LA ESKINA global , periodico cultural

jueves, 17 de diciembre de 2020

LA ESKINA virtual número 26

  LA ESKINA ISSN 1900–4168

No 26, diciembre 18 de 2020  laeskinavirtual@gmail.com: https//laeskinavirtual.blogspot.com/;
Grupo LA ESKINA: Gloria Inés Ramírez M., Gloria Elena Carrillo, Jaime Rojas Neira, Claudio Anaya Lizarazo.
©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.
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Mauricio Peñaranda; textos de EL ÚLTIMO EXILIO


Obra ganadora por el Area de Literatura, en la Convocatoria Municipal de Estímulos 2019 en la Ciudad de Pereira

Randall Jarrell

Sí piensas suicidarte, que sea un acto sobrio, indiscutible, limpio; que nadie ponga en duda la libertad de tu propósito. Dejas el mar, el mundo de los hombres y los bosques de encantado verdor.

Bajo esta luz crepuscular, sé apenas una hoja que cae.

Rainer María Rilke

Países, castillos, abadías, testigos de mi errabunda soledad. Correr de deslumbramiento en deslumbramiento, de revelación en revelación, tal fue mi vida. Pero la enfermedad me atrapó en plena marcha y el dolor fue una casa por cárcel.

Hoy, en este pequeño lugar, en el cementerio de Raron, bajo esta tierra generosa, mis recuerdos dialogan con la eternidad.

Vincent Van Gogh

Quién lo diría, Théo: los cielos que nos obsequia la muerte son los míos.

Louis Althusser

De este lugar no me rescatarás. Es la especie más extraña y maravillosa de presidio que el azar pudiera concebir: sin guardianes hostiles, analistas y enfermeras; y lo mejor de todo: sin periodistas al acecho que quieran destrozarme con la crónica negra de mi vida y mi responsabilidad en tu muerte.

Mis pesadillas persisten, todo hay que decirlo, pero ya no trascienden la vigilia. En tal sentido, esta situación es lo más próximo a la felicidad. El terror y la culpa desaparecieron. Soy ahora el vacío, Helen, el vacío que sonríe y te besa.

Mauricio Peñaranda

Nació en la Ciudad de Pamplona en 1962. Es escritor, poeta y angeólogo de tiempo completo. Estudió lingüística y literatura en la Universidad de Pamplona, institución en la cual ejerció la dirección teatral. A los seis años de edad, el descubrimiento de los libros lo convirtió en un visitante y en un viajero permanente de sus mundos y universos; ocasionalmente regresa a la tierra, para encontrarse con sus amigos en la Librería Roma, en Pereira, ciudad  donde tiene  su  residencia, y a la cual considera un lugar de ficción escrita palabra por palabra con todos sus habitantes a bordo.

Ha sido ganador y finalista  en diversos concursos nacionales, entre ellos: -el Concurso nacional de cuento Carlos Castro Saavedra; el Concurso de cuento Ciudad de Barrancabermeja; -en el año 2016 fue finalista del Premio de novela corta de la Pontificia Universidad Javeriana, -y ganador en este mismo año de la Convocatoria de poesía de la Colección de autores Pereiranos. Obras publicadas: -Voces de  poetas, Colección autores pereiranos, publicado por la Alcaldía de Pereira, y el Instituto Municipal de Cultura y Fomento al turismo, Pereira, 2016. -Palabras entre dos ríos, (nuevos poetas pereiranos), La Chambrana, Secretaría de Cultura de Pereira, Pereira 2018.

