LA ESKINA global ISSN 1900 – 4168
No.132 octubre de 2023, laeskinavirtual@gmail.com; http//bloglaeskinavirtual.blogspot.com; WWW.ELLIBROTOTAL.COM; Bucaramanga; LA ESKINA: Gloria Inés Ramírez M. (diagramación y diseño); Claudio Anaya Lizarazo (edición y dirección).
©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.Edición a cargo de Gloria Inés Ramírez Montañez
PÁGINA 1
Esa crónica es puro cuento
(prólogo)
Y en cada ciudad y en cada país habrá un bar, un café o un lugar que posibilite el encuentro de personajes ilustres y no tan ilustres. La lista se haría interminable. Sólo se mencionan algunos, más por su historia, su pasado, y por la presencia de algunos personajes que le darán un brillo posterior, al haber alcanzado cierta gloria, como en el caso de los escritores. En Bucaramanga, al menos en mi época, no recuerdo alguno que tuviese esa connotación. Quizás, se pueda mencionar aquél que se llamó El Patio. Allí, hubo visita frecuente de artistas, escritores en ciernes, poetas, escultores y demás personajes que hoy recoge Claudio Anaya en “sus memorias” de Aula Máxima-Bar. Pero, me parece que no alcanzó a tener la historia y el vuelo suficiente para convertirse en ícono de cierta rebeldía o espacio para la bohemia, como ocurrió en otras ciudades. Y ello ya dice bastante de nuestra cultura local.
La literatura y el alcohol satisfacen la mezcla propia de esos cocteles que se preparan sabiamente en Aula Máxima-Bar; pero, igualmente, es una rara mezcla de sabores exclusivamente humanos: alta sensibilidad, agudo sentido de la observación, capacidad de escucha atenta, -cosa extraña entre escritores-, y un gran sentido crítico que, en muchos casos, como en el presente, se desdobla en una profunda ironía que podría fácilmente confundirse con otra emoción que no armoniza, muchas veces, con el gusto del otro, quizás porque terminaría siendo reducido a broma o a chiste. Tal vez, eso ocurre con algunos personajes que pude identificar a lo largo del texto y que, por haber vivido en Bucaramanga, pude conocerlos y reconocerlos casi de inmediato. Quedan por fuera algunos, sin que el propósito –creo yo- haya sido agotar la fauna local y su bestiario de personajes que ilustran y aportan a la región, más allá del retrato que hace el dibujante, barman y escritor del texto.
Pero, a esa mezcla inicial de literatura y alcohol habría que agregarle algunos otros ingredientes para que el coctel esté mejor logrado. Un poco de sentido del humor bien surtido con algo de ironía, para agregarle al final unas cuantas gotas amargas de crítica social, más unas hojitas salpimentadas de la picaresca local, y así se obtendría la mejor bebida que se pudiese probar en un bar de quilates como el Aula Máxima-Bar, un verdadero pub inglés, donde incluso Hemingway se sentiría como en casa y apostaría por un trago, mejor que el mojito o el daiquirí.
El barman, al menos el que nos presenta Claudio, es un juicioso conocedor de la coctelería y sus posibles efectos; pero, además, éste sujeto, una extensión-proyección del mismo Claudio, es un conocedor de la condición humana. Este barman ha ido aguzando su perspicacia, su ingenio y su sentido del humor, a veces intercalado con la sutil o descarada ironía. El sentido de la observación, apenas evidente, ha ido en evolución con los años y apoyado en su oficio de fino observador de la realidad que le envuelve hace años, hecho que le ha permitido desnudar, en sus más íntimos prejuicios, el alma santandereana. En la mayoría de los textos que componen el libro -15 en total- se puede percibir esa relación de ida y vuelta, ese cuestionar necesario su misma condición y la del variado grupo social que se fue conformando en el entramado sociocultural, y que hoy llamamos “ser santandereano”.
La cita en este bar, -extensión de esa particular idea según la cual algunas universidades funcionan como grandes parqueaderos con cafetería o las no tan famosas universidades de garaje; en este caso, un alma mater con bar incorporado, nada lejos de la realidad- es una cita de obligado cumplimiento, puesto que los fines de semana, el encuentro en un bar es apenas un asunto que se podría etiquetar como de encuentro social, para pasar el rato, disipar emociones o, por puro esnobismo, tal y como se maneja hoy y se publicita en las redes sociales. Creo recordar que, cerca de alguna universidad local, funcionaba un bar con nombre bastante llamativo. Hubo otros lugares a los que asistí, de manera personal, -tiendas de barrio, se diría en tono sarcástico-, donde se surtía de cerveza a sus clientes, por lo general, estudiantes y lugareños.
En Aula Máxima-Bar nada es más emocionante que poderse encontrar con Juan José Arreola, Gómez Valderrama o cualquiera de esos sutiles escritores que cifraron su existencia en el fondo de una copa, en un vaso de whisky o en una cerveza. A Bukowski lo dejaría sentado en una esquina, a lo mejor con una dama que le hace compañía, mientras lanza escupitajos a diestra y siniestra. Löwry estaría allí sentado o quizás medio adormecido en una mesa esperando el rugido de algún volcán de mezcal y tequila. En cambio, Poe andaría de tumbo en tumbo hasta caer de bruces y quedar adormecido en la calle, mirando apenas el colorido cielo de esos atardeceres arrebolados de Bucaramanga. Al final de la barra, nada extraño que el alma de Dylan Thomas se encuentre izando el vaso de whisky, al tiempo que lo agita y lo levanta para saciar su infinita sed y celebrar sus 18 whiskies seguidos, considerados un verdadero record. No importa que ese pudiese ser el último trago. Incluso, Faulkner estaría del otro lado de la barra, a lo mejor, discutiendo sobre la posible composición y mezcla de un buen trago, aunque él prefiriera el whisky, mientras escribía sus novelas.
Hay algunos aspectos que se deben señalar y que permiten resaltar, entre otros, los aciertos del libro: Los títulos de los cuentos/crónicas, todos, hacen referencia a cierto tipo de cocteles o tragos, por lo general acompañados de una reseña que lo ubica en su historia, mostrando la ciudad y el posible bar donde se creó la bebida, además de los posibles personajes que frecuentaron esos lugares y ese tipo de bebidas. Los títulos-cocteles se desprenden o apuntan y hacen referencia al título del libro: Aula Máxima-Bar. Igualmente, al hacer referencia a este tipo de tragos, la historia y reseña de la ciudad y el país respectivo, un cierto aire cosmopolita enriquece la atmosfera del libro, de cada uno de los textos, posibilitando, quizás, que el libro no se quede en el ámbito de la parroquia, asunto que no se podría señalar como negativo, puesto que el uso mismo del lenguaje, ya es más que suficiente para que el autor evidencie esos rasgos de calidad que va mostrando a lo largo del libro.
Otro acierto que se podría señalar tiene que ver con la disposición dialogal de los cuentos/crónicas. Casi todos, por