecer esto un dicho arrogante, o una frase de cajón.
Quizás todos hemos pensado esto en algún momento de nuestra vida, quien no la
ha dicho, la ha oído. Sencilla y llana. Sí, efectivamente, la vida, o en la
vida, todo es incertidumbre. Sin embargo, en el tiempo del trabajo, la cereza
deviene producto u objeto. Entre esta certeza y esta incertidumbre nos habla
una paradoja. Esta paradoja entre la vida como trabajo o circo y la vida como
Arte y pensamiento, surgen como un problema en la obra que hoy presentamos del
maestro Carlos Guarín. Conozco a Carlos ya hace casi cuarenta años. Lo conocí
primero como lector y luego como fundidor. Más en la crítica que en la
respuesta; luego entre frases, fuego y metales. Su vida ha estado al pie de su
obra, como una constante pregunta, incierta, azarosa, pero más ávida de
equilibrio. Esta ha sido su búsqueda y esto es lo que comparte hoy con nosotros:
una constante de malabar y equilibrista, al filo, en el hilo, del metal y del
fuego: el resultado azaroso y desequilibrante; devolviéndonos la pregunta, por
nuestro propio punto de equilibrio, entre el circo y el trabajo.
Galería LA ESKINA
El taller del artista y algunas panorámicas de su último entorno.
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