Su libro El último exilio, fue obra ganadora por el Area de Literatura, en la Convocatoria Municipal de Estímulos 2019 en la Ciudad de Pereira

EL LECTOR DE LOS DICCIONARIOS

por Fran Saúl Acevedo Pinto
DIRECTOR DE SORTILEGIO VIRTUAL
DIRECTOR BOLETÍN CULTURAL LA OTREDAD 

S

 entí el flash en la cara, fue cuando los niños de mi escuela, la José Fulgencio Gutiérrez, hacíamos la primera comunión. Con nuestros cirios en la mano, los zapatos Grulla recién embolados, el corte de cabello con el chipolo característico, la camisa blanca manga larga, los pantalones largos que solo usábamos los domingos para ir a misa y ahí las mesas atravesadas en el salón central de la escuela, servidas con las viandas que iríamos a consumir, chocolate, tamal y pan. Sentados en las sillas que nos correspondían, los “flashes” constantes, que no dejaban de destellar. Antes y después de la primera comunión, me vi machucando latas, en el  borde que separa la carretera y el antejardín, no solo yo sino todos los niños de la cuadra, se aproximaba diciembre y la misa de aguinaldo era un acontecimiento para aportar a los villancicos, era muy oportuno, tener listo las panderetas,  lo tenaz era la levantada a las 4 de la mañana, el entusiasmo de los primeros días se hacía notar, pero después quería uno seguir durmiendo, mi madre me zarandeaba y además me decía que  tenía un compromiso con Dios, me levantaba de mala gana pero cumplía y allí volví a ver los flash y quien los tomaba, en la procesión que se hacía antes de la misa. 

Después de terminar mi cuarto de año con éxito en la Escuela José Fulgencio, fui a parar a la Camacho Carreño, me dije que descansaría de la misa obligada los domingos por la mañana, unas veces en la Iglesia de San francisco Asís y otras en la iglesia Chiquinquirá. Mi madre muy sabia y además piadosa me pidió que la acompañara a misa ya caída la tarde en la Iglesia San Vicente Paúl y en algunas misas vi matrimonios, en los cuales estaba el fotógrafo con su cámara de flash tomando fotos. Ya en bachillerato me fui alejando de esos compromisos con mi mamá y aparece un sitio mágico en el cual para entrar y salir había que hacer cola. En la época dorada de La Biblioteca Pública Municipal Gabriel Turbay BPMGT, era muy grato ir a leer y ahí volví a ver al fotógrafo, en la Sala de Referencia, consultando diccionarios y haciendo apuntes en un cuaderno. Cuando tuve la fortuna de entrar a laborar en la biblioteca a la Sala de Lectura General, veía en las claraboyas al fotógrafo leyendo asiduamente los diccionarios de la Espasa Calpe. 

Nunca lo vi explorando otra sala, sino la Sala de Referencia, con el contacto con los compañeros de la Sala de Referencia supe que se llamaba CRISTIAN PEÑA, de mediana estatura, gorra de beisbolista, camisa de manga larga, y un chaleco de algodón, fue su atuendo característico. Cuando la biblioteca cerró por la remodelación, no volvimos a ver a los usuarios asiduos, un día de noviembre después de laborar internamente en la catalogación y clasificación de los libros y ayudar en el proceso físico, de libros recién comprados, bajé al centro a comprar una prenda de vestir para mi hijo, y en la calle 35 con 19, una mano me detuvo agarrándome del brazo, era Cristian que me preguntaba “¿cuándo abren la biblioteca?”. Le contesté: en diciembre, no sé la fecha, cuando se reinaugura la biblioteca, esté pendiente de Vanguardia Liberal. Y sí, el 18 de diciembre del 2019 a las 4 Pm., con la atiborrada asistencia de gente, lectores asiduos, pintores, poetas, bailarines, amantes del arte y la cultura, estaban presentes y Cristian Peña lo estuvo, no podía dejar de pasar este momento histórico para la ciudad. Nuestro director Néstor José Rueda, junto con el Alcalde Manuel Francisco Azuero, reinauguraban la biblioteca. 


