LA ESKINA global , periodico cultural

LA ESKINA global

No 101marzo 13 de 2021, laeskinavirtual@gmail.com; http//bloglaeskinavirtual.blogspot.com; WWW.ELLIBROTOTAL.COM; Bucaramanga; Grupo LA ESKINA: Gloria Inés Ramírez M.; Gloria Elena Carrillo; Jaime Rojas Neira; Carlos Lizcano Pimiento; dirección: Claudio Anaya Lizarazo. ©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.
PÁGINA 1

Mitificación y desmitificación de La Amazonía
 de Claudia Gimena Roa Avendaño  

 PRIMICIA EDITORIAL   Libro de próxima aparición La autora nos ha concedido un capítulo de su obra, exclusivo para los lectores de LA ESKINA global 

El mito invertido: el caníbal no es el indígena, es el blanco 

(fragmento del libro Mitificación y desmitificación de La Amazonía)

 Por Claudia Gimena Roa Avendaño

Por consiguiente, el ejercicio crítico que realiza Castro Caycedo con respecto a los Miraña hace visible una discusión inacabada sobre la forma de percibir a los otros en las diversas culturas. En ese sentido, también los grupos indígenas vieron al blanco como caníbal y utilizaron palabras para mencionarlos. Los Yuri adoptaron la palabra cariba.

Perdido en el Amazonas presenta en forma didáctica lo que significa cariba. Muestra que el término surge como decisión de una comisión conformada por cuarenta y dos personas, por un grupo mixto de militares, algunos Miraña y unos comerciantes que se organizan para averiguar sobre la suerte de Julián. Sin embargo, cuando llegan a donde los Yuri, los Miraña deciden actuar por su cuenta y asesinan a dos mujeres, un anciano y dos niños que se encontraban en la maloka. Cuando estas víctimas sienten el ataque de los indígenas que ahora se autobautizan como blancos, algunos miembros de la comunidad Yuri corren indefensos y con miedo y gritan: “Kariba, kariba-ñe” (Castro Caycedo, 2009: 233).

El término cariba parece ser antiguo y otros grupos indígenas como los Yucunas, de habla arawak, y los Ufaina o Tanimuca, de habla tucano oriental, también lo utilizan para referirse a los blancos. Existe una relación entre los términos caribe y caníbal. La gente (…) del río Mirití identificó a los primeros blancos que entraron a su territorio como comegente, caníbales (Franco, 2012: 13).

Aclarado el término cariba, puede entenderse que en 1971, Roberto Fernández Retamar haya señalado que la primera interpretación sobre los caníbales la da el mismo Cristóbal Colón, en sus diarios, un mes después de su arribo al territorio que se denominaría América. Escribe Colón: “(...) entendido también que lejos de allí había hombres de un ojo, y otros con hocicos de perros que comían los hombres” (Fernández Retamar, 1982: 83-84).

Fernández Retamar escribe en uno de sus ensayos, recogido en el libro Fragmento de Calibán:

CALIBÁN es un anagrama forjado por Shakespeare a partir de “caníbal” expresión que, en el sentido de antropófago, ya había empleado en otras obras como la tercera parte del Enrique VI y Otelo— y este término, a su vez, proviene de “caribe”. Los caribes, antes de la llegada de los europeos, a quienes hicieron una resistencia heroica, eran los más valientes, los más batalladores habitantes de las mismas tierras que ahora ocupamos nosotros. Su nombre es perpetuado por el Mar Caribe (al que algunos llaman simpáticamente el Mediterráneo americano; algo así como si nosotros llamáramos al Mediterráneo el Caribe europeo). Pero ese nombre, en sí mismo –caribe–, y en su deformación caníbal, ha quedado perpetuado, a los ojos de los europeos, sobre todo de manera infamante. Es este término, este sentido el que recoge y elabora Shakespeare en su complejo símbolo. Por la importancia excepcional que tiene para nosotros, vale la pena trazar sumariamente su historia (Fernández Retamar, 1971: 1).

Esta imagen del caribe/caníbal, según Fernández Retamar, se opone a la otra del hombre americano que Colón ofrece en sus páginas y es la del hombre pacífico que llega inclusive a la mansedumbre y la cobardía. En sus palabras directas, el autor da las pautas para inscribir la metáfora simbólica de lo desconocido:

El caribe, por su parte, dará el caníbal, el antropófago, el hombre bestial situado irremediablemente al margen de la civilización, y a quien es menester combatir a sangre y fuego. Ambas visiones están menos alejadas de lo que pudiera parecer a primera vista, constituyendo simplemente opciones del arsenal ideológico de la enérgica burguesía naciente. Francisco de Quevedo traducía “Utopía” como “No hay tal lugar” metáfora simbólica de lo desconocido (Fernández Retamar, 1971: 1).

Se destaca así que el caníbal se presenta como una fuente de alteridad en América Latina. De allí que el escrito de Jáuregui se refiera a los diferentes escenarios históricos y discursivos en los que opera esta adscripción anómala, en los que el canibalismo no sólo ha sido un reducto generador de alteridad(es), sino también un tropo cultural de reconocimiento e identidad, así en sus variaciones y matices semánticos: canibalismo, antropofagia cultural y consumo (Jáuregui, 2008).

Con respecto a esta última reflexión, Castro Caycedo presenta al indígena en su libro Perdido en el Amazonas como actor preponderante en el discurso colonial y postcolonial; es sujeto activo que visibiliza su cosmovisión personal y grupal, que también toma postura de rebeldía y resiste, como lo muestra claramente, razón por la cual, el autor de este libro decide invertir el mito, o mejor, los mitos. En el caso de los indígenas amazónicos, ya no son caníbales, ya no son los buenos salvajes, son la propuesta de crear su propio mundo y mantener la resistencia hacia otras formas de consumo, de desarrollo, de vida, de visiones, de cultura.

Debido a que, con respecto a las tribus que viven de manera aislada no se ha hecho un registro o censo en forma debida en Colombia, el caso presentado por Castro Caycedo muestra la respuesta de resistencia, tanto pacífica como en defensa de la cultura indígena amazónica, que se presenta en la huida y abandono total de toda comunicación y contacto con el mundo exterior.

Estas teorías del aislamiento y el concepto de caníbal son el sustento para presentar las diversas maneras como Castro Caycedo ha mitificado y desmitificado a la Selva Amazónica. Para ello, es importante ahondar en materia de historia y de antropología en el grupo con el que tuvo contacto Julián Gil. Un elemento es que el hecho ocurre entre el Caquetá y el Putumayo, cerca de la frontera con Brasil, que, hasta la fecha de la narración, era una zona muy desconocida (Franco, 2012: 73).

Caraballo es miembro de la tribu indígena Yuri y él y su familia son sometidos por el grupo de mestizos y blancos. En situación de secuestro, este indígena relata con un lenguaje gestual cómo su cultura se ha preservado hasta el momento:

Cuando arribó el resto de la expedición, Valois se abalanzó para abrazar a Amparo. Caraballo vio que era la mujer del jefe de nuestro grupo y le tocó el estómago. Estaba embarazada. Se acercó luego a Mauricio, su hijo mayor, entonces de brazos; llamó a su mujer, mostró el vientre de Amparo. Luego señaló a sus cuatro hijos. El indígena hizo aquello solamente con Valois, el Caraballo de unos posesos del demonio (…).

(…) Siento vergüenza porque sé qué ha pensado este hombre cuando me vio con un hijo de brazos y otro en el vientre; para él, somos salvajes dijo Amparo. En las tribus amazónicas está mal visto que una pareja conciba un hijo antes de que el anterior cumpla por lo menos dos años (Castro Caycedo. 2009: 268-269).

Las madres gestantes de las tribus amazónicas utilizan un espacio más prolongado de tiempo, para lograr un reacomodo de los órganos de la mujer antes de concebir y gestar de nuevo. Esta cosmovisión indígena es muy rica en contenidos simbólicos, guarda estrechos vínculos con la madre tierra, los tiempos de siembra, de cosecha y recogida de frutos. Castro Caycedo tiene en cuenta todos estos aspectos en Perdido en el Amazonas, como las formas en que la jungla tiene una dinámica poderosa de regenerarse: “todo el año es otoño y todo el año es primavera” (Castro Caycedo, 2009: 87).

Al igual que la selva tan diversa, lo son sus habitantes; no se puede entonces comparar el mundo rural, natural y selvático con la propuesta de Occidente, marcada en el mundo urbano, en el que la naturaleza, más que haberse domesticado, se ha reducido, y en donde todo aquello que no es domesticado, es salvaje. Esta es parte de la lucha de Castro Caycedo para posicionar el concepto de diversidad cultural, que no puede someterse a parámetros de homogenización o de globalización. Es la discusión que primará en el siguiente apartado, en el que se preguntará si se debe vivir la civilización o se puede experimentar la barbarie.

PÁGINA 2

Claudia Gimena Roa Avendaño

-reseña biográfica-
Estudió Idiomas en la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia; y estudios de posgrado en las Universidades de Alberta, en Canadá, y en la de Southampton, del Reino Unido; lo que le ha permitido afianzar sus ideas con respecto a la importancia del ejercicio reflexivo sobre las diversas culturas. En estos países ha servido de intérprete y gestora con comunidades indígenas Norte y Sur América, con grupos campesinos y de artistas, especialmente en las siete versiones del Festival de Expresiones Rurales y Urbanas, cuyo epicentro es el Barrio La Joya, Bucaramanga. Es integrante de Fundaexpresión, desde hace 20 años apoya procesos de conservación comunitaria con el Colectivo de Reservas Campesinas de Santander. En la actualidad es tallerista de la Casa de la Cultura Piedra del Sol, Floridablanca, Santander, Colombia, y coordina los programas de literatura y lectoescritura de Fundaexpresión, desde el año 2002.

Ha publicado y editado libros, entre ellos Literatura Infantil y Selva Andina (2004 primera edición, que será actualizada para el año 2021): y sobre la situación de desplazamiento, esperanza y vida, de las especies que habitan los reductos de Selva de Floridablanca y de Bucaramanga, como los osos perezosos, los monos aulladores, las plantas y árboles que “hablan y relatan vidas”, vistas principalmente por niños y niñas de las veredas de Floridablanca. De igual forma, el libro de la Colección La Vaca de Muchos Colores, que desde 2002 ha incentivado la lectoescritura y la creación literaria dentro del Colectivo de Reservas Campesinas de Santander y otros grupos de niñas y niños de Bucaramanga y de Floridablanca.

También ha publicado la Guía Metodológica para Vuelos A Corto y Mediano Plazo (2018), en el tema de la biodiversidad en Santander, Colombia, con textos de Fernando Salazar Ferreira y apoyo editorial de Adam J. Rankin, e ilustraciones de Marcela Díaz, con el ánimo de fomentar los derechos de la Naturaleza y en general hacia la Pachamama, por medio de expresiones artísticas, entre ellas la pintura, la literatura y el teatro. Publicaciones que son parte de la labor de Censat Agua Viva, Fundaexpresión, el Colectivo de Reservas Campesinas y Comunitarias de Santander, y de intercambio con la Coalición Mundial por los Bosques.   

Por más de 10 años realizó talleres en la Reclusión de Mujeres en Bucaramanga, junto a la gestión realizada por Alfredo Ortiz Rodríguez de la Casa Cultural El Solar; proyecto basado en literatura testimonial y de ficción, libros cuyos títulos son: Ojo de Reloj (2003), Visaje de Nada (2006), Cartas del Juez de una Mariposa Cautiva (2012).

Ha publicado artículos y ensayos en revistas colombianas y latinoamericanas, como la Revista Semillas (Colombia), Biodiversidad, y Revista de Agroecología Leisa, en coautoría con Adam J. Rankin. Varias investigaciones sobre mujeres, y consumo sustentable, con autores de varios países, con redes y organizaciones como More and Better (Italia), SNNC (Suecia), y estudios de género para la Coalición Mundial de los Bosques, en coautoría con Nelsy Gualdrón. Fue coautora de la investigación Derecho a la Alimentación en Colombia, de Fian y otras organizaciones de Colombia.

Obtuvo el Segundo premio en el concurso de ensayo de Women and Climate Change, editado por Heinrich Böll Foundation y the Green European Foundation y the Greens / EFA 2011. Fue invitada para impartir la Catedra Unesco en la Universidad de Navarra, España, en 2012, y de nuevo para el año 2021 para participar en la Conferencia Mundial sobre Educación Sustentable, que se realizará en Berlín, Alemania, por parte de la misma institución.

Hace parte de la Red Learn 2 change, y participó en el libro Learn2 Change– Changing the World through Education, con autores de diversos países, cuyo ensayo fue: Buen Vivir, Pacha Mama, and the Defenders of Mother Earth 2018. En próximos meses publicará su libro inédito Literatura y Selvas, que incluye metodologías, creaciones propias y resultados de ejercicios literarios de taller; obra dedicada a promover espacios literarios, destinados a potenciar creaciones literarias y artísticas sobre las selvas del planeta, en especial a las de Latinoamérica: Andinas y Amazónicas.

(Germán Castro Caycedo o Caicedo; Zipaquirá, Cundinamarca, 1940) Periodista y escritor colombiano. Sus escritos se caracterizan por sus manifestaciones testimoniales sobre la realidad colombiana. Con su programa televisivo "Enviado Espacial" (emitido durante dieciséis años), se convirtió en el primer periodista que dirigió y presentó el primer espacio periodístico de la televisión colombiana que se realizó fuera de los estudios, con temáticas profundas y de denuncia.

Germán Castro

Desde 1962 estuvo vinculado a los medios de comunicación, donde destacó como corresponsal, reportero y cronista, con gran capacidad de investigación, sensibilidad social e interés por mostrar y analizar diferentes facetas. Se inició en el periodismo como enviado especial de la revista El Ruedo de Madrid (1962), como redactor del diario La República de Santafé de Bogotá (1966) y como reportero y cronista en el diario El Tiempo (1967).

A lo largo de su trayectoria fue galardonado con diez premios nacionales de periodismo y algunos internacionales, como el SIP-Mergenthaler (de la Sociedad Interamericana de Prensa) y el gran premio al reportaje de testimonio de la bienal de la televisión de Berlín Prix Futura. Considerado junto con Plinio Apuleyo Mendoza una de las principales figuras del periodismo colombiano más reciente, su primer libro, Colombia amarga (1976), marcó el nacimiento de un riguroso prosista que un cuarto de siglo después había publicado catorce títulos; nueve de ellos fueron reunidos en tres tomos de Obras Completas (1997, 1999 y 2000).

Entre sus obras, algunas de ellas traducidas a diversos idiomas, destacan Perdido en el Amazonas (1978), Del ELN al M-19, once años de lucha guerrillera (1980), Mi alma se la dejo al diablo (1982), El Karina (1985), El hueco (1989), El cachalandrán amarillo (1989), El huracán (1991), y La bruja (1994).

A estos títulos cabe agregar En Secreto (1996), El Alcaraván (1996), La noche de las lanzas (1999) y Candelaria (2000), en los que el autor se encamina ya hacia una literatura puramente narrativa. Posteriormente emitió por televisión su programa "Temas y Tomas", que vino a sustituir a "Enviado Especial".

Cómo citar este artículo:
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Germán Castro Caycedo. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/castro_german.htm el 13 de marzo de 2021.

 



Humo de la voz

 Mito y realidad de la selva

Por Claudio Anaya Lizarazo

En esta obra, Mitificación y desmitificación de La Amazonía, Claudia Gimena Roa Avendaño nos propone una relectura de los tres libros de German Castro Caycedo, cuyo tema central es la Selva Amazónica, (Perdido en el AmazonasMi alma se la dejo al diablo, y, Hágase tu voluntad ) y que se originan en algunos episodios que en este territorio se suceden en las últimas décadas del siglo pasado; interpretación apoyada en los análisis de otros autores que han escrito sobre literatura testimonial, crónica o denuncia, cuyo tema central también es la Selva Amazónica; para llegar a la comprensión de esos hechos dentro de una realidad política  y cultural generalmente oculta y abrumadoramente más amplia, ya que en las problemáticas que se escenifican en La Amazonía, que se convierte en escenario y personaje, se enmarcan genéricamente los modos de operar de los mecanismos que mueven el actual modelo de desarrollo neocolonial, de economía extractivista, y sociedad de consumo.

Para este cometido, Claudia Gimena Roa Avendaño analiza una amplia gama de propuestas de escritores, a la luz de la crítica en sus aspectos conceptuales, técnicos, históricos y culturales, cotejando una larga lista de episodios y temas constitutivos de las mencionadas obras de Germán Castro Caycedo, con el prisma conceptual del importante acervo bibliográfico de estos mencionados críticos de nivel universal, lo cual enmarca a esta obra dentro de un rigor intelectual poco frecuente en nuestro medio.

Germán Castro Caycedo con sus libros: Perdido en el AmazonasMi alma se la dejo al diablo y Hágase tu voluntad, al igual que José Eustasio Rivera con La Vorágine, y las denuncias que múltiples autores han formulado sobre las problemáticas sociales de La Amazonía en general, han demostrado ante los ojos del mundo entero que la selva es, fue y ha sido, mitificada a conveniencia ya como el infierno verde, como la Leyenda de El Dorado, como el Paraíso perdido, o ha sido vista siempre como el mundo de la barbarie versus la civilización. Con el exhaustivo reportaje de los hechos que originan estas mencionadas obras, y con el juicioso análisis con el cual estudia estos hechos, Castro Caycedo invierte el mito o los mitos y, entonces, el occidental ya no es el hombre civilizado, el que habita las ciudades, porque como este autor nos lo demuestra, el progreso y la denominada civilización constituyen la destrucción de: la naturaleza, la fauna, las culturas ancestrales, las lenguas nativas y sus respectivas cosmovisiones, por medio de corrosivos mecanismos de penetración como los “programas sociales” de las empresas extractoras de crudo, las misiones religiosas y evangelizadoras como el Instituto Lingüístico de Verano, cuya finalidad principal era estudiar las lenguas nativas de los pueblos amazónicos pero, para con esta herramienta lograr una más fácil penetración en la selva,  una evangelización masiva, además de la apertura de nuevas plataformas de mercadeo y así, poder llegar así al codiciado petróleo y todos los demás recursos que guarda en sus entrañas la Selva Amazónica.  

Encontramos también en estos grandes reportajes novelados de Germán Castro, una fuerte crítica a los modelos de desarrollo propuestos en Latinoamérica, tomados y administrados por una sociedad afincada en un oculto racismo, en un extractivismo científicamente insostenible, y en una laxa moral ante las rápidas y jugosas ganancias; circunstancias y complicidades de las que se han aprovechado innumerables empresarios aventureros, muchos de origen europeo o norteamericano, para saquear los recursos de estas regiones.

Partiendo de nuestra localización en la realidad geopolítica mundial, esta obra está llamada a cumplir una importante función en la sociedad colombiana y en las sociedades de países vecinos, pues al retomar el estudio de textos literarios e históricos que presentan a La Amazonía desde cuando empezó a formar parte de la órbita del llamado mundo occidental, Claudia Gimena vuelve a tocar, en esta época, el viejo tema de la penetración destructiva e insostenible de la política expansiva de los imperios de turno y la economía de mercado, en todos los ámbitos del planeta y de las sociedades; necesaria reflexión sobre el mundo que han vivido nuestros ancestros, el que vivimos nosotros actualmente y el que vivirán las futuras generaciones, para con las cuales tenemos todos, la gran responsabilidad de impedir la destrucción total de sus posibilidades de futuro, y repensar en una alternativa a la actual crisis ecológica del planeta.

Mitificación y desmitificación de La Amazonía tiene variados méritos que los lectores irán encontrando, a su paso por sus páginas y por las reflexiones que su lectura les suscite, pero quiero resaltar lo que a mi vista es uno de esos principales méritos: el reconocimiento de la gran talla de narrador de Germán Castro Caycedo, quien con una obra tan extensa que ya supera los treinta títulos, de los cuales bastan, los tres libros de los que se encarga la presente propuesta, para concederle un importantísimo lugar dentro de la Literatura de la Selva Amazónica y la Literatura colombiana.
                       _________________________________________________________________

Para: Claudia Roa Avendaño
De: Darío González Posso

23 de octubre de 2020

Estimada Claudia, me gustó mucho tu libro “Mitificación y desmitificación de la Amazonía”. Sentí gran gusto de que me compartieras tu trabajo inédito y aprendí cosas nuevas. Pensé, al iniciar la lectura, que sería un límite para mí no haber leído los libros de Germán Castro Caycedo, centro de tu análisis. Pero logré entenderte. Por supuesto, esto me anima ahora a leer los libros de Castro Caycedo.

En tu libro, creo yo, expones una tesis central extraordinaria: la propuesta de inversión del mito civilización-barbarie. Dices: “para Castro Caycedo, como para (…) las comunidades aisladas o no contactadas -o, más precisamente denominadas como exiliadas en La Amazonía-, los blancos, los occidentales y los mestizos, son en su mayoría salvajes. El indígena ha denunciado ese otro tipo de salvajismo, visto desde la perspectiva de su comunidad perseguida”… despojada, torturada, esclavizada, asesinada.

Tu trabajo llega en un momento oportuno, cuando la Comisión de la Verdad, en su sesión del 23 de octubre de 2020, reconoce la Verdad Indígena. En la apertura de este encuentro, el sacerdote Francisco de Roux, Presidente de esta Comisión,  se dirigió así a los Pueblos indígenas:

“(…) Aquí llegó un día el español a decirles torpemente e injustamente que el Papa, por orden de Dios, había entregado estas tierras al rey de España y empezó contra ustedes la violencia. Y desde ustedes comenzaron las luchas heroicas por proteger sus derechos milenarios y su dignidad. Porque para poder dominarlos y extinguirlos establecieron que ustedes eran seres inferiores y de menor calidad. Esta estupidez se convirtió en brutalidad en el orden establecido y las leyes de la República; y al llegar el conflicto armado la guerrilla, los paramilitares y las fuerzas de seguridad del Estado redoblaron contra ustedes las violencias. Por eso invito a que sintamos la presencia de miles de mujeres, niños y hombres indígenas asesinados y desaparecidos a través de décadas y siglos, en especial los que fueron eliminados cuando luchaban por la paz y los derechos en tiempos del conflicto armado (…)”.

Tu trabajo me parece completo, pero cada lector, pienso, puede “ampliarlo” en algún aspecto, pues sugiere más de lo que aparece explícito. A riesgo de “extrapolar” un poco, creo que es convergente con ideas como las siguientes:

-          La propuesta de inversión del mito civilización-barbarie, contradice planteamientos que parecían incuestionables; por ejemplo, el de Lewis H. Morgan en su famosa obra "La sociedad primitiva" o antigua. De acuerdo con tu análisis de Germán Castro Caycedo, no hay "culturas primitivas" en contraste con las “occidentales”. Federico Engels utilizó la obra de Morgan, como referencia para escribir "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado". Según Morgan -con base en un estudio sobre sociedades indígenas norteamericanas-, en la humanidad hay tres períodos básicos: el de los "salvajes" que no conocen la propiedad, el de los "barbaros" que la conocen pero no tienen leyes, y el de los "civilizados" que nace y subsiste gracias a la propiedad privada y la acumulación de riquezas. Según Engels, Morgan establece "un orden preciso en la prehistoria de la humanidad". Tal concepción de evolución histórica lineal, de estadios "inferiores" a "superiores", fundada centralmente en el "progreso" de los medios materiales de existencia, impregnó incluso a corrientes que se proclaman “marxistas”. Esta discusión merece un tratamiento más amplio, pero mi intención aquí es apenas llamar la atención sobre el asunto.

 -Según estudios antropológicos y lingüísticos actuales, tampoco existen “lenguas primitivas” o inferiores: el lenguaje es una propiedad esencial que define a la especie humana como ser social, independiente de la mencionada base “material” y tecnológica de la sociedad. Según tú dices, Castro Caycedo no conoce las lenguas de los pueblos amazónicos a los que se refiere. Quizás por esto deja, en parte, una tarea pendiente en relación con la “mitificación” y la “desmitificación”.

El antropólogo Marvin Harris dice en su obra “Nuestra especie”: “Los lingüistas pensaban que las lenguas habladas por los pueblos “primitivos” contemporáneos se encontraban a medio camino entre los lenguajes de los animales y las lenguas civilizadas. Pero se vieron obligados a abandonar esta idea cuando descubrieron que la complejidad de las reglas gramaticales varía con independencia de los niveles de desarrollo político y tecnológico”.

El kawakiutl, de los indios de América del Norte, “tiene el doble de casos que el latín”. Los agtas de Filipinas “disponen de treinta y un verbos distintos que significan “pescar”… “En las lenguas del tronco tupí habladas por los amerindios de Brasil, existen numerosas palabras que designan especies distintas de loros”. Otras lenguas carecen de palabras para lo específico, pero “los lingüistas de nuestros días se han dado cuenta de que carecer de palabras generales o específicas no tiene ninguna relación con el nivel evolutivo de las lenguas; simplemente refleja que las necesidades culturalmente definidas son específicas o generales”.

También dice Marvin Harris: “Los aproximadamente tres millares de lenguas habladas en el mundo de hoy poseen una estructura fundamental común y requieren solo cambios menores en el vocabulario para cumplir con idéntica eficacia las tareas de almacenar, recuperar y transmitir información y de organizar la conducta social”. El lenguaje es la base de las capacidades humanas de comunicación social y de memoria, el medio por el cual los recuerdos sobreviven a los individuos y a las generaciones.

El lingüista Noam Chomsky concluye de manera similar: el lenguaje posee una base común para todos los seres humanos. Pero además, según Chomsky, la capacidad humana de hablar una lengua es innata; es decir, se encuentra ya en la mente del ser humano en el momento de su nacimiento. El papel de la mente en el intercambio con el mundo y con sus semejantes es uno de los aspectos más misteriosos de la especie humana. Según Chomsky, la mente está “programada” para la adquisición de la lengua y existe una “gramática universal” que los lingüistas deben buscar. ¿Hay, entonces, conocimientos “innatos” en la mente? Es innegable que el filósofo Platón cumple un papel central en las teorías de Chomsky. (Stefano Versace. Chomsky, lenguaje, conocimiento y libertad. 2016).

Todo esto pude ser objeto de discusión, o de mayor precisión y desarrollo. Pero mi intención básica es plantear la siguiente hipótesis (provisional): si Germán Castro Caycedo conociera las lenguas de los pueblos indígenas amazónicos, quizás podría aportar algo más en su ya significativa contribución para recuperar la voz y la dignidad de estos pueblos. A mí me queda la tarea de leerlo, para examinar mi hipótesis o reformularla, pero sobre todo para ampliar la satisfacción que tu libro me da y disfrutar la que me anuncia.

Humo de la voz

 Selección de relatos 

por Claudio Anaya Lizarazo

EL CANTANTE DE LETANÍAS

(Humo de la voz N.37; publicado en LA ESKINA global N.101, marzo 12 de 2021)

Por Claudio Anaya Lizarazo

La impresión que tuve de la voz que ambientaba con sus cantos la pequeña capilla, fue de ausencia. Era tan delgada, casi inaudible, que ayudada por la música y las sincronizadas palabras del coro, expresaba, tal vez muy a su pesar, tanta fatiga de los asuntos del mundo que parecía oírse y estar ausente, digo así, porque no sucedía que no estuviera, pues oíamos sus espirituales melodías y la honda impresión que dejaba en nuestro ánimo, y sin embargo, una vez desaparecidas ciertas notas del armonio, reemplazadas por otras, o disueltas en el aire ciertas palabras transportadas cansadamente por esa voz que era a mi parecer la esencia de la melancolía, caíamos en algo semejante al descanso de la muerte y entonces veíamos flotar el ataúd del amigo en el humo del incienso quemado, esperando paciente la terminación del oficio religioso, para ese último adiós… los sonidos del fuelle del armonio se confundían con la fatiga de esa voz trabajada por los días y las situaciones humanas, que no son más que la materia del tiempo, como las incógnitas manos que han acariciado las teclas, también son materia del tiempo, esa voz que a pesar de su inmaterialidad lograba oírse y llenar la capilla, hablaba también de una vida rota, de un cuerpo roto, de una ceremonia religiosa que ya se sentía fatigante, pero que en cualquier momento terminaría, dejando en los presentes la mágica sensación del hecho cumplido que marcha en nuestra memoria hacia su lenta disolución, como el humo disperso por el viento, como todo en la vida de las personas, ese permanente naufragio en las aguas de lo irrecuperable.

23 de julio de 2019; esa tarde en el Cementerio Central de Bucaramanga, hubo mucha actividad, varios servicios fúnebres recorrían sus callejuelas, los sepultureros estaban todos ocupados, y los sacerdotes de turno, oficiaban con poco descanso, y todo eso me hizo recordar que cada persona es única e irrepetible, pero su existencia es fugaz, que nuestros días adquieren duración de acuerdo a nuestra conciencia pues la vida sucede en el mundo y sus lugares pero tiene un segundo momento en las consecuencias y en la memoria; los hechos ocurren sobre la superficie de la tierra pero adquieren sentido detrás del cortinaje de la mirada, creemos alejarnos de ellos lentamente, como en esa escena de uno de mis viajes de juventud, que sin saber por qué, en mitad de la capilla y entre personas compungidas, me llegó, atraída tal vez por esos ignorados mecanismos de la conciencia y quizá por su vocación de asociaciones, tal vez para ilustrarme del incesante paso del tiempo, de lentos decursos y vertiginosas distancias, como en la escena de ese viaje, en un puerto sobre el Río Atrato el 6 de enero de 1978, la chalupa cargada de gente, debía cruzar el gran río, que según decían los lugareños, estaba empozado y con muy pocas corrientes pues el fuerte verano había secado muchos de sus afluentes haciéndole perder la fuerza de su curso, empozándolo por la marea alta que lo frenaba en su amplio delta en El Darién.

 Entonces subí a la barcaza y sentí el mudo temor que me inspira la profundidad de las aguas, y me senté en una de las banquetas en un puesto junto a la borda. La gente subía con la naturalidad que genera la frecuencia de estos viajes, pues el río y las chalupas eran el único medio de transporte. Entre familias y amistades, hablaban de muchas cosas en su rápido dialecto, mientras llenaban la embarcación hasta el sobrecupo quedando la borda a unos veinte centímetros de la línea de flotación; chapoteaba el agua contra los costados cuando soltaron las amarras y retiraron el tablón que hacía de puente. Vi cómo nos alejábamos lentamente de la orilla y que varias mujeres desde la barranca de la rivera gritaban indicaciones tardías a algunas pasajeras, y la barca seguía con lentitud alejándose de una orilla de la cual yo no había soltado las amarras de mi mirada, y veía los rostros brillantes por el sol canicular, y el cincelado espejo del agua con sus metálicos reflejos y los secretos de su profundidad; los motivos de mi viaje quedaban en el olvido, en esa corriente intercambiable y mutable de los encuentros humanos, movidos por motivos y búsquedas que desaparecen por los caminos con el transcurso de los días, y de estas ideas y del embrujo del agua miré hacia la otra orilla a la que nos dirigíamos y la vi lejana, entonces preocupado miré hacia la orilla de la que procedíamos y la vi también lejana; sentí en simultáneo, la pequeña confianza del tramo recorrido, la orfandad y el sentido de pequeñez o fragilidad que nos imprimen los fenómenos naturales; la canoa flotaba en el río, noté el reverente silencio de la gente, quizá no era yo el único abrumado, porque oí entonces una suave voz que silabeaba un quedo canto de palabras inentendibles, de cansada y tibia nostalgia, como una plegaria ante lo inevitable.

 DESENCUENTRO

(Humo de la voz N.38; publicado en LA ESKINA global N.101, marzo 12 de 2021)

 Por Claudio Anaya Lizarazo

 El hombre llegó a una esquina de su barrio, ese sitio tan familiar que sólo con su atmósfera, le hizo evocar toda su historia, comprimida como una sensación en su plexo y con un poco de dolor en su corazón. “Tal vez esto sea lo más parecido a la tristeza”, pensó; pero sólo sentía eso, y no era capaz de detener el flujo de imágenes en su conciencia, trataba de pensar en esa historia que se le agolpaba de manera tan inmediata.

Estaba ahí y ya había estado ahí. Sentía también la proximidad de su viaje y se dolía por no haber hablado todavía de ello a los dos familiares que lo acompañaban: su padre enfermo y su hermana. Ellos tampoco hablaban, pero se advertía que salían tan temprano de la casa, por una emergencia de salud. El padre aguantaba con toda la solidez de su carácter. Con ese escepticismo de los hombres viejos que ya saben que la vida fue eso, que no pudo ser más, pero que, al fin y al cabo, se debe tomar como llegue, como los tragos amargos que se deben apurar cuanto antes, y a los que hay que oponerles la misma indolencia del aguardiente barato.

Era temprano en la mañana y mientras esperaban que llegara un carro en qué transportarse, el hombre seguía pensando en su pasado y recordó que ese momento ya lo había vivido pero un tanto diferente, como si se tratara de una versión de hechos ya ocurridos, o como los cabos sueltos de la vida, que parecen reaflorar en derivaciones virtuales de la memoria; pero todo era tan vívido que parecía que se podía tocar con los ojos, que se sorbía o inhalaba en el aire que respiraba… el aire llegaba cargado de la frescura de la madrugada, serían las cinco y treinta de la madrugada, y ya había llegado la luz del día.

Miró la calle a lo lejos y recordó de dónde acababa de llegar en días pasados. Las imágenes de una lejana tierra de llanuras, el río caudaloso y cristalino, la gente de allá y su telúrica alegría, las fiestas y al final la sorpresa del amor de una mujer. “La vida sólo le muestra a uno las cosas”, pensó, cuando recordó el nítido retrato de la mujer, su romance platónico y de pocos días, la relación inevitablemente distante, pero a través de la cual ella le hizo sentir poderosamente el influjo de su afecto y le inspiró como ninguna otra persona la seguridad en el cariño que ella le manifestaba, y le habló sin palabras de lo dulces que serían sus caricias.

“La vida es misteriosa”, volvió a pensar el hombre al recordar a la mujer lejana y las promesas y expectativas que se disuelven en el momento más inadvertido. Todavía lo unía a ella la promesa del cariño y del regreso, pero también supo que no regresaría, que continuaría viajando en dirección opuesta, que se alejaría aún más de ella, como se alejaba ahora de su padre y de su hermana. Se imaginó viajando, y el miedo, el tedio y la tristeza lo embargaron, se imaginó solo y sin rumbo fijo. “La vida es misteriosa”, pensó, “¿por qué uno hace esto?”…

Llegó el bus de línea, al cual abordaron y el hombre se sentó en el último puesto, tras su hermana cuya atención oscilaba de su padre a la ventana; y el hombre desde allí, seguía el ritmo vertiginoso de las imágenes del cambiante paisaje de su ventana, mezcladas con las vertiginosas imágenes de su conciencia, cuando en cierto momento observó que el bus viajaba casi vacío y descubrió que su padre, ayudado por su hija, tal vez acosado por sus dolores, se había acostado en el piso del vehículo, sobre su chaqueta. El hombre vio la inminencia de la despedida y sin dudarlo, se arrodilló junto a su padre. Lo cubrió con los faldones de la chaqueta para darle abrigo y suspiró sin poder hablar, mientras su mano derecha se apoyaba sobre la espalda del viejo, quien, en posición fetal, luchaba contra un dolor que nadie imaginaba.

–?Qué pasa? –preguntó el padre, con voz cansada y dolida.

–Me voy, papá  –respondió el hombre.

El padre se sentó con gran esfuerzo, pero exagerando sorpresa y prontitud, al exclamar:

–!Lo único que queda es lo que tengo acá! –y con gesto amargo señaló el bolsillo de su ajada camisa.

–No quiero plata, papá –respondió el hombre, y en su voz se advirtió el inicio de su desplome.

 El padre se acostó nuevamente, mientras el bus continuó su viaje, haciendo rugir el motor por el esfuerzo de una subida; y por sobre el ruido del motor alcanzaba a distinguirse el llanto del hombre que repetidas veces decía:

–!Perdóneme, papá, porque me voy y lo dejo así! !Perdóneme, papá, pero no me puedo devolver!

 DESIERTO

(Humo de la voz N.39; publicado en LA ESKINA global N.101, marzo 12 de 2021)

 Por Claudio Anaya Lizarazo

Soñó con una antigua novia y al despertar, lo había embargado la nostalgia. Encendió la pequeña lámpara y su luz discreta iluminó el cristal del reloj: las cuatro de la madrugada. A su lado, su mujer se arrellanó y sin llegar a despertarse murmuró algo que se oyó ininteligible.

Entrecruzó las manos bajo la cabeza, a manera de almohada y se abandonó a la rememoración del sueño y de la época que simbolizaba el rostro de la muchacha; ya sabía que se iba a sentir triste y casi deprimido durante varios días. Soñar su pasada juventud, pensar en ella, repasar viejas fotografías o encontrar alguna antigua amistad, significaba para él, todo un cuestionamiento en su vida. Era como hacer un alto involuntario para remirar o repensar lo hecho. “La agitación de la vida borra en las personas la memoria de las cosas gratas y los ubica en un mezquino presente donde se pierde la visión de lo que son, de lo que han sido, o de lo que han soñado”, pensó. Por eso, él, se aferraba a su pasado con la incontrovertible fe de que así no perdería esa semblanza o perfil interior que le había dado tantas veces, la medida o la conciencia de su equilibrio en el mundo.

Se sentía despojado y desilusionado. Ahora, en plena madurez, la vida era para él una gran mentira improvisada, que se tiene que ir adaptando a cualquier situación y que ha terminado por anegarlo todo. Sentía, sin embargo, que no todo sucumbía ante los corrosivos fluidos del tiempo y del sistema. “Hay cosas que todo el mundo guarda como lo más preciado y delicado, aunque no se hable de eso, aunque exista esa tácita prohibición, aunque la gente tenga la tendencia a creer que los recuerdos son una forma de perder el tiempo, o una manera de demostrar fragilidad”.

Pensó nuevamente en la muchacha y otras personas y hechos aparecieron con ella, configurando una atmósfera más límpida, ahora con la belleza de lo remoto. “El recuerdo es puro, porque al recordar se rescata la esencia de la vida, desprendida de todo el ruido, la sordina y las angustias que impiden que uno se reconozca en cada momento presente que se vive”. Evocó la relativa despreocupación de su pasada juventud y el camino lento e inexorable a través del cual se fue internando en el mundo de la lógica económica, hasta abandonar la silvestre libertad de la juventud. “Sólo unos años me quedan de vida y todavía este terco corazón quiere ilusionarse, pero no encuentra sino los vestigios de lo que guardó para siempre”, suspiró y miró a su lado; su mujer dormía con placidez, y una tenue y paulatina claridad empezaba a desbordarse desde la ventana hacia el interior del cuarto, como un gas o niebla que lo narcotizaba en la irrealidad de sus ensoñaciones azules.

“La ciudad ha cambiado. Todo cambia como si fuera la peor maldición que se debe padecer. La muerte es el olvido y el olvido es la traición. Cambiar es una forma de traicionar y de traicionarse. Las cosas, el tiempo, las personas deberían permanecer o ser más inmanentes en su esencia. Hay algo en el devenir del tiempo que obra sobre las personas y las transforma, a veces, radicalmente. Nada hay fijo, es la maldición del movimiento y de la transmutación de la vida, que no puede darse sino haciendo carroña de lo realizado”.

Avanzaba la claridad en su cuarto y con ella el pavor que sentía por los días que lo hundían en el desconcierto. Los días eran para él, el desierto y lo imprevisible, el umbral en el cual se pueden ya esperar las fauces de un depredador mitológico.  Nuevamente miró a su mujer y al observarla confiada en su sueño, se reconfortó un poco. La miró con cariño y con tristeza; ella y todo lo que significaba su compañía, al lado de sus memorias, eran lo único que le quedaba de su perdido pasado. Se dispuso a esperar el día mientras le acariciaba a ella, la espalda y el cabello suelto.

 LA HORA RETRO

(Humo de la voz N.40; publicado en LA ESKINA global N.101, marzo 12 de 2021)

Por Claudio Anaya Lizarazo

Llegaba todas las noches, puntual para la transmisión. Hacía ya varios años que observaba ese ritual, con terca devoción, demostrando a los oyentes su extensa cultura sobre la música. Hablaba con sorprendente familiaridad de compositores, cantantes, orquestas, sellos o casas disqueras, anécdotas de los personajes de la farándula y de la música popular de otros tiempos, como si fueran datos tan frescos que a no ser porque también citaba fechas, hubieran creado la ilusión de ser hechos acabados de ocurrir, como si al ingresar al estudio, el tiempo desapareciera o como una prueba irrefutable del gran poder evocador de la música de antaño.

Yo oía todas las noches, también con terca devoción, su voz armónica, aunque ya un tanto quebrada por los años, lo cual le imprimía a los comentarios con los que presentaba cada tema o canción, un rango de credibilidad que únicamente puede dar la experiencia. “El hombre vale por su palabra”, le oí decir alguna vez a un viejo vendedor en la calle, y oyendo al presentador de boleros tuve la total certeza de que así era, no sólo atendiendo a lo que puede ser cumplimiento sino a la carga vital de experiencia evidente en el tono y que nos expresa esa singular mirada sobre el mundo, ese denso cúmulo de imágenes, hechos y sentimientos que sostienen lo que inevitablemente se toma por veraz e interesante en las palabras de un hombre. Alguien que hable así de la música, ha vivido con intensidad sus años y sus afectos, ha sido un testigo acucioso de su época, del mundo, de la historia, de su ciudad.

Sin embargo, el hombre sólo hablaba de música, de los hombres y mujeres que la hicieron, como un profesional antiséptico que no rebasa en ningún momento los límites de su competencia, pero fatalmente los efluvios de esas décadas de desgajaban de sus comentarios, confiriéndole el aire de un chamán o pequeño dios que repetía sus fórmulas mágicas como si fuera la primera vez, casi sin pensar en nada, sólo buscando un efecto que tampoco quería mencionar. Cuántas veces quise ir al estudio, pero nunca lo hice. Quizá por no romper la magia de la radio, por no disipar esa atmósfera remota y monofónica que invadía la noche de mi cuarto, por no perder esa nebulosa de ingenuidad con la que ahora miramos las cosas del pasado o de nuestros mayores. Nunca fui al estudio pero en esa época, lo imaginaba concentrado en las carátulas de sus acetatos y vinilos, mirando las listas de temas, leyendo en sus libretas de apuntes, u ojeando viejas revistas ilustradas con fotografías en sepia, con los audífonos puestos, casi sin mirar al control tras el vidrio, como poseído de alguna extraña deidad, en trance, como un médium perteneciente a una cofradía de oficiantes del pasado, sobre el cual ha recaído la función de oxigenar o mantener esos espacios y costumbres del mundo, entidades que fueron imágenes, reflejos, deseos, antes de materializarse en el espíritu del hombre y desaparecer en el fluir tiempo.

Antes pensaba que aquí mostrábamos, pero no hablábamos, como si así se pudieran ocultar no solamente nuestros interrogantes ante la vida y la muerte, sino la más angustiosa tragedia, el paso del tiempo, el no ser, visible en los relevos generacionales, en la desbastadora acción de los hombres sobre esta ciudad que ha sido nuestro paisaje de arraigo y que hemos visto mutar y agonizar, y de la cual ya casi nada de lo que fue, queda; sólo nosotros y lo que no somos capaces de contar. Pero una noche, oyendo al locutor de La Hora retro, recibiendo la profusión de detalles e insertos anecdóticos de los artistas y protagonistas de su universo musical, soportados en una vocación histórica y en una rendida melancolía que lo llevaron a constituirse en un narrador magistral, comprendí el poder evocador de la palabra. Los muertos y el pasado viven en nuestra memoria, en las bibliotecas, en los archivos de periódicos y revistas, en la memoria de la gente como en el locutor de La Hora retro, quien en estas décadas cumplió con su función de transición; contar una historia a alguien, es perpetuar esas vidas, como lo han propuesto inclusive los espiritistas y médiums, como próximamente lo harán los hologramas con nuestros ausentes y con las ciudades que fueron.

 MONÓLOGO DE LAS CASAS VIEJAS

(Humo de la voz N.41; publicado en LA ESKINA global N.101, marzo 12 de 2021)

Por Claudio Anaya Lizarazo

 Por este corredor demarcado con sus filas de columnas se pasearon los rostros de Angélica y de Emilia, la juventud de Alix y la juventud de mi padre, y algunas solitarias tardes de mi niñez. Muchas personas concurrieron a su frescura, el rumor de muchas conversaciones aún se oye remoto, como jirones de viento dentro de mi cabeza. La casa fue derribada, pero su recuerdo sigue en pie, y en él vivo.

La casa, grande y espaciosa, asumía dimensiones fantásticas en la visión de la niñez. Tenía largas filas de columnas en madera cuyos fustes estaban alisados por sus cuatro caras a golpes de hachuela, y descansaban sobre bases de piedra tallada a porra y cincel. Su decoración eran pálidas reminiscencias de las formas clásicas, coloniales o republicanas, pero formaban un grato conjunto de rasgos orgánicos entre la pequeña ciudad y ese olor balsámico del campo que venía prendido a las palabras, a la piel y a la ropa de los provincianos. Fue, por así decirlo, una época ingenua. Ahora, después de más de cincuenta años que me doy a la tarea de recapitular los recuerdos, veo a los jóvenes de ese tiempo en toda la dimensión de esa ingenuidad que da el desconocimiento de las leyes ocultas que rigen la vida. Más aún, tratándose de jóvenes y adolescentes que abandonaron el campo por muchos motivos, entre ellos, la violencia política y sus estribaciones, o los cantos de sirena de la ciudad. Ella representaba esa franja de la realidad, donde se estaba a salvo de las balas y del filo de los machetes, a salvo del odio de los clanes familiares, originado en las rencillas políticas. La ciudad representaba esa franja de la vida donde se podían realizar las ilusiones, los sueños. Y ella fue extendiéndose y construyéndose con ese sabor local de la provincia en los años cuarenta, en los cincuenta, en los sesenta, y que hacia los años setenta sucumbe ante el concepto de lo cuadriculado y los formatos simples y precisos de la cultura tecnológica que iniciaba su entrada, desplazando así a las antiguas formas de vivir. Pero quedan espacios, lugares, fachadas, calles, parques, balaustradas, espadañas, escalinatas, tejados y patios solariegos, así como lenguajes y gente de ese tiempo, con sus memorias, sus objetos y olvidados bodegones, y sobre todo sus ojos, que vieron muy bien lo que yo, ahora, deseo profundamente haber conocido más a fondo.

No es que quiera rescatar a mi ciudad rememorando esas imágenes, porque no ignoro que el tiempo es inexorable. Pero hubo algo, en esa ciudad que vieron mis ojos de niño, algo mágico que no he podido desentrañar y que, si lo lograra, temo, disolvería esa atmósfera de diafanidad y civilidad que la impregnan. La grata experiencia de mis primeros años demarcó en mi genio el tono y el talante con el cual he mirado en transcurrir del tiempo, la calle como el río de gente, las palabras como el río de la memoria, la ciudad como el museo de los recuerdos y que una mano intrusa e insensible va desmontando y transformando lentamente.

 Alcancé a ver la ciudad cuando tenía una apariencia de pueblo grande. Su núcleo urbano estaba asediado en ese entonces por una cultura agraria. En sus calles, que han quedado gravitando al margen del tiempo, se mezclaban la ciudad y el campo, el futuro y el pasado, la leyenda y la realidad. La meseta se repartía en grandes haciendas y en ellas aún obraba el espíritu del Siglo XIX. Llegué en el momento oportuno que me permitió presenciar el cambio. A esos ámbitos de pueblo llegaba constantemente el flujo de emigrantes de la violencia, y uno que otro pálido reflejo de la vida de las grandes ciudades de esa época, a través de la radio, de la prensa, de los viajeros o de algunas medidas administrativas. Alcancé a sumergirme en ese semblante apacible que tienen las pequeñas ciudades, con una o dos calles importantes en las cuales se aglutina la mayor parte de las actividades. Con colonias establecidas en los sitios donde terminaba el camino y se encontraba la ciudad. Manifestando así el doble deseo, tan habitual en los inmigrantes, de estar en la ciudad sin perderse en ella. Construyendo un lugar tan parecido a su terruño que permitía disolver un tanto la nostalgia. Así, la ciudad fue extendiéndose e integrando en su organismo toda esa riqueza cultural, hasta que aparentemente y sin saber cuándo, desapareció. Hoy las colonias se reúnen en los días de feria y de bazares, ya no tienen áreas de convivencia definidas, sólo lugares de encuentro.

Es usual que el olvido se derive del despojo. Cada ornamento desprendido, cada fachada demolida, cada palabra abandonada, son símbolos perdidos que ya no aportarán el sustrato de sus anécdotas y hechos. Pero hay una ciudad que pervive oculta en su sustancia. Ese lugar, esa memoria perenne de todo lo que ha sido, permanece latente en la conjugación de todos los rasgos geográficos y humanos, como una filigrana que es fermento de este lugar, de este suelo y todo lo que él soporta y madura con el lento alcohol del tiempo. Así, mi esperanza me dice que, la ciudad muta su fisonomía sin que termine siendo otra; son sus efluvios y sus atmósferas como nuestros recuerdos y nuestras palabras, lo que constituye el hilo conductor, el cordón umbilical entre la ciudad a través de la cual descubrí el mundo y la vida, y la ciudad que hoy me enfrenta a la incertidumbre.

Pero no es sólo el trabajo de la  dura piedra lo que queda en la memoria, también el paso de innumerables personas, un caudaloso río de voluntades que esculpieron  esos lugares y esos días, que hoy son, para algunos, deleznables páginas agitadas casualmente por la súbita brisa de la nostalgia, que se origina al  encontrar perdido entre los suburbios del centro, en algunas de sus calles: un rosetón, la talla de una vieja ventana de madera, un clausurado muro de tapia y su espadaña, o un rostro, con toda la mágica arquitectura de sus facciones. Un rostro habla tanto como un ornamento. Ambos pertenecen a una época y a un lugar, y ambos han sido componentes de episodios que conforman el sedimento de la historia.

 PASO EN FALSO

(Humo de la voz N.42; publicado en LA ESKINA global N.101, marzo 12 de 2021)

 Por Claudio Anaya Lizarazo

 El hombre miró el papel inserto en el parabrisas del panorámico. Y sintió lo que siempre había sentido cada vez que veía un papel así, en su carro, una molestia visceral cargada de amargos fluidos que ascendía hasta su boca y le enturbiaba la mirada. A partir de ahí, sus palaras serían rencorosas y atropelladas durante el resto del día, hasta que las conversaciones con las personas con las cuales se encontraría lograran disipar los vinagres del resentimiento. Sintió una punzada de temor, y no era para menos, a su edad ya había tenido numerosas multas de este tipo, tantas que, cuando lo pensaba y las sumaba, inevitablemente abría los ojos ante la causa de su sordo rencor. Pensó que era una multa más y dejó escapar una maldición. Por un segundo quiso ignorarla, pero por experiencia propia y ajena sabía que esto era imposible. Con trémula resignación se acercó a su automóvil y al coger el papel, su cansada vista notó que no era la habitual boleta de las multas y entonces leyó con curiosidad: “Para Agosto V. R. Saludos maestro. Le dejo esta nota con intención de contactarme con usted. Lo he estado buscando y me gustaría encontrarlo para saludarlo y hablar, viejo, sobre lo que ha sido todo esto, lo que ha pasado durante estos treinta años. ¿Recuerda cómo reflexionábamos sobre los asuntos de este país y los proyectos que teníamos? Le dejo mi número. Cordialmente Josec”.

Descansó, descansó de su presión, pero no fue un descanso tranquilo. El fraternal texto de la nota, la gregaria invitación de la amistad que contenían esas líneas, también lo dejaron fuera de su habitual y brusco aplomo, arrojándolo a un lento remolino de sensaciones y recuerdos hasta el momento olvidados, que giraban ahora dentro de su cabeza y su corazón, lentos y pesados. Veía las imágenes que conformaban el sedimento de su vida, mientras pronunciaba con débil voz… “Es una nota para mi  hijo, Agosto”… y pensaba que la vida  de su  hijo y sus amistades también de alguna  forma eran parte  de su vida, y mientras giraban las palabras, las imágenes, las voces, quedamente se decía: …“Sí, ese fue un amigo importante  para mi hijo”… y  recordó que eso había sucedido hacía más de  treinta años, y restó mentalmente esos años a su edad actual y se vio todavía joven aunque en ese tiempo se creía ya un hombre a las puertas de la vejez, pero la pasaba bien, tenía un cierto patrimonio, conservaba su cargo público, tenía relaciones políticas y comerciales de importancia, y sobre todo, los recuerdos que le quedaron por ejercer un cargo importante como el haber sido cónsul en un país de Europa, eso siempre representó la época dorada en su familia, dorado que al regresar a Colombia, tuvo que defender de la competencia de sus adversarios políticos y en los negocios, defender de sí mismo, todo lo cual lo había llevado a ser un hombre duro, de negocios mecánicos y precisos, un hombre muy ocupado  y sin tiempo para la familia y sus hijos, asuntos menores que dejó en manos de su esposa, fiel y permanente, lo cual, en cierto índice, contribuyó a aumentar su soberbia de esos tiempos.

 De pronto, el lento remolino se detuvo, y se vio en la calle junto a su carro, con un pequeño papel en la mano, embargado de nostalgia, pues acababa de entender como nunca, lo inexorable del tiempo, lo irrecuperable de la vida, cerca de sus ochenta años lograba la certeza de la equivocación que le hacía ver ahora con infinita tristeza, pero sin amargura, que la vida, al menos la suya, había sido nada más que eso, una equivocación. Sintió que en el tiempo que le quedara, debería hacer cosas que no fueran acumular dinero, un dinero que se pensaba sería heredado por los hijos, pero los hijos ya se habían hecho viejos y tuvieron que conformarse con lo recibido en vida, a lo cual, algunos de ellos, habían sabido sumar sus propios esfuerzos, otros no. Recordó en los linderos de sus afectos a sus viejos amigos, de los cuales unos pocos sobrevivían, y en honor a la amistad entre los hombres decidió llamar al remitente de la nota y sin consultar a su hijo, darle el número telefónico para que se diera el encuentro buscado, eso era algo bueno, sin categorías morales o contables, bueno en sí mismo, gratamente sentido. Marcó el número escrito en el papel, esperó mientras se oían los timbres, y la desagradable sensación de confuso resentimiento que empezaba a inundarlo nuevamente, desapareció cuando la voz le contestó y se le disipó la sensación de que dar el número telefónico buscado y facilitar el encuentro de dos viejos amigos, no era más que un paso en falso.

LA ESKINA proyecto cultural y


 educativo.


Dirección: Claudio Anaya Lizarazo.

Diseño: Gloria Inés Ramírez Montañez

Bucaramanga, Colombia.

PÁGINA 1

LUZ HELENA CORDERO VILLAMIZAR

Tres microrrelatos del encierro(2020)
Cedidos exclusivamente para los lectores de esta edición 100 de LA ESKINA

 El balcón

  Lleva dos meses recluida en un balcón. Por fortuna llegó la primavera y con un cobertor será suficiente. Me envía fotos con un tapabocas hecho con un trozo de tela. En el baño y en la cocina no puede cruzarse con sus dos hijos porque puede contagiarlos. Ellos le mandan besos por el teléfono y siguen cada uno en su clausura. Duermen de día y estudian de noche con sus clases virtuales. El viejo lleva el mismo tiempo sin salir de su cuarto, debatiéndose entre el miedo y la soledad. Le dejan la comida tras la puerta. En su cumpleaños le hablaron por la pantalla del ordenador. Tres recuadros sonrientes le desearon vida eterna. 

  Todas las puertas cerradas y ella en el balcón. Cuatro largos metros de distancia y temor. Ha perdido el gusto y el olfato, otra forma de confinamiento. Abre una lata de algo y traga entero, como alimentando al enemigo. La ciudad está vacía y las restricciones son severas. Llegaron hace pocos meses al país y sus papeles no están en regla. Traían proyectos y sueños que siguen entre las maletas. Ahora más que nunca se siente en la casa la ausencia de la madre. Tan pronto llegaron dejó de respirar, como si hubiera sabido lo que estaba a punto de ocurrir. 
   Cuando mi amiga duerme, sus pies se deslizan hasta tropezar con la balaustrada. Despierta para recordar que en sueños se ha lanzado del balcón. Entonces mira hacia abajo y ve sus zapatos colgando de los cables eléctricos.               Hoy me ha escrito: “Tengo la vida suspendida”. La imagen no puede ser más literal.  

El vecindario

        Cuando todo comenzó, los hermanos estaban recluidos en el sanatorio. El día que volvieron a casa, la comunidad permanecía confinada. El portero apenas los vio subir, llamó a la madre para alertarla. Ella llevaba mucho tiempo aguantando la presión, la angustia de verlos irrumpiendo con golpes, rompiendo las ventanas para arrojar los muebles, la ropa, el televisor, la puerta, la comida. Cuántos años pagando los desmanes de sus hijos, desde que la locura, como una maldición, se los arrebató de la mano y les instaló esa bruma en la mirada. Gritos, carcajadas, soliloquios y, lo peor, esa compulsión compartida que los llevaba a incendiar los pasillos, el cuarto de la basura, el ascensor. Y los vecinos con sus recursos legales, con su policía y su alma de carcelero.
       Pero hoy, en pleno confinamiento colectivo, nadie se atreve a izar las camisas de fuerza. Los hermanos no tienen restricciones para su desvarío y en los departamentos y pisos aledaños ha recomenzado el fisgoneo, el sobresalto. 
       A esta hora todos duermen. El portero abandona su cabeza sobre el velador. La madre ya no puede retenerlos. Sale el mayor, la mirada desorbitada. Detrás el otro, arrastrando su delirio. Solo para ellos se abre el cielo estrellado. La visión los deslumbra, los sosiega. Por fin libres, dueños del  vacío, a salvo de su detestable vecindario. 

 La escalera

     Es la primera vez que baja la escalera. Por la pandemia han cerrado el ascensor. No conocía el color de los pasamanos, ni el detalle de los escalones de mármol que guardan la lustrosa memoria y la nobleza del paso del tiempo. Mientras desciende los seis pisos, piensa por qué nunca antes recorrió la escalera, si acaba de cumplir seis años viviendo allí. Lo del seis no le parece una casualidad sino un augurio. Repasa uno a uno los descansos en cada piso y echa un vistazo a las puertas cerradas, todas idénticas. Frente a ellas ve zapatos, chanclas, baletas y zapatillas, como si fueran insignias o vestigios de sobrevivencia. Es raro. Sabe que en todos los pisos solo quedan ancianos fundadores del predio y este lleva sobre sus bases el paso de seis décadas. Seis, otra vez seis.  Como siempre, suele perderse en cavilaciones, en la búsqueda de vínculos ocultos. Cuando llega al primer piso el silencio es interrumpido por la tos del vigilante. Tiene el uniforme raído, como la silla donde se sienta. Antes participó como obrero en la construcción del edificio. Lo repite con orgullo. Nunca se irá de allí. Parece soldado a las paredes que ayudó a levantar, guarda una especial devoción a los moradores antiguos y con él siempre ha mostrado desconfianza. Desde que compró el apartamento de la moribunda por un precio tan bajo, no ha tenido buena relación con sus vecinos. Atraviesa la portería, se coloca los guantes y la mascarilla y sale para enfrentarse a un ejército invisible. 
     De regreso, ya no hay nadie en la recepción. La escalera está en completa oscuridad. Debe subir calculando cada paso. Los paquetes le pesan, los carga con dificultad. Qué habrá ocurrido con la luz, debía encender de manera automática. Cuenta cada peldaño y escucha su respiración, cada vez más agitada. En los descansos solo el fastidio. Enciende la linterna del teléfono y lo sostiene entre los dientes.  Esta vez frente a las puertas ya no encuentra el más mínimo rastro de vida. Sabe que a los viejos les está vedado salir a la calle y no encuentra explicación alguna. Es como si todos se hubieran ido. Pero ¿a dónde? Qué larga se ha hecho la escalera, se dice. Ya ha perdido la cuenta y no acaba de llegar al maldito seis. Entonces se produce el tropezón. Comienza a rodar y mientras cae, siente sobre su cabeza una precipitación de zapatos que lo golpean uno a uno, como certeros puntapiés, largamente contenidos. 

LUZ HELENA CORDERO VILLAMIZAR (Bucaramanga, Colombia)
Psicóloga, Magistra en Literatura. Su obra incluye poesía, narrativa, crónicas y ensayos literarios.
Libros publicados:
Pliegos de cordel. Bogotá: Domingo atrasado, 2019 (Fusión de géneros).
Eco de las sombras. Bogotá: Editorial Exilio, 2019 y Uniediciones, 2018 (Poesía)
Postal de la memoria (antología personal). Ibagué: Caza de Libros, 2010 (Poesía)
Por arte de palabras. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2009 (Poesía)
Cielo ausente. Bogotá: Ediciones Sociedad de la Imaginación, 2001 (Poesía)
El puente está quebrado. Bogotá: Editorial Magisterio, 1998 (relatos)
Canción para matar el miedo. Bogotá: Editorial Magisterio, 1997 (relatos)
Óyeme con los ojos. Ciudad de México: Verdehalago, 1996 y Bogotá:  Editorial Trilce, 1996. (Poesía)
Su obra poética se incluye en diversas antologías. Poemas suyos se han traducido al inglés, al portugués y al alemán. Algunos de sus ensayos y crónicas circulan en revistas literarias y académicas.
Gran parte de su obra en prosa se encuentra inédita.
 PÁGINA 2
Gloria Elena Carrillo

-promotora de lectura, educadora, escritora-

Rostros  en  la cuarentena

Como un caimán silencioso que no teme a las aguas, así va la canoa río abajo. Apretujados, sudorosos, asustados, mojados, embarrados por la prisa y el horror, los chiquillos pegados a las enaguas de sus madres. Ellas morenas, de ojos negros abiertos y desamparados, es negro su cabello y lacio como la noche que se deja venir por los lados del río y se va pegando a la canoa. En silencio todos se abrigan y temen, se saben solos.

Avanzan  deslizándose por el espejo brillante del agua de ese río, que ha sido su hogar y la noche se siente espesa en la oscuridad, la canoa marrón obedece a la fuerza que el hombre indio le imprime al canalete para huir y salvar  a un puñado de los suyos, una parte de su pueblo, un pedacito, el resto huyó por el monte, perseguidos por los asesinos, sus hermanos y abuelos, ¿dónde estarán? Ya no se oyen las balas y los gritos, y las botas y los pies veloces, saltando para salvarse. La mirada alta escudriña la rivera y se pierde en la profunda noche… nada, nada. Ni la luna mentirosa. (mayo 2020)

Conversación

— Madre, ¡quién diría cinco años!

—Conversemos, sentémonos un rato como antes cuando llegaba a casa.

Su sonrisa de niña buena, iluminaba  y contenía mis horas. 

—Por estos días María, tengo el corazón frágil y lloró cada rato, parece que en mis ojos una tormenta se desató, un río se desbordó y no cesa de salir agua. 

—Parece madre, que al abrir la ventana para que volará el colibrí, no dejan de pasarme causas y cosas. 

—¿Cómo así, cuándo voló, para dónde? ¿Y por qué lo dejo ir? 

—Madre,  creció, volar es su oficio, la envergadura  de sus alas lo llevó al otro lado del océano allá, donde el mar y las olas acarician la ciudades. ¿Qué hacer ante lo majestuoso?  Quería volar, reunió en sus ojos nuestros sueños, vio el horizonte, se llenó de tierra, de luna, de luces, cómo no dejarlo ir, si es un colibrí? (mayo 2020)

 LA ESKINAcien pasos hacia el infinito

Javier Félix,

Gestor Cultural, 2021

Javier feliz
 En los años 90 regresando a Bucaramanga me encontré con unas actividades culturales interesantes alrededor de la biblioteca Gabriel Turbay. Bajo las palmeras de su plazoleta algunos amigos intelectuales, con mucho cariño me recibieron y se convirtieron en la tertulia de la biblioteca para mí. La frecuentaban, poetas, actores de teatro, artistas plásticos, dibujantes, gestores culturales; todos departían en las tardes y hacían una tertulia viva, disertaban sobre escritura, pintura y artes en general. Entre ellos, buscaba a un hombre con una mirada franca y sincera, a quién me habían recomendado preguntar: ese hombre era Claudio Anaya. Inmediatamente nos saludamos, reconocimos que veníamos de distintos caminos, pero para encontrarnos por alguna razón. Entre nuestras conversaciones pasaron los nombres y las obras de los poetas contemporáneos, los clásicos y los colombianos, en su haber reposaban las estadísticas de la literatura santandereana y todos los nombres que hasta la fecha se tenía referencia histórica en el círculo literario regional. Nos fuimos adentrando en una amistad tranquila pero entusiasta por la literatura y fue fácil encontrar un camino común para hacerlo realidad. 
       Tiempo después nos dirigimos a un periódico de la ciudad, buscando que nos apoyarán la publicación de un manifiesto, donde advertíamos la gran deficiencia en la gestión de la literatura regional y la necesidad de apoyo por medios publicitarios o periodísticos a la poesía, al cuento, a la narrativa, al teatro y en general a la gestión cultural. Funcionaba por esa época un suplemento literario que con mucho acierto dedicaba sus páginas dominicales a ilustrar todos los temas culturales de la ciudad, sin embargo, no fue posible publicar nuestro manifiesto en ese periódico de gran circulación.

Al principio sentimos impotencia al ver que no hacíamos parte del círculo literario de poder y que no tendríamos la oportunidad de publicitar nuestro manifiesto, pero nos fuimos a una esquina cerca del diario y tomando unas cervezas, surgió la idea de crear un periódico que cumpliera la función de publicar y mostrar el proyecto literario colectivo de la época. Fue fácil convenir en que teniendo en cuenta que, en las esquinas de la ciudad existían unos nichos en los cuales se publicitaban los entierros, los circos, los teatros, los espectáculos que venían a la ciudad, pudiéramos tener ese espacio libre para publicar nuestro cartel literario; trabajamos intensamente la idea, logrando estructurar lo que el tiempo permitió desarrollar como un periódico cartel, con los mismos logotipos de un gran periódico de circulación nacional como El Tiempo. La idea era que el periódico tuviera un nombre que fuese recordado fácilmente y que como iba a ser ubicado en las esquinas en los nichos de los cárteles, tuviera cercanía con las personas y se pudiese leer por cualquier caminante.
LA ESKINA, surgió con la K para que fácilmente se recordará entre quienes fueran accediendo a sus contenidos. Nos dimos a la tarea en una litografía, al trabajo de la edición del primer número o príncipe como lo llamó Claudio, conocedor de temas litográficos y editoriales. Aquella edición surgió en el año 2002 y con ella, inició un camino misterioso de coincidencias, de aperturas, de convocatorias, de encuentros, mecenas y complicidades afortunadas, también se suscitaron relaciones entre intelectuales, artistas, enamorados de la poesía, de la narrativa, de las artes. Esta primera parte de la historia dio la fuerza a otra etapa de trabajo que hoy conmemora el número 100 de este ejemplar periódico, con equipos de trabajo y bajo la dirección inteligente y ética de aquel estandarte que conocimos en los años noventa, nuestro entrañable compañero Claudio Anaya. Aquel cómplice de la necesidad de hablar con libertad y de traer a la memoria el oficio literario.

PÁGINA 3

 ADICCIONES HISTÓRICAS

500 semillas #8;

Por JE-Cordero-Vi

    ¿Quiénes me escuchan o me leen son portadores de una visión de la historia humana según la cual vamos bien y mejorando? La historia de la especie, sí. ¡Qué simplificación! Anduvimos colgados de los árboles peleándonos la comida con las fieras. Hoy vamos rumbo a las estrellas abandonando un planeta que ya está sucio y pequeño. ¿Progreso? ¿Eh? Evidente. Conviene escuchar otras versiones y por eso traigo la de un magnate excepcional, el doctor italiano Ladro Per Secoli, hombre que ha vivido siglos y sabe de lo que habla.  --Doctor Per Secoli, ¿puede resumirnos la historia de la humanidad?

     LPS: Pudimos bajarnos de los árboles porque aniquilamos las fieras y de ahí en adelante mi estirpe, los Ladro, llevamos el título nobiliario “Ladrones”. La connotación de esta palabra para mi casta, no es la misma que para ustedes, entiendo. Valga la aclaración. Hemos hecho una carrera de 50 mil años y ganado todos los títulos en cada era histórica: organizamos hordas para arrebatar reservas de comida a grupos indeseables. Cuando fuimos agricultores, observábamos que otro poblado tenía mejores cultivos; matamos y obtuvimos mejores cultivos, reservas y ¡tierras! Hemos robado tierra desde el génesis y así será hasta el apocalipsis. Se la hemos robado a los elefantes, a los colibríes y a hombres. Por ella hemos peleado ochocientos millones de combates entre rencillas, guerritas, guerras, grandes guerras y súper guerras. Robamos animales para la alimentación o el trabajo. ¡Muy buen ganado, comandante!, felicitaciones. Luego nos dio por robar materiales que brillan. Y eso sí fue brillante... fuimos por los continentes opacándolo todo. Una labor bendecida por los sumos sacerdotes. Ellos, por supuesto, consultaron con el altísimo y nos informaron que estaba bien, incluso, cuando nos dio por robar gente. Llegamos a un continente donde sobraba y cargábamos tanta, que muchas barcazas se hundían por el peso, a pesar de que esos cuerpos no tenían alma. De paso, para darles gusto a nuestras damas en la cocina, robamos especias. Por ellas nos tocó ir a China, Polinesia, África, Arabia, las 3 Américas... muchos países. Sabían bien todas. ¡Las especias, no las damas! (RÍE). Pero nos faltaba energía y encontramos petróleo. Mientras tuvimos de sobra, hubo paz y el pillaje lo redujimos a baratijas: carbón, cobre, piedras preciosas, tabaco, banano, cosas así. Pero la aguja del tanque empezó a bajar y nos tocó robar petróleo. Y estamos en eso. Ya hemos liberado a muchos salvajes de esa viscosa sustancia y a los que se resisten les damos su merecido. Pregunto: ¿a ellos para qué les sirve el petróleo si no tienen con qué procesarlo? Ni carros ni aviones tienen esos ambiciosos. Y violentos, ¡cuidado! porque eso sí son. ¡Malignos! Lo único que saben es envidiar a quienes lo hemos hecho bien: ahora están acusándonos de robar ríos, montañas, bosques...


El hambre que traen les achicharró el cerebro, no hay otra explicación. A pesar de ellos los estamos ayudando, ahí tenemos oenegés tratándoles sus adicciones a las bombas molotov, a las piedras y a otras basuras... Les hemos tratado con drones y cohetes teledirigidos. Por ejemplo, en Afganistán esa terapia ha dado resultados y ya estamos transfiriendo terapeutas a otros continentes. Para finalizar mi respuesta a su pregunta, le hago una confidencia: hemos concluido que hay mucha desgraciada gente. Y que lo mejor es que no sepa que es desgraciada. Entonces les estamos robando el contenido cerebral y haciéndoles creer que sus verdades son relativas y que hasta la verdad contra nosotros es mentira. ¡Santo remedio!  (mayo 2020-

 Editorial

LA ESKINA llega a su edición 100
Por Claudio Anaya Lizarazo, LA ESKINA global
Bucaramanga, Colombia.
Es todo un motivo de festejo, anunciar a nuestros lectores la llegada de LA ESKINA  a su edición número 100. Ediciones que han quedado agrupadas por las circunstancias que se nos han presentado con los años, así: Se han publicado 36 ediciones de LA ESKINA cartel poético, ISSN 1900 – 4168, en soporte de papel, de junio de 2002 a diciembre de 2009, en su primera época, correspondienes a los números del 1 al 36; y 36 ediciones de LLA ESKINA periódico cartel, ISSN 1900 – 4168, en soporte de papel, de marzo de 2017 a febrero de 2020, en su segunda época, y correspondientes a los números del 37 al 72, y cuyas ediciones de la 69 a la 72, se hicieron en formato de “tabloíde menor“ a cuatro páginas. Esfuerzo editorial que se vió frenado por las condiciones de aislamiento derivadas de la pandemia del Coronavirus (Civid 19); lo que nos llevó a acogernos a LA ESKINA virtual, proyecto alternativo que veníamos desarrollando desde enero de 2019, (y al blog LA ESKINA virtual), llegando a su edición 27 con la publicación de enero de 2021.
Ante la incertidumbre social, económica y política, que nos sigue planteando la pandemia, decidimos continuar con el proyecto cultural LA ESKINA, por los medios virtuales, dada su economía y su versatilidad en cuanto a la difusión, por lo cual, con esta edición número 100 de LA ESKINA, reunimos todas las mencionadas y anteriores épocas, integrándolas en una sola numeracion: la número 100.
LA ESKINA es un periódico cultural con énfasis literario, que nace de la necesidad de canales de expresión de los escritores regionales, y de creadores y gestores de otras áreas del medio artístico y cultural. En sus primeras 72 ediciones, fue una publicación en soporte de papel, con tamaño de 28 centímetros de ancho por 42 centímetros de alto, impresa en tinta sepia, e inspirada en los carteles murales que se pegaban en las esquinas de la Bucaramanga de mediados del Siglo XX, con variada información publicitaria, funeraria y cultural; estos carteles fueron un medio alternativo a la radio, a los periódicos y a la entrada de la televisión en ese entonces, y que muy seguramente venían usándose desde siglos anteriores como medio de información pública.
En su primera época, comprendida por sus primeras 36 ediciones, se publicó como cartel poético,  impreso sólo en la carátula, e incluía a un poeta importante, (poemas del autor, reseña sobre su obra, y fotografías).
En su segunda época evolucionó a periódico  cartel, reiniciando con el número 37 y llegando hasta el número 72, ediciones ya impresas por sus dos lados, carátula y respaldo. Es característico de esta segunda época, la conservación de la carátula para el escritor, artista o gestor invitado, y, el respaldo, para la publicación de ensayo, cuento, poesía, crónica, reseña, comentario y noticia cultural.
En su tercera época, LA ESKINA llegó al diseño virtual, al encanto del color y a una buena gama de recursos tecnológicos que nos acercan a las exigencias del público en general y a diseños más estéticos. Se hicieron 27 ediciones entre enero de 2019 y enero de 2021, conservando la estructura general de la anterior segunda época, para llegar al momento presente de esta edición que réune a todas las anteriores ediciones y épocas, en LA ESKINA global 100.
LA ESKINA fue fundada por Claudio Anaya y Javier Félix, el 1 de mayo de 2002 y se publicó en su primera época, hasta diciembre de 2006, con el apoyo editorial de Daniel Navas, director de (Sic) Editorial, hoy en día, Editorial EL LIBRO TOTAL. Para su segunda época, que se inicia en marzo de 2017, es un proyecto independiente cuyo editor es Claudio Anaya; a este proyecto se vincula Gloria Inés Ramírez Montañez como diseñadora y diagramadora, y Sic Editorial, que a partir de los diseños digitales de LA ESKINA para medios virtuales, genera LA ESKINA en el proyecto LIBRO TOTAL.
Es importante mencionar también, que LA ESKINA ha agrupado como colaboradores en diferentes momentos, a personas de variadas áreas y medios, de las cuales quiero mencionar a: Carlos Lizcano, Jaime RojasNeira, Eduardo Cordero, Wilson Bejarano, GloriaElena Carrillo, Antonio Acevedo, Mireya Valbuena, Idania Ortiz, Raúl Moreno Jeréz, Claudia Mantilla, Rina Cecilia Contreras, a quienes les manifestamos nuestro  agradecimiento y aprecio. 
Adelante, apreciado lector, tiene en sus manos una obra en marcha que se está constituyendo en una historia de la literatura en Santander, y dispuesta a las creaciones culturales y artísticas de cualquier lugar del mundo; prueba de ello es la publicación y difusión que hemos hecho de la obra de gran cantidad de autores, creadores y gestores en diferentes áreas, regiones y países; difundimos cultura por medio de textos cortos y fundamentales, en su característica y ágil presentación de dos páginas cartel, con el apoyo de nuesro blog, atendiendo al perfil del lector contemporáneo en medios virtuales, para quien los textos adquieren el perfil de zonas móviles y dinámicas, dentro de las cuales, LA ESKINA global aspira a proponerse como una ventana más hacia el universo cultural, esa otra corriente de espiritualidad que aún conservamos.

Humo de la voz

LA PERLA EN EL PAJAR

Por Claudio Anaya Lizarazo

En este libro de Juan Gelman, titulado: Miradas, i que reúne 77 crónicas publicadas entre el 18 de octubre de 1998 i el 1 de febrero de 2004, aparecidas en un diario porteño, encuentro el oficio del lector de los asuntos del mundo, ejercido a un nivel magistral; son evidentes las extensas lecturas del maestro como su aguda mirada para darnos en cortas crónicas, una particular semblanza de la obra i la vida de numerosos protagonistas de la gran cultura,  con el valioso aporte al mostrarnos a esas obras i esos protagonistas, a partir de algunos de sus singulares rasgos, parte de la casual o calculada filigrana que las origina, sólo captada por el experimentado criterio de quien ha sabido integrar en una elaborada visión, los oficios de la lectura, la escritura, la conversación, i la reflexión profunda o elevada, demostrando así, la riqueza inagotable de factores que configuran la realidad i los incógnitos caminos de encuentro, entre las obras de arte i el destino de los artistas con su público.

 Su mirada curiosa crea una extensa panorámica del mundo cultural i el arte del Siglo XX, de las relaciones de estos creadores, las más de las veces, difíciles con sus respectivas sociedades, pero sobre todo con el mundillo político. Se aprecian los caminos tortuosos para el parto i la difusión de las ideas renovadoras, también el éxito de algunos, pero, sobre todo, la lucha del espíritu por desentrañar los nuevos sentidos de la realidad, i a su vez, generar el hecho estético. Nos sorprenden los ángulos tan particulares desde los cuales Gelman hace sus apreciaciones, la fusión entre su óptica original i acuciosa i los elementos constitutivos de la obra, como ocultos engranajes.

Grato magisterio el del lector que, asumiendo la lectura de las obras importantes (lo que en realidad, además de la Naturaleza, vale la pena en el planeta), ofrece a los lectores esa compleja unidad para nuestro conocimiento i sorpresa, como sólida base que permite acceder a  criterios más maduros sobre las obras i sus autores; grato magisterio el de insertar en los periódicos, en medio del terreno farragoso de las malas noticias i de la publicidad abrumadora, esas casuales columnas que como perlas, con su lectura, iluminaron algunas fechas de nuestros calendarios.

cofundador del grupo poético “El pan duro”, secretario de redacción de la revista Crisis, dirigió el Suplemento Cultural de La Opinión, fue jefe de redacción de Noticias, traductor de la Unesco, i colaborador de Página 12.

Su obra se inscribe dentro de un Realismo crítico e intimista, conformado por los ámbitos de lo cotidiano, en donde resalta el tono político de denuncia i la indignación ante las injusticias. De sus libros de poesía, destacamos: Violín y otras cuestionesEl juego en que andamosVelorio del soloGotánSefiní o Cólera BueyLos poemas de Sidney West. Otras obras son: Citas y comentariosHacia el SurComposicionesCarta a mi madre; y País que fue será.

Juan Gelman recibió numerosos premios i reconocimientos, entre ellos: Premio Nacional de Poesía en 1977; Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2005; Título de Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. En el año 2007 obtiene el Premio Cervantes, el más importante premio en Lengua Castellana; i en 2009, la Asociación de Poetas Chinos le concede el Premio Antílope Tibetano.

ACONTECIMIENTOS (fragmentos- 27 de julio de 2000)

Por Juan Gelman (del libro Miradas)

¿Qué atrajo del cine y la fotografía, en apenas sus inicios; a grandes escritores? ¿Sus representaciones, tan <no naturales> como las de la escritura, pero más <reales>? ¿La posibilidad de estudiar con la vista lo que el ojo del espíritu no ve? Mucho antes de Walter Benjamín o Roland Barthes, Marcel Proust daba importancia, en vida y obra, a la imagen fijada. Era un ávido coleccionista de fotos de amigos y conocidos, capaz de sobornar a una mucama para que le trajera, robándola, una de la joven Jeanne Pouquet. Y en 
A la sombra de las muchachas en flor dice: <Hay placeres como fotografías. Lo que se capta en presencia del ser sólo es un negativo, se lo desarrolla más tarde, en casa, cuando se tiene a disposición ese cuarto oscuro interior cuya entrada está “prohibida” mientras se ve a la gente>.
*
Marey investigaba el vuelo de los pájaros y en 1882 inventó una cámara que permitía registrar una serie de desplazamientos continuados de las aves. En 1894 adosó una suerte de cámara cinematográfica a un microscopio para detener en imágenes la actividad de las células. Muybridge, empeñado en demostrar que hay momentos en que un caballo levanta al correr las cuatro patas del suelo, imaginó en los años 1880 el zoopraxiscopio, un proyector que mostraba en rápida sucesión fotos impresas en un disco de vidrio rotatorio que producían la ilusión del animal en carrera. Hay varios pasajes de A la búsqueda del tiempo perdido en que la dinámica visual del movimiento se expresa en segmentos verbales de agilidad acrobática. Por ejemplo: la descripción de los siete puñetazos que Saint-Loup, compañero de Marcel, recibe en la pelea callejera con un hombre que se lo quiere levantar. O las varias posiciones de cabeza de Albertina cuando un Marcel nervioso intenta besarla. En todos los casos, científicos o literarios, se trataría del viejo sueño de detener el tiempo tangiblemente en un pedazo de materia, película, papel, cartón. Como si fuera posible retrasar la muerte.
*
Paul Valéry fue, tal vez, quien mejor definió la fascinante relación de la escritura con la imagen fija o en movimiento, siempre remedo de la eternidad. Dijo en la Sorbona, en 1939, con motivo del centenario del nacimiento de la fotografía: lo que capta la imaginación del poeta es el momento en el cuarto oscuro en que la imagen latente comienza a aparecer, ese momento emocionante –bautizó– <del acontecimiento en estado visible>.

PANDEMIA, CRISIS ECONÓMICA I CULTURA

Ponencia de LA ESKINA en la Sexta Jornada de Publicaciones Culturales, realizada el 23 de noviembre de 2020, por la Universidad Autónoma de Querétaro, México, a través del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias.

Por Claudio Anaya Lizarazo

Nos correspondió vivir en una época interesante, quizá, de las más interesantes por las que ha transitado la humanidad, porque, no obstante, los grandes problemas que se vivieron en el Siglo XX i los que este siglo arrastraba del anterior, en su segunda mitad vimos grandes cambios en las actitudes de extensos sectores de población con respecto a la vida i al planeta. Dos ejemplos, entre tantos: la generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial, con el movimiento “Jipi” i el legado de algunos precursores como científicos e intelectuales, empezaron a configurar la cultura ecológica; i, los hijos de Mayo del 68 en Paris, conocieron e impusieron una libertad de conciencia i de rebeldía que aún hoy sobrevive a pesar del avasallador oleaje de la contracultura electrónica i la tribalización, impuestas por el consumismo convertido en hueca ideología i por una educación afincada en el culto a la cifra, con los objetivos del dominio sobre la materia i una exorbitante como suicida super-acumulación de capital, que ha generado las más desiguales e injustas sociedades a nivel mundial, pues las políticas que antes se aplicaban a los países pobres i dependientes, ahora se aplican al interior de los autodenominados países desarrollados. Uno de cuyos puntos críticos de roce social, es el desmonte de los sistemas sanitarios a nivel mundial, i que hizo aguas en esta pandemia, demostrándose así, principalmente, dos cosas: uno, nuestra fragilidad como especie, i dos, nuestra impenitente obediencia a órdenes, normativas i prácticas contrarias a la preservación de la vida i, a la honestidad i coherencia en los discursos públicos; pues estamos en mitad de una pandemia, pero igual, estamos en medio del pozo de la cultura tecnológica oficial que equivale, a la subcultura de las mentiras políticas.

Referencio esta panorámica generacional, porque es una época que está de relevo i ya es legado cultural en su mayor parte, que sobrevive en los últimos de sus integrantes i en la gran cultura artística i literaria que produjo esta generación. Este relevo generacional se da “¿coincidencialmente?” con el final de una época o con el cambio de mundo o de situación, que nos impone la peste de esta última versión del Coronavirus.

El ánimo que motiva este comentario sobre la pandemia, no se centra en el virus, del cual, gracias a los científicos, ya hemos logrado conocer una franja de sus particulares condiciones genéticas. Prefiero aprovechar el tema que nos convoca, para hacer mención sobre el manejo político que se le ha dado, i sus implicaciones en el orbe económico i cultural. El manejo que en la mayoría de países del mundo se dio como respuesta a la pandemia del Coronavirus, a grandes rasgos fue el que se temía, i ustedes ya conocen, pero que comento de manera panorámica: uno, manipulación de grandes presupuestos para una hipotética refinanciación del sector industrial, comercial i bancario, supuestamente para proteger empleos; dos, multimillonarias compras en arsenal antimotines, con la falsa razón de que al evitar las marchas multitudinarias se impedía así esa vía de contagio, pero cuyo más íntimo motivo es el de dispersar el caudaloso proceso social de protesta desbordado desde el segundo semestre de 2019, no sólo en Latinoamérica sino en numerosos países del mundo, incluido los estados unidos, en donde a las protestas de las comunidades negras por la brutalidad policial que los está asesinando sistemáticamente, lo cual se acerca ya a un genocidio, se suma la inconformidad de las clases medias por el derrumbe de sus condiciones económicas i el desmonte del sistema sanitario; tres, la ayuda económica de los gobiernos a los sectores más desfavorecidos, representada en famélicos mercados i exiguos abonos monetarios, cuya finalidad principal es la de aceitar en esos sectores su caudal votante, disimulando así por vía administrativa i de antemano, la implícita compra oficial de votos i el círculo vicioso de favores recibidos, con el cual, los políticos corruptos logran mantenerse en el poder.

El resumen que se puede extractar de las estadísticas que han publicado diferentes instituciones i entidades de nivel nacional i mundial, es que, hoy en día, en medio de la pandemia (pues según nos informan las autoridades médicas, estamos afrontando una segunda ola de contagio, i que podría presentarse una tercera, con cepas mutadas i por lo tanto, de impacto bastante impredecible) en medio de esta  pandemia, decía: gran parte de los estratos medios han ingresado ya i continúan ingresando a la pobreza, cifra que algunos estiman en un promedio de 1.600 millones de nuevos pobres en todo el mundo, agregados a los que ya vivían en la pobreza extrema antes de esta pandemia. Datos que nos llevan a pensar en la ampliación de la base de miseria en la población mundial i en una importante reducción de los estratos medios, con la quiebra de innumerables empresarios i la subsecuente pérdida de empleos, contrastando lo anterior con la soberbia acumulación de capital del sector financiero, de los globalistas de las telecomunicaciones, de las farmacéuticas, de la industria del armamentismo, entre otras exclusivas minorías. Lo cual nos pone ante la panorámica de sociedades aún más desiguales e injustas, i ante el abismo de nuestro propio miedo.

La actual crisis del Coronavirus no viene sola, está acompañada del caos ecológico como manifestación de un planeta que, agotado, se asoma al borde del colapso por la sobreexplotación de sus recursos i la contaminación; acompañada de la entrada en escena de la inteligencia artificial que ocasionará una altísima tasa de desocupación laboral con sus drásticas consecuencias sociales i económicas; acompañada también de la crisis financiera de un sistema capitalista al cual se le acaba el teflón i que para sobrevivir tiene que reinventarse con postulados falsos que le sirven para salir del paso, pero que en última instancia lo que hacen es agrandar el tamaño de la burbuja, ya de por sí, inmanejable, a punto de explotar.

Ante las necesarias i obligatorias medidas de aislamiento que nos impuso la pandemia, gran parte de las actividades laborales, comerciales i culturales se desplazaron hacia los medios virtuales, para no regresar ya más. Es en estos medios, en donde se están presentando también las manifestaciones culturales, la creación artística; quizá por efectos de la pandemia que ocasionó un aumento de la vinculación de proyectos culturales a estos medios electrónicos, personalmente he percibido durante esta crisis, una relativa cualificación; i es en estos medios, en donde tendrá que adelantarse la renovación de la cultura y tendrá que ejercerse el papel renovador del creador artístico, del gestor cultural, y sobre todo, el papel crítico de los intelectuales.

Ante el panorama pospandémicio que se ofrece a los artistas e intelectuales, me formulo las siguientes preguntas: 1-¿Acatarán los nuevos creadores, gestores e intelectuales, los cánones técnicos de la cultura electrónica que continuará con su pretensión de uniformizar  a todas las personas, i extirpar los tímidos asomos de lo autóctono? 2-¿Ingresará la humanidad a una nueva era de primacía de los sentidos, de las urgencias glandulares, en desmedro de la razón i de lo autóctono? 3-En la práctica de una vida desplazada hacia el orbe de lo virtual, al servicio de la cultura material, ¿se perderán los legados de la razón, el aporte de las humanidades i el arte, en la construcción de sociedades más humanas?

Algunas fotografías fueron tonadas de internet:https://www.google.com/search?=siluetas+de+mujer+en+la+ventana&rlz=1C1SQJL_esCO858CO858&tbm=isch&source=iu&ictx=1&fir=-rbmgPe-Y16J1M%252CEPlC4f6yl2E6yM%252C_&vet=1&usg=AI4_-kSRwXqRkyKVklUp5ppP8FIBP1ld4A&sa=X&ved=2ahUKEwjkx4HUz9buAhUpvlkKHaVdDRcQ9QF6BAgMEAE#imgrc=-rbmgPe-Y16J1M

https://www.google.com/search?q=escaleras+de+la+iglesia+de+notradama&rlz=1C1SQJL_esCO858CO858&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=2ahUKEwiUzNnL0NbuAhXPs1kKHUbeBXwQ_AUoAXoECA4QAw&biw=1517&bih=631

https://socialismorevolucionario.cl/2019/09/28/por-un-cambio-socialista-no-un-cambio-climatico/


 LA ESKINA global

proyecto cultural y educativo.
Dirección: Claudio Anaya Lizarazo.
Diseño: Gloria Inés Ramírez Montañez
Bucaramanga, Colombia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario