LA ESKINA global , periodico cultural

lunes, 4 de diciembre de 2023

LA ESKINA global 132

  LA ESKINA global ISSN 1900 – 4168

No.132 octubre de 2023, laeskinavirtual@gmail.com; http//bloglaeskinavirtual.blogspot.com; WWW.ELLIBROTOTAL.COM; Bucaramanga; LA ESKINA: Gloria Inés Ramírez M. (diagramación y diseño); Claudio Anaya Lizarazo (edición y dirección).

©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.
Edición a cargo de Gloria Inés Ramírez Montañez

PÁGINA 1

DESCRIBE TU ALDEA Y SERÁS UNIVERSAL” 
León Tolstoi.

Por : Gloria Elena Carrillo
Claudio Edgar Anaya, escritor bumangués, nos sorprende gratamente con su última producción literaria: Aula Máxima bar.

El escritor nos propone en este, su nuevo libro una lectura amena, divertida irónica, inquisitiva, voyerista y de una riqueza en formas literarias que el lector tiene la sensación de estar en clase de teoría literaria; pues, permite conocer a través del relato, la visión de mundo de 15 personajes, que entran al bar de Aula Máxima a conversar con su único interlocutor: el barman. Este personaje le da vida al bar y a la historia que cuenta la época, la política, la cultura y el arte que vive la ciudad de Bucaramanga, en los años ochenta y noventa del siglo XX.

No es un libro testimonial, es un libro de relatos, mezcla de realidad y ficción, “Aula Máxima bar”. El escenario es un bar, un cóctel y un Barman como el personaje principal; quien ofrece el licor, ambienta la charla y propicia los recuerdos y las respuestas a interrogantes, inquietudes, formas de ser que llevan consigo los personajes, esos individuos que se han dedicado con pasión a leer, escribir, pensar, conversar, proponer, criticar, juzgar y en pocos casos actuar.

El escritor Claudio Anaya, a través de su personaje central informa, quién llega al bar y cómo es, enseña la preparación del cóctel le da nombre y la referencia histórica con los ingredientes; es suspicaz este Barman; no sólo se muestra atento para servir, provoca con su comentario al personaje, ese que al atardecer, busca en el bar el espacio propicio para conversar y recordar que hubo un tiempo mejor, o esa es la sensación, al oír su añoranza.

Es un bello e interesante ejercicio literario y pedagógico, porque recrea a los personajes, los muestra en su estado natural y conversa con ellos sobre temas, que atraen la curiosidad, no sólo para el lector de literatura, sino para aquel, que encuentra en el bar, licor, música y bohemia. El Barman prepara el cóctel e inicia un diálogo en donde el personaje es el interlocutor, el que propicia su conocimiento y se deja ver en toda su dimensión: ¿cómo piensa? ¿Qué tanto conoce del oficio que representa?, ¿sobre qué argumentos soporta sus ideas y conceptos?, y la fragilidad que lo acompaña.

Entonces, el papel que desempeña el Barman, es el de un oficiante de la palabra; está para oír y a través de esta charla, dar al lector, la idea genial de hacer de la conversación un instrumento, que permite al personaje sentir que se le escucha con atención y seriedad.

El mismo escritor Claudio Anaya, en Gajes de Oficio, libro de ensayos que publicó en el año 2011: comentarios sobre literatura y realidad, pág. 57. Nos afirma sobre la conversación:

      “Nos gusta hablar porque somos incapaces de escribir o necesitamos escribir porque somos incapaces de hablar en público, de todos modos, hacemos catarsis por medio de la palabra para recrear, recordar, y a veces para tratar de reconstruir nuestro mundo, nuestra vida… ¿habrá algo más delicioso que la despreocupada conversación sobre temas, libros y asuntos, donde muchas veces uno no tiene nada que decir, pero sí mucho que oír?”

Aula Máxima Bar, contiene 15 relatos, cada uno tiene el nombre de un cóctel: Caruso y lo acompaña un subtítulo. (un libro lleno de sol) /Dry Martini (más amargo que el ajenjo) /Negroni (el talento es una flor silvestre) / Side Car (historias que la gente cambia) / Margarita (ella quiere ahogar su tragedia) Satanás (retrato del fraile sibarita/ y, así hasta el último relato, con el nombre del licor más común y popular: Cerveza (la cometa incendiada), los 15 capítulos, que componen el libro.

Este libro como los cócteles es una mezcla, en donde el autor muestra a cada personaje desde su forma literaria; quiero decir, el que escribe poesía, el de novela histórica, el cronista, el más panfletario, el lector y gestor cultural; además, mezcla realidad y ficción, recrea a los personajes, nos crea un bello espacio para conversar, llamado Aula Máxima Bar, ironiza, describe, vemos la imagen, hay poesía, narra, cuenta, y da la receta con la historia real del cóctel.

Todo con el toque especial, de un escritor que se ha hecho a través de la vida y de la lectura de los grandes escritores de la historia de la literatura universal, nacional y Local, pero que además ha hecho de su trabajo literario, arte y hoy lo apreciamos en esta obra que nos lega y que incita a la buena lectura. Como dice el escritor Harold Bloom, en su libro: Cómo Leer y Por qué, primera edición para América latina en agosto de 2000.

      “Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad…lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo…”

Aula Máxima Bar nos devuelve la historia, nuestra historia cercana convertida en literatura, rescatada a través de la conversación y de la memoria oral, pero finalmente convertida en escritura literaria.