Después vi a Cristian en la Biblioteca como un observador contemplando, piso por piso, casi ido, lelo, el cambio en la estructura física y lo acogedor de su espacio, los nuevos libros que se estaban incorporando a las colecciones; tiempo después, cuando vi en el periódico la nota de su fallecimiento, supe que se había ido de esta existencia el lector más viejo de la Turbay. En una entrevista para Tusitala, en la Emisora Luis Carlos Galán Sarmiento 100.7 Fm., el profesor y Comunicador Social, amigo de la casa, Enrique Ordoñez, decía: “La gente cree que el mejor amigo del hombre es el perro, no… el mejor amigo del hombre es el diccionario”. El conocimiento que adquirió Cristian Peña de los diccionarios no solo fue de la Espasa Calpe, sino la de María Juana Moliner, diccionarios de los masones, diccionario Panhispánico, diccionario de sinónimos y antónimos, fue muy amplio y grandioso el conocimiento que partió con él. En sus indagaciones cuando las hacía por la mañana y la tarde, no dejó de llevar un presente a nuestra compañera Ángela Echeverría, (caramelos, frutas, objetos reciclables), tenía a disposición toda la sala, no tenía un puesto fijo, cuando abría el diccionario y en su cuaderno escolar, escribía con sentimiento ese conocimiento que latió toda su vida. 

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HUMO  DE LA VOZ

RELATO DE UN RELATO  

Por Claudio Anaya Lizarazo

La siguiente historia no me pertenece, la oí de un amigo, una tarde en que queriendo jugarle una pequeña gambeta a la cuarentena, coincidimos en la tienda de don Obdulio. Estábamos a mediados de junio, i eso quería decir que éramos sobrevivientes de esa época de encierro de los meses anteriores, con eso les digo todo, pues ustedes recordarán que se podía salir sólo una vez a la semana, i esa salida era para hacer acopio de provisiones, el tiempo se iba en eso i regresábamos al apartamento cuanto antes, pues el temor al contagio era tal, que sentíamos que el virus, del cual en esas fechas poco se sabía, nos respiraba en la nuca.

Al inicio lo oí con cierto desinterés, que se fue disolviendo paulatinamente a medida que mi amigo entraba en el tema i en sus detalles, muchos de los cuales no retuvo mi memoria; la historia no es mía, como les digo, pero su transcripción a texto, sí, porque me llevé de ella en la memoria lo que pude, i después pasé algunos días recordando, redactando i corrigiendo, tratando de escribirla como él la había contado, para al cabo, aceptar, que había logrado la historia en sus rasgos generales i su atmósfera en algunas escenas, pero no su manera particular de contarla, su estilo, notoriamente marcado por el tono de carencia de un hombre ante la visión de la hembra perdida.

Un buen relato, además de la historia i el ejercicio de narrar, requiere de tiempo, decantación que se da sobre los sucesivos borradores i sobre nuestra manera de bucear en las corrientes de esos hechos, i, como resultado de nuestra lucha para someter las palabras a nuestra voluntad de decir, a nuestra imaginación. Sé que es diferente lo oral a lo escrito, cada uno de estos dos artes tiene sus gracias i sus técnicas para encantar; que lo escrito, por su amplia gama de recursos técnicos, permite una incalculable experimentación, consolidación de estilos i un razonamiento tal vez más elevado de los hechos, además de la perennidad que le confieren el soporte físico, magnético o digital, para ser leído cuando se dé ese feliz encuentro del lector con su texto, en la casualidad de las fechas; pero lo dicho de viva voz tiene la ventaja del inmediatismo o el repentismo de la vida, el testimonio de la palabra viva, i ese dejo escénico de encantador milenario que tienen las personas que cuentan una historia ante un público… como mi amigo, que me contó, más o menos así…

“Entonces, todas las ventanas de la sala estaban abiertas, desde ahí se veía parte del parque, por ellas se colaban los sonidos de la noche, en sordina, de la cual salían a veces, un poco más alto, algunos rasgos que permitían identificar un coro de niños, el lejano ladrido de un perro, o los Alisios silbando al pasar por el follaje de unos árboles enraizados a la parte más oscura del paisaje, como al limo de la tierra profunda”.

“Cuando lo pienso me asombro i me digo que es cierto; mis colegas i amistades, como se dice popularmente, con la llegada de la pandemia, huyeron hacia sus asuntos i terruños, i yo, había quedado atrapado i solo en esta ciudad, pero a ella la había conocido hacía un par de días, (después entendí del parecido de los seres humanos con las aves sin rumbo; cada uno de los días de los meses que pasamos juntos me corrobora la actitud de espera, el escrutar del cielo i el consultar las noticias)… no obstante, vivimos siglos en tan pocas horas; encendí la lámpara de la ducha que proyectó un trapecio de luz amarilla sobre el piso de la sala. I ella que, con tan sólo este encuentro íntimo, parecía ya acostumbrada a estar desnuda ante mí, caminó sobre el trapecio de luz, paseó por la sala, evitando ser sorprendida desde la calle, cubriéndose un poco el pecho con las manos al pasar frente a las ventanas”.

“Tal vez me conmovió ese vestigio de pudor, o fue una punzada de sorpresa al reflexionar ante la mujer desnuda como salida de la nada, lo que me hizo experimentar el sentimiento de la ineluctable soledad. No obstante habernos amado, algo había en ella que yo sentía como una distancia de precaución. Quizá, esos hechos que han pasado de la contundencia de una densa i dolorosa realidad a una imagen interior que nos suscita un gesto, i nos dispara un instinto de autoprotección; cosas que no se cuentan pero que no se abandonan. Pensé que después de esa noche se alejaría indiferente, pues ningún recuerdo entrañable nos ataba, ningún sentido de identidad, salvo nuestras aquiescencias físicas o el secreto deseo de espantar la soledad con el juego sexual, que puede crear vínculos permanentes o transitorios, pero también hastíos. Pensé que en el próximo abrazo ya no sería la misma, i también pensé, que las pasadas horas no habían sido más que infinitesimales instantes, pues de ellas sólo quedaba ya, la vaga incertidumbre que dejan los sueños confusos”.

“I, sin embargo, esa noche la mujer continuaba desnuda ante mí, a pocos pasos. Momentos después se cubrió con una manta i acodada en la ventana, observó el último deambular de la noche, apagarse lentamente con el eco de los pasos de los últimos transeúntes i las rondas de la policía motorizada, que tenía la misión de hacer cumplir la orden de toque de queda. Mientras yo me servía otro trago para asimilar la tensión del día, a lo cual ella no quiso acompañarme, terminé dormitando a intervalos i soñando con naufragios, con encuentros de ahogados con hermosas cabelleras de anémonas, en un mar tan negro como la noche, donde cada objeto o cada cuerpo se empecinaban en conservar una fidelidad loca a su reposo, una obediencia estúpida a un destino, tan incierto como el futuro que anunciaban las noticias en los videos de las redes sociales, en los canales de televisión, en las perennes estaciones de radio. Ahora, después de un tiempo, recuerdo: Una mujer desnuda cruza ante mí, dejándome la sensación de los tragos amargos. No en la boca, sino el vacío de recordar dos meses de necia aventura, como todo en el hombre, quizá, es necio. Una mujer es inventada i hecha de palabras, como todo, como el amor i la posesión. No pude haber tenido nunca su cuerpo resbaloso entre mis brazos, tan dulce i terrenalmente”.

FOTO TOMADA DE INTERNET
Neptuno y ninfa. Bernard van Orley (Bruselas, entre 1487 y 1491 – Bruselas, 6 de enero de 1541),
https://educomunicacion.es/arte_erotico/renacimiento_arte_erotico.htm

LA ESKINA global es un proyecto cultural de distribución gratuita.

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Edición y dirección: Claudio Anaya Lizarazo.
Diseño y diagramación: Gloria Inés Ramírez Montañez
Bucaramanga, Colombia.

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