El Barman, como personaje central y voz narrativa, prepara de manera especial para la personalidad y carácter del personaje, un cóctel, es especialista en escuchar, por eso se acude al Bar, a beber y a conversar su propia historia y a través de sus ojos, nos muestra la ciudad; que es la historia de todos. Es la visión de hombres y mujeres que la sufrieron o amaron, desde sus lecturas, escrituras y propuestas sean poéticas, narrativas o políticas, en las que no sólo está la ciudad, sino el país en pleno; porque los hechos y sucesos, que conforman una época trascienden las fronteras, se impulsan y se recrean para vivirlos casi de la misma manera en todas partes. El escritor Ruso León Tolstoi, lo dice de la siguiente manera:

      “Describe tu aldea y serás universal, porque la Humanidad es muy parecida en el más profundo sentido. Somos víctimas de las mismas pasiones, del amor, del odio, de la amistad o del honor”.

Claudio Anaya a través de los personajes de aula máxima bar, nos muestra la Bucaramanga de los años ochenta y noventa; Es una idea genial del autor, narrar para la ciudad un ambiente cultural en un bar. Desde el significado: las palabras Aula Máxima Bar, son contradictorias; en sentido pedagógico Aula Máxima; es espacio de formación y aprendizaje, y bar lugar donde ebrios y pendencieros solitarios, incomprendidos llegan a descansar, a ocultarse un poco y olvidar; en este espacio de fabulación que es el Bar, se ambienta la palabra a través de un cóctel y los personajes no quieren olvidar sólo recordar, añorar, conversar, pensar las circunstancias para comprender los hechos. Se detiene el tiempo en cada charla, se escucha entre la buena música al personaje y al Barman que conversan.
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Hay claridad en la voz narrativa que muestra la ebriedad en el narcisismo, cada uno es un ser especial y se lo creen, los personajes que entran al bar son tratados con especial dedicación. 

El espacio imaginado le posibilita al personaje su arrogancia, se siente diferente; ¿mejor que otros? ¿Tal vez?, el Barman, no lo dice y lo es; todo el que lee, escribe e interpreta su mundo a través del arte es diferente en esta sociedad, donde leer, escribir, hacer crítica es un ejercicio de pocos. En Aula Máxima Bar, se oye, esta ausencia social:  falta de espacios culturales, falta de rigor en las propuestas literarias, falta de escucha, de escritura, de crítica.   Sin lugar a dudas; Aula Máxima Bar, es el espacio que todos añoramos en ésta y en todas las ciudades.  El lugar para conversar de manera inteligente, sobre los temas de actualidad que tanto nos inquietan, política, historia, memoria, literatura, arte; instrumento que tiene la posibilidad de rescatarnos de la barbarie que asola nuestro espíritu.

Aula Máxima es un Bar que se resiste al olvido, pasan por allí, personajes y escritores, que dejaron huella y actuaron conforme a su pensamiento; hoy algunos de ellos ya no están, es el caso del relato y cóctel Caipirinha (Regreso en olor de azucenas), aquí se evoca “un treinta uno de octubre, el Barman en soliloquio dice “que aún no comprende los acontecimientos de esos días”.  Nos deja ahí con la incertidumbre para darle la bienvenida al personaje que se acerca,

“llega el escritor Melquiades, autor del libro relatos de viajeros, i de la novela Asuntos de un caballero Disoluto” pregunta “¿Entonces este es el bar donde se reúnen los escritores”? pág. 107.

Otro personaje llega en ese momento.  Con él, se muestra ese tiempo nefasto del que somos testigos, porque vidas valiosas desaparecen.

“…Levanté los ojos i creo recordar que salté…Pues estaba ante mí  al otro lado de la barra mi amigo Chucho Peña, con su infaltable viscera i su sonrisa socarrona”

“Apuesto a que ya ni se acordaban de mí – dijo - i reía con ganas al ver la expresión de incredulidad i asombro en mi rostro…”

Hay, en este libro un gusto literario de alto nivel, la seguridad que nos hacía falta a los lectores de esta ciudad; porque al avanzar en la lectura, Usted, lector, se adentra en un espacio de conversación literaria y se pasea por grandes escritores de la literatura universal, como es el caso del relato llamado Satanás: así se llama el cóctel que le prepara el Barman al fraile; no sólo por la ironía, tan graciosa y alegre: (Para un fraile, un cóctel llamado satanás), sino por lo elevado de la conversación.  Se diserta sobre la vida, la muerte, la religión, la filosofía, la ciencia y se duda de ambas, a través de escritores como: Stefhane Lupasco, Roland Barthes, El erotismo de George Bataille, Stephen Hawking y muchos temas más, que le dan altura y seriedad a ese discurso y al cóctel que lo precede. “Satanás, incendiado en la boca del fraile”, una bella y poética imagen para un personaje diverso, conocedor del mundo y de los hombres.

Finaliza este libro con el relato llamado Cerveza (la cometa incendiada), ¿cuál de nosotros, de los que estamos y leemos y los que no, sintieron el enorme placer de elevar al menos una vez en la vida una cometa y la urgencia de armarla con sus propias manos, para soñarla, darle color, alas, ir en grupo haciendo algarabía, encumbrar, hasta sentir que volar era así de fácil y llegar hasta las nubes era posible; siempre en esa conversación silenciosa entre el cordel, las manos y los sueños.

Claudio Edgar Anaya, con este relato, no sólo nos lleva hasta esa infancia y adolescencia nuestra, nos pinta y dibuja el barrio en el que crecimos y volvemos a vernos allí, unos y otros; los unos con recuerdos felices, pues la infancia y adolescencia temprana es nuestra patria libre; y otros, con sus añoranzas y vergüenzas, que también hacen parte de esa patria que nos pertenece y que elegimos vivir, o los que salimos y fuimos, o los que se quedaron en esas actividades juveniles y también fueron de otra manera. 

Aula Máxima Bar, reconstruye la historia de la ciudad, a través de los hechos y actividades que se sucedieron en la época; no sólo las literarias, también las políticas, esas actividades que en los 80, despertaron a toda América y la libertad se volvió la palabra clave de la existencia, por ella muchos se jugaron la vida y la perdieron;   

“Juego mi vida, cambio mi vida, de todas maneras, la llevo perdida” León de greiff.

Esta obra literaria evoca la historia conocida y se la recuerda al lector, repasarla y volverla viva, es la tarea de todos.  Resistir a lo banal, a lo frívolo, es la propuesta de nuestro escritor.  

La estructura de Aula Máxima Bar, desde mi punto de vista tiene tres elementos que proponen una mirada nueva de hacer literatura de gran calidad:  primero; se rompen las fronteras entre las distintas formas literarias, segundo; al ser una mezcla se crean híbridos entre el relato, cuento,  crónica y, tercero; la realidad, logra confundirse con lo imaginado y, así se recrea un espacio libre y neutral, donde el cóctel, tiene tanta importancia como la historia del personaje que se acerca al Barman y él, lo rescata a través de la conversación para que el lector lo  perciba lo reconozca en toda su soledad, añoranza y  pueda identificar ese sentimiento que se ha ido arraigando de saberse aislado;  todo cambió, ya no hay dónde ir, que no sea ruido y frivolidad. 
El Barman, escucha, siente la soledad del otro que de alguna manera es la propia: encontrar con quién conversar, sobre los temas claves que agobian a los escritores de hoy.

Así que quien entra a Aula Máxima Bar, encuentra la posibilidad de una conversación de altura, de nivel. El Barman personaje central la propicia y hace las preguntas claves, buscando que el personaje real, animado por el cóctel, cuente su historia, su desaliento y encuentre eco, desde el comienzo hasta el final. 
 
Finaliza esta bella obra literaria, de gusto estético con una mirada inquisitiva, que interroga al lector, hace que piense su mundo; su propia historia se refleja en el libro Aula Máxima Bar, como un espejo que devuelve la imagen, para afirmar que es la literatura la que muestra el devenir de los pueblos, sus aciertos y equivocaciones, sin juzgar. Sólo muestra y recuerda que es necesario el arte.

“Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo…”. Miguel Delibes

leer, lo nuestro es identificarnos en un espacio y un tiempo, que nos determina y nos hace sujetos culturales y hacedores de paisajes.

Queridos lectores, los invito a ese lugar soñado: Aula Máxima Bar, en sus páginas se inmortaliza nuestra historia, la historia de todos; la de generaciones pasadas y futuras ahí, se encuentra la voz que se resiste al olvido, 

Gloria Elena Carrillo
Escritora y Licenciada 
en Lingüística y literatura
Julio 30 de 2023

Esa crónica es puro cuento

(prólogo)

 Por Julio César Correa

Literatura y bohemia es una mezcla indisoluble, estrecha y hasta natural, si se quiere. La historia está cargada de ilustres personajes de la literatura que pasaron buena parte de sus días, sentados en un bar, borrachos o, simplemente, observando y bebiendo de ese entorno siempre salpicado de anécdotas, rumores y rencillas que en no pocas ocasiones terminarían en riñas o insultos de alto calibre. Pero no solo de la literatura, en términos generales, un bar acoge con generosidad a personajes de distinta índole. Lean, por ejemplo, la historia detrás de El Café Automático, en Bogotá o, el más ilustre pasado del famoso Bar La Cueva, en Barranquilla, donde solía reunirse un grupo de entusiastas y bohemios amigos, entre los que figuraría Gabriel García Márquez, Cecilia Porras, Álvaro Cepeda Zamudio y Alejandro Obregón.

Y en cada ciudad y en cada país habrá un bar, un café o un lugar que posibilite el encuentro de personajes ilustres y no tan ilustres. La lista se haría interminable. Sólo se mencionan algunos, más por su historia, su pasado, y por la presencia de algunos personajes que le darán un brillo posterior, al haber alcanzado cierta gloria, como en el caso de los escritores. En Bucaramanga, al menos en mi época, no recuerdo alguno que tuviese esa connotación. Quizás, se pueda mencionar aquél que se llamó El Patio. Allí, hubo visita frecuente de artistas, escritores en ciernes, poetas, escultores y demás personajes que hoy recoge Claudio Anaya en “sus memorias” de Aula Máxima-Bar. Pero, me parece que no alcanzó a tener la historia y el vuelo suficiente para convertirse en ícono de cierta rebeldía o espacio para la bohemia, como ocurrió en otras ciudades. Y ello ya dice bastante de nuestra cultura local.

La literatura y el alcohol satisfacen la mezcla propia de esos cocteles que se preparan sabiamente en Aula Máxima-Bar; pero, igualmente, es una rara mezcla de sabores exclusivamente humanos: alta sensibilidad, agudo sentido de la observación, capacidad de escucha atenta, -cosa extraña entre escritores-, y un gran sentido crítico que, en muchos casos, como en el presente, se desdobla en una profunda ironía que podría fácilmente confundirse con otra emoción que no armoniza, muchas veces, con el gusto del otro, quizás porque terminaría siendo reducido a broma o a chiste. Tal vez, eso ocurre con algunos personajes que pude identificar a lo largo del texto y que, por haber vivido en Bucaramanga, pude conocerlos y reconocerlos casi de inmediato. Quedan por fuera algunos, sin que el propósito –creo yo- haya sido agotar la fauna local y su bestiario de personajes que ilustran y aportan a la región, más allá del retrato que hace el dibujante, barman y escritor del texto.

Pero, a esa mezcla inicial de literatura y alcohol habría que agregarle algunos otros ingredientes para que el coctel esté mejor logrado. Un poco de sentido del humor bien surtido con algo de ironía, para agregarle al final unas cuantas gotas amargas de crítica social, más unas hojitas salpimentadas de la picaresca local, y así se obtendría la mejor bebida que se pudiese probar en un bar de quilates como el Aula Máxima-Bar, un verdadero pub inglés, donde incluso Hemingway se sentiría como en casa y apostaría por un trago, mejor que el mojito o el daiquirí.

El barman, al menos el que nos presenta Claudio, es un juicioso conocedor de la coctelería y sus posibles efectos; pero, además, éste sujeto, una extensión-proyección del mismo Claudio, es un conocedor de la condición humana. Este barman ha ido aguzando su perspicacia, su ingenio y su sentido del humor, a veces intercalado con la sutil o descarada ironía. El sentido de la observación, apenas evidente, ha ido en evolución con los años y apoyado en su oficio de fino observador de la realidad que le envuelve hace años, hecho que le ha permitido desnudar, en sus más íntimos prejuicios, el alma santandereana. En la mayoría de los textos que componen el libro -15 en total- se puede percibir esa relación de ida y vuelta, ese cuestionar necesario su misma condición y la del variado grupo social que se fue conformando en el entramado sociocultural, y que hoy llamamos “ser santandereano”.

La cita en este bar, -extensión de esa particular idea según la cual algunas universidades funcionan como grandes parqueaderos con cafetería o las no tan famosas universidades de garaje; en este caso, un alma mater con bar incorporado, nada lejos de la realidad- es una cita de obligado cumplimiento, puesto que los fines de semana, el encuentro en un bar es apenas un asunto que se podría etiquetar como de encuentro social, para pasar el rato, disipar emociones o, por puro esnobismo, tal y como se maneja hoy y se publicita en las redes sociales. Creo recordar que, cerca de alguna universidad local, funcionaba un bar con nombre bastante llamativo. Hubo otros lugares a los que asistí, de manera personal, -tiendas de barrio, se diría en tono sarcástico-, donde se surtía de cerveza a sus clientes, por lo general, estudiantes y lugareños.

En Aula Máxima-Bar nada es más emocionante que poderse encontrar con Juan José Arreola, Gómez Valderrama o cualquiera de esos sutiles escritores que cifraron su existencia en el fondo de una copa, en un vaso de whisky o en una cerveza. A Bukowski lo dejaría sentado en una esquina, a lo mejor con una dama que le hace compañía, mientras lanza escupitajos a diestra y siniestra. Löwry estaría allí sentado o quizás medio adormecido en una mesa esperando el rugido de algún volcán de mezcal y tequila. En cambio, Poe andaría de tumbo en tumbo hasta caer de bruces y quedar adormecido en la calle, mirando apenas el colorido cielo de esos atardeceres arrebolados de Bucaramanga. Al final de la barra, nada extraño que el alma de Dylan Thomas se encuentre izando el vaso de whisky, al tiempo que lo agita y lo levanta para saciar su infinita sed y celebrar sus 18 whiskies seguidos, considerados un verdadero record. No importa que ese pudiese ser el último trago. Incluso, Faulkner estaría del otro lado de la barra, a lo mejor, discutiendo sobre la posible composición y mezcla de un buen trago, aunque él prefiriera el whisky,  mientras escribía sus novelas.

Hay algunos aspectos que se deben señalar y que permiten resaltar, entre otros, los aciertos del libro:  Los títulos de los cuentos/crónicas, todos, hacen referencia a cierto tipo de cocteles o tragos, por lo general acompañados de una reseña que lo ubica en su historia, mostrando la ciudad y el posible bar donde se creó la bebida, además de los posibles personajes que frecuentaron esos lugares y ese tipo de bebidas. Los títulos-cocteles se desprenden o apuntan y hacen referencia al título del libro: Aula Máxima-Bar. Igualmente, al hacer referencia a este tipo de tragos, la historia y reseña de la ciudad y el país respectivo, un cierto aire cosmopolita enriquece la atmosfera del libro, de cada uno de los textos, posibilitando, quizás, que el libro no se quede en el ámbito de la parroquia, asunto que no se podría señalar como negativo, puesto que el uso mismo del lenguaje, ya es más que suficiente para que el autor evidencie esos rasgos de calidad que va mostrando a lo largo del libro.  

Otro acierto que se podría señalar tiene que ver con la disposición dialogal de los cuentos/crónicas. Casi todos, por no decir que todos, presentan este tipo de recurso, convirtiendo la presencia de los tragos, el bar, y el ambiente propio de un lugar de estos, en un sitio propicio e idóneo para la conversación y el encuentro, el desafuero y el disfrute de la existencia, más allá del ánimo prevenido de algunos contertulios. El mismo autor reconoce esta condición de la cultura santandereana, en un breve intercambio con uno de sus clientes, aunque más como reflexión:

 Como calló i me llamaron por un pedido, estuve un tiempo alejado de él, cosa que agradecí, pues, aunque me gusta mucho la conversación i en esto no parezco santandereano, pues considero que hablar i tertuliar no es un mal negocio, no me parece cómodo el papel o el oficio de quien hace la terapia al paciente, para ayudarle a sacar los fantasmas i los demonios que lo acosan i lo fustigan cruelmente, desde adentro. (p.24)

Quedan así tres hechos en evidencia: la incapacidad para la conversación del espíritu calvinista santandereano y el deseo ferviente, y nada oculto, de que conversar es, a la larga, un (buen) negocio. Pero, además, abre paso al barman para que se convierta en terapeuta emocional.

Un barman bien podría ejercer como terapeuta emocional, dadas las cualidades que se le adjudican o de las que hace gala, según se le mire. Por lo general, los bares son frecuentados por personas que buscan divertirse, pasar un rato o, bien, escapar de la soledad, de su aislamiento social. De allí que se prefiera el bullicio propio de un bar, la música y el coro de voces que se podría escuchar al afinar el oído y detectar, con cierta facilidad, el ameno cotorreo al que se dedican los contertulios. El barman, ese sujeto que luciendo un atuendo cercano al de un profesional de la salud, permanece detrás de la barra, las mangas de la camisa recogidas, la mirada atenta y el oído siempre dispuesto a escuchar al cliente/paciente recién llegado o al que permanece sentado en la barra, mirada triste y solitaria, volcada sobre el vaso, donde el barman le ha servido un estudiado coctel, un daiquirí o un bloodymary, quizás. Todo depende del cliente y de su estado emocional. “Este oficio me ha enseñado a observar. Cada disciplina aprendida deja algo en el golpe de la mirada, como una liberación parcial o adiestramiento del espíritu, para hacernos más curiosos i precisos. I podemos apreciar i entender mejor la vida”. (p.31)

El protagonista, el barman, es igualmente un experto retratista, y eso lo deja ver en la forma como va describiendo, pintando o dibujando a cada uno de los personajes citados y ubicados en esa atmósfera provinciana que era - ¿es? – Bucaramanga. Además de pintar a cada personaje citado, igualmente, dispone de su lápiz o carboncillo para hacer el boceto y la radiografía de la cultura santandereana, del ambiente artístico propio de la región y así señalar sus pequeñeces y virtudes.

Por este libro van pasando algunos personajes con los que pude compartir, en dicha ciudad, durante los años de juventud. Quizás algunos, como Fray Gil o las damas citadas, no podría ubicarlos con facilidad, pues una cierta bruma emocional, propia de la distancia, nubla mis recuerdos. A dos de los fallecidos personajes los reconozco con facilidad y nostalgia. Chucho Peña, el poeta paisa, a quien apenas empezaba a conocer por ese entonces, y que el barman lo resucita, al menos su espíritu, y lo pone a conversar entre los vivos, es uno de ellos. A Chucho, como se le conocía, lo recuerdo detrás de un atril y ubicando sus poemas a manera de partitura, para luego leerlos, muy a su estilo. Lo veo, todavía, leyendo a su querido Pablo Neruda, en “La Gallera” de la UIS. El otro es Jorge Isidro, con quien tuve la oportunidad de caminar las calles de Bucaramanga y con quien pude asistir a la tertulia del Cuarteto de Alejandría que, por entonces, se reunía en un restaurante de una de las avenidas principales de la ciudad.

Finalmente, el libro que lleva por título Aula Máxima-Bar deja abiertas las puertas para que usted visite el lugar y se embriague con cada uno de sus textos-cocteles, en buena medida, señalado de esta manera, porque cada texto está escrito en primera persona y, desde ese yo, nada disimulado, narra historias que mezclan una enorme cantidad de hechos verídicos con pócimas de ficción, de imaginación y de lecturas personales. Bien podría decirse que el texto que tiene el lector ante sus ojos es un libro de autoficción; extrañamente y de manera coincidente, es una combinación de autobiografía (alta dosis de realidad personal), y cuento (con agregados de ficción), pero que en el fondo guarda un enorme respeto por la verdad.

Aula Máxima-Bar es un libro de cuentos o es un cuento ese libro de crónicas que dibuja una ciudad, que requiere las necesarias sacudidas de los ebrios que salen cada tarde/noche del pub, y en medio de sus delirios, de su efusiva explosión de emociones e ideas, se acerque por fin a la noción de ciudad abierta a las ideas del mundo, lejos de la mezquina condición de aquellos mercaderes que siguen perpetuando ese imaginario de una sociedad sin el aliento necesario de los cultores de la palabra, de los pintores, de los músicos, teatreros y demás artistas que buscan el reconocimiento y el lugar que merecen, en una sociedad que decidió dejarlos en una orilla, al margen de todo, silenciados y excluidos.

Manizales, 11 de agosto de 2022

 Cerveza

(La cometa incendiada)

En  este  bar  he  oído  historias  curiosas  o  singulares; como dijo el escritor santandereano Jesús Zárate Moreno, estamos  llenos de historias, se puede decir que a cada  instante surge una de ellas, sólo es cuestión de ser sensible con el habitual discurrir de la  vida para darnos cuenta del enorme sesgo de interés que pueden ofrecer ciertas situaciones, i ahí está la historia, ahora, como también dijo el escritor  inglés William Somerset Maugham, ninguna  historia,  por  ficción  que  sea,  puede  partir  de  la nada,  nada  se escribe a partir de la nada, i la ficción  tiene  su  anclaje  directo  en  la realidad,  que a su  vez  es  fuente  de  fantasía.  Pienso  en  esto,  porque veo llegar al “Aula máxima-Bar” al hombre de la historia de las cometas, quien el otro día estuvo tomando  con  algunos  de sus amigos i les refería así:

—No creo que exista la historia menuda o los destinos ínfimos, porque los sucesos importantes están hechos de detalles que parecen pequeñas historias  i  porque, estos temas importantes deben su importancia a factores sociales o caprichos políticos  i  mediáticos,  por  esto  captan  la   expectativa general;  más  bien existe, también, la historia oculta, la historia íntima, lo que hemos vivido o hemos visto i no hemos contado, lo que quedó consignado  en  la  actas,  en  las  partidas, aguardando  pacientemente  en  los  anaqueles de los gabinetes, en los laberintos de la memoria… Tardé cerca de cincuenta años para decidirme a narrar este pequeño episodio de mi vida, que me acosó durante mucho tiempo como  un  sutil  fantasma  que  a  veces  dejaba  ver,  con premeditación,  la  última  punta   del mantón blanco que siempre arrastraba en sus apariciones. 

Bueno,  yo como barman he notado en mí, un proceso de potenciación de mi memoria, he oído tantas historias i a diario, que han configurado toda una  estepa de monotonía, i cuando surge una historia singular, inevitablemente queda marcada con fuego en el horizonte de esta estepa, i se convierte  para  mí, en una historia difícil de olvidar. Puedo recordarlas completas i me es fácil encontrar el tono con el que fueron contadas. Cualquiera  vería  en  este  tipo  a un  alucinado,  i  tal  lo  sea,  pero  el  hecho  de  serlo no le quita una brizna de interés a su relato. Ese día, el hombre continuó:

—Su fría e incómoda presencia de réptil me acompañó a lo largo de mi vida, al final de la cual, como en un lejano parpadeo de claridad, entendí que la suma de todo ese malestar, el fantasma que lo ocasionaba, era la señal del enigma que he debido descifrar desde tiempo atrás i tal vez con esto hubiera logrado manejar un poco más a favor las circunstancias en las cuales merodeé a lo largo de los años. En esa época de mi niñez, estaba viendo i viviendo  una  muestra  de  lo  que  iba  a ser el  mundo,  un  adelanto  de  las  actitudes  sociales  que  alcanzan  a  manifestar lo que se agita en las capas más profundas de los seres humanos, i que son indicio de su condición natural antes que de cualquier norma social.  Sin  embargo, la vida también  nos  ha  enseñado  que los frutos caen cuando están maduros, i que el azar no existe, sino que es la manifestación de la presencia i la materialización de cierta conjugación de condiciones, a lo cual miramos  con  los  ojos  de  lo  fatal  o  de  lo  mágico.

El hombre se acercó a la barra i miró en varias direcciones,  como  buscando algún rostro conocido, pero ninguno de sus amigos del otro día había venido. Tal vez le urgía contar otra historia, i  tal  vez  le urgía contar otra historia  porque  tal vez  se  sentía solo. Es lo que le pasa a la mayoría de las personas, por lo menos a las personas mayores, pues los jóvenes se han resignado a un mundo tan pequeño i tan ausente como la pequeña pantalla de su teléfono. El hombre pidió una cerveza bien fría i se acodó en un rincón de la barra. I mientras yo graduaba una selección de música en variados géneros, me parecía oírlo continuar su relato de entonces:

—Todos los años por agosto i por enero, soplaban más fuerte los vientos, pero era en enero cuando por estar en vacaciones, podíamos aprovecharlos mejor. Nuestro barrio estaba ubicado en uno de los dedos de esa ciclópea mano de arcilla, que, con paciencia millonaria en años, han tallado las aguas que escurren de los cerros orientales de nuestra ciudad, i que hacia el occidente rematan la meseta de Bucaramanga. Es difícil contar la historia de un barrio  por medio de hechos i acciones que no  tuvieron  protagonistas  que  no fueran el alma colectiva,  e infructuosamente queremos contarla por medio de algunos de sus personajes, que no  alcanzan   a   ser  personajes  sino  sujetos  de  una  acción  de  la cual ellos prácticamente no tenían conciencia. Aunque para este caso, a pesar de estar implicadas muchas personas, no hay personajes relevantes ni caras definidas; esta historia es la historia de una intención que hoy en día, transcurridos más de cincuenta  años,  veo   como una  forma  de  subcultura.  I  no  podría  haber rostros  definidos  porque  en la insignificante materia de este relato, cuando se dieron esos habituales hechos, no los hubo. Era el entusiasmo de  la  jauría  que  actuaba  orgánicamente  para lograr un objetivo de destrucción.

Me acuerdo que ese día el hombre calló por un momento, llamó a uno de los meseros i pidió una ronda para el grupo que lo oía, i continuó: 

—Puedo decir que no hubo organización en esos persistentes  ataques  contra  las  cometas,  sólo  el nivel  de  organización  biológico  que  le  corresponde a  un  organismo.  Se  actuaba  independientemente, pero  obrando  hacia  un mismo fin, como los hongos.  En enero, en cuanto soplaban fuerte los vientos  i aparecían  luminosas  i  coloridas las cometas hechas por los muchachos del  Barrio Santander, algunas tan  bellas  que  parecían  flotar en el cielo casi como un mandala,  ondeando a gran altura en cámara  lenta  su  jurásica  cola, aparecía el tic en los muchachos  de  nuestro  barrio,  alguien  daba  la  voz  de  alerta i se poblaba el barranco de una multitud que a su vez elevaba cometas construidas sin belleza, pero con buena técnica —hubo algún  murmullo de voces, entre ellos, por algunos momentos, pero no logré  entender lo que hablaban pues se cruzaban las voces,  i al final el hombre continuó.

—En vacaciones de enero, después de mediodía, bajo  el  sol  destellante  de  la  tarde,  alzaban  vuelo las  cometas  de  los muchachos del barrio vecino. Por sus ejemplares se podía apreciar que ellos tenían arte en su construcción. Diferentes nombres designaban sus modelos i su clase, siendo los más frecuentes el tambor, la cruz, i el velero. Sus  coloridos  diseños  i  sus  tamaños  a  grande escala, también hablaban de su regocijo de tradición universal, de una comunicación cósmica al entrar en contacto con el viento, con el sol, con la tarde, con la tensión de la cuerda que hacía sentir una especie  de balanceo del mundo; una conexión entre cielo, cuerda i mano, que nos hacía sentir muy cerca de tocar el infinito i presentir el abismo de los altos vientos,  la humedad de los crepúsculos, el millonario i helado goteo de la lluvia en las alturas i el viajero olor de las arboledas, tal vez la eternidad que reúne todos los tiempos, pero que también puede ser la desaparición del tiempo en cuanto a disgregación de  la  conciencia  por  identidad  o sinestesia  con  los elementos  naturales. 

Sí señor, ahora que repaso este capítulo, caigo en cuenta del valor de esta anécdota, miro al hombre, hoy callado i pensativo pues no tiene auditorio, concentrado en sus elucubraciones i entretenido con el sabor de su cerveza. 

—Había dos momentos oportunos para derribarlas, i  era  cuando  alzaban  su vuelo o cuando a las seis de la tarde se recogían, pues la retirada del sol anunciaba la oscuridad i la humedad. Eran esos los momentos propicios porque cuando alzaban vuelo o cuando regresaban, el ángulo i la distancia entre los dos barrios, ubicados en dos prolongaciones seguidas de la meseta i separados por la cañada de Quebrada Seca, hacían que las cometas pasaran a poca altura de la escarpa de nuestro barrio. Ahí estaban los verdugos vocingleros, en cierta forma ignorantes de sus acciones, pero contribuyendo a construir la tradición de la infamia, la temprana corrupción,  la cultura de la destrucción de la belleza, la destrucción de la obra de los otros. Sé que todas estas cosas se dan en cualquier lugar del mundo, pero yo lo vi hace muchos años en mi barrio.

Miraba con disimulo al hombre, en el extremo de la barra, quizá por curiosidad, o para estudiar sus rasgos, quizá con el objetivo de saber qué lo motivó a contar ese pasaje de su vida, pero su rostro aparecía impenetrable, tal vez lo más notorio en su aspecto, era  un  aire  de  melancolía. 

—En  esos  años  muchas  veces   me  pregunté  por qué  lo  hacían,  i en esos años tal vez por mi juventud, no obtuve la respuesta. Pero el método consistía en que cuando las cometas del Barrio Santander alzaban vuelo, debían sortear el inevitable ángulo que las hacía  pasar a poca altura sobre nuestro barrio, i los muchachos de nuestro barrio elevaban a su vez sus cometas, desplazándose sobre el orillo de la escarpa en grandes o cortas distancias, de oriente a occidente, alcanzando la altura de la cuerda de la cometa a derribar, encumbrando sus cometas para lograr el enredo, i para esto las modificaban jugando con la proporcionalidad entre el tamaño de la cometa i la longitud de los vientos, a veces con los dos vientos superiores en su longitud habitual i acortando a conveniencia i hasta donde les era posible,  el  viento  inferior. Con una cola de longitud media i de un solo tramo, no larga i bifurcada como la cola de las cometas hechas para volar  a  grandes  alturas  i  con  fuertes  vientos. 

—También les amarraban en la cola pequeños objetos  sólidos i punzantes, como espinas i astillas de madera, para que, al rozar a las cometas perseguidas, se les rompiera el papel i cayeran; amarraban cuchillas a diferentes distancias i medidas en su propia cuerda, para que al rozarse las dos cuerdas, cortaran la cuerda de la otra cometa i se viniera en picada. Cada vez que una cometa de estas caía, se desataba una baraúnda insoportable cuyo único trofeo era, unos metros de cuerda para algunos, i para otros, unos fragmentos de caña con residuos de papel de colores.

Como  el  hombre  me  llamó,  se  detuvo  el  discurrir de mi memoria. Me pidió otra cerveza, que a los pocos  instantes  le  entregué, pero seguí oyéndolo en mi interior.

—Creo que nunca pudieron apreciar lo que hay detrás de una cometa. Creo que nunca sospecharon que una cometa sea el mejor de los juguetes del mundo. Sí aprendieron a construirlas, pero no supieron  qué  es  una  cometa,  ni  para  qué  debe estar hecha. Una cometa debe tener estructura de garza,  por  la  levedad de sus huesos, por la amplitud  de sus alas, por sus movimientos de elástica  suavidad.  Su  alegre e infantil colorido nos recuerda la amplia gama de las aves del trópico, de las cuales también nos habla el gorjeo de sus rumbeadores. Sus vientos son como los cabos i cabrestantes  de  los antiguos veleros, sus primos, sus compañeros de navegación, quienes, para su viaje, necesitan de ambos elementos, agua i aire, pues la cometa como el velero, navega i vuela, en el azul del cielo. Sus colores nos recuerdan los banderines del circo de carpa, especie en extinción. Allí también hay materia leve i volátil: los trapecistas i la alegría de los  payasos.

Bajé un poco el volumen de la música i traté de pensar en las personas que integraron ese día el grupo que lo oía, pero no logré rescatar ninguna imagen  definida. 

—Esa costumbre fue una parte de nuestro folclor local, surgió silvestremente i nadie supo cuándo se entabló ese duelo entre los dos barrios; siempre estuvo ahí, planteado. No he podido liberarme del todo  de  ese  sentimiento  de  arraigo  i  de  pertenencia al  barrio  donde  fuimos  descubriendo la vida, desde donde empezamos a mirar hacia el mundo i donde nacieron nuestros sueños para irse postergando lentamente hasta que se les acabó el tiempo;  i  tal vez  por  este  sentimiento de pertenencia afincado en la memoria de mi vida, aún me pudre el hecho de que en esa competencia tuvimos  que ser nosotros los villanos. No se soñaba  con  construir  cometas hermosas, pudiendo hacerlo   pues se conocía i se terminaba de descubrir la técnica, no se soñaba con esto, sólo se deseaba destruir las cosas buenas que los otros hacían. Por esto i por muchos otros asuntos, qué mal ámbito de subcultura putrefacta tuve que compartir durante los años de mi niñez. Nunca participé de esas ordalías destructivas, pero en algunas situaciones, en algunos momentos, cuando en otros sectores de la ciudad se sabía que alguien era de mi barrio, nos cubría la mancha de la vergüenza ajena.

El  hombre  terminó  su  segunda  cerveza  i  no  llegó nadie  de su grupo, dejó el dinero sobre la barra i se alejó  lentamente, para ser devorado por el ajetreo de la calle; entonces pude repasar, las palabras  finales  de  su  historia  de  ese  día,  lo  que tal  vez  descubrí,  le   daba   ese  tono  de  alucinación:

—Se practicaron muchos métodos de destrucción de cometas, pero un día apareció en el cielo una cometa hermosa como ninguna, inmensa i de una combinación de colores que nos maravillaba a los muchachos, haciéndonos vivir esa fantasía lúdica tan propia de lo que aún conserva un parpadeo de inocencia. Pero claro, ante una cometa tan bella, de algún lado tenía que surgir una idea diabólica, algo frecuente en nuestro barrio. Surgió la idea de colocarle  a  una  gigantesca  cometa,  a  cada  lado, unos ligeros mecheros sostenidos con prolongaciones de alambre en cuyos extremos crepitaban las llamas de unas estopas alimentadas con resina de alta combustión. I alzó vuelo para dar un combate que se dio a muy poca altura. Ante los vientos desfavorables que fueron pródigos ese día, los muchachos del barrio vecino estuvieron maniobrando durante un tiempo, soltándole cuerda, recogiendo cuerda, tratando de encumbrar su cometa para protegerla i nuevamente soltándole cuerda cuando por cortos periodos los vientos eran favorables, hasta que la cometa de los mecheros enredó las cuerdas de las dos cometas i el viento i el instintivo recorte de las cuerdas las acercó fatalmente, i no pude seguir mirando la escena cuando iniciaba su desplome; lo último que recuerdo es… la ondeante i descendente majestad de la cometa incendiada.  

Reseña biográfica / Claudio Anaya Lizarazo /Bucaramanga
 2 de octubre de 1958

 Reseña general:

Ha sido editor, coordinador de talleres literarios, ponente en encuentros de escritores, columnista en diferentes medios, ha publicado sus trabajos en blogs, periódicos i revistas literarias de circulación regional i nacional.

Periodismo cultural, literario i editorial:

-Publicó: 36 ediciones de LA ESKINA cartel poético, ISSN 1900 - 4168, de junio de 2002 a diciembre de 2009, en su primera época

-36 ediciones de LA ESKINA periódico cartel, de marzo de 2017 a febrero de 2020, en su segunda época

-27 ediciones del cartel LA ESKINA virtual, en su tercera época

-reuniendo estas tres épocas en febrero de 2021 en LA ESKINA global, que ya llegó a su edición 129 en julio de 2023

 También dirigió 17 encuentros literarios llamados Encuentros con LA ESKINA, durante los años 2017 a 2019 en LA CASA DEL LIBRO TOTAL de Bucaramanga. LA ESKINA global cuenta con una serie de suplementos literarios (virtuales) que ya va por la edición No.6

Actualmente dirige la revista literaria y cultural (cuatrimensual) Vericuetos Colombia con ISSN: 2981-5657, que en octubre de 2023, inicia con su número 29 (para continuar con el legado de Vericuetos París, que en mayo de 2023 editó su último número, su 28ª edición). Dirige también la publicación mensual Caracol al galope con ISSN: 2981-5665

Premios:

-En el año 1999, su libro de poesía Evocación del Espacio, fue finalista en el Primer Concurso Metropolitano de Poesía “Gustavo Cote Uribe”.

-En el año 2003, su libro de relatos, Bumangueses, fue una de las obras ganadoras en la Primera Convocatoria para el Fondo Bibliográfico Regional, obra publicada por el Instituto Municipal de Cultura de Bucaramanga i (Sic) Editorial en abril de 2005

-En septiembre de 2011 fue ganador de las Becas Bicentenario en Literatura, convocadas por la Gobernación de Santander i coordinadas por la U.I.S., en la modalidad de Ensayo literario, con su obra Gajes de oficio

 Libros publicados:

-En diciembre de 2011 publicó los libros: Gajes de oficio (ensayos) i Crónicas de viajes imaginarios (prosa poética)

-En junio de 2022, publica digitalmente (PDF) el libro: Humo de la voz i otras crónicas (1987 - 2021) que reúne 150 crónicas publicadas (en diferentes medios) durante 34 años; las cuales se pueden consultar en: www.ellibrototal.com; http//www.laeskinavirtual. blogspot.com

-En mayo de 2023 publicó su libro de relatos AULA MÁXIMA – BAR; historia de la vida cultural de Bucaramanga, a través de las historias ficcionadas de algunos de sus artistas.

Libros de colectivos literarios en los que se ha publicado parte de su trabajo:

-Libro de Ganadores y Finalistas del Primer Concurso Metropolitano de Poesía “Gustavo Cote Uribe”, publicado por la Alcaldía de Bucaramanga i (Sic) Editorial, en enero de 2000

-Bitácora de los Talleres Literarios en Colombia (ensayos) publicado por el Ministerio de Cultura en diciembre de 2000

-Concurso de poesía Centenario del poeta Pablo Neruda, Comité Colombo-Chileno, (Sic) Editorial, Bucaramanga, 2005

-Antología del Cuento en Santander, Siglo XX, de Alirio González Castillo, (Sic) Editorial, noviembre de 2005

-Antología de cuento, tomo 1, Fondo Bibliográfico Regional, Bucaramanga, 2007

-Por la reivindicación del cuerpo y la palabra, Universidad de Santander-UDES, Facultad de Ciencias humanas y Sociales, Departamento de Humanidades y Educación, Ediciones Hojas de Hierba, Bucaramanga, 2008

-Educación y Poesía, Universidad de Santander-UDES, Facultad de Ciencias humanas y Sociales, Departamento de Humanidades y Educación, Bucaramanga, 2008

-Poesía recobrada, 25 años (Antología-Tertulia: Tras las huellas del poema), Horizonte Editores, Bucaramanga, 2019

-Vericuetos, #27, revista bilingüe (francés-español), Cuento colombiano contemporáneo y un ensayo, París, France, octubre de 2020

-Vericuetos, #28, revista bilingüe (francés-español), Cuentistas santandereanos contemporáneos, Bucaramanga, abril de 2023

LA ESKINA global es un proyecto cultural de distribución gratuita.

LA ESKINA global proyecto cultural y educativo.

Edición y dirección: Claudio Anaya Lizarazo.
Diseño y diagramación: Gloria Inés Ramírez Montañez
Bucaramanga, Colombia.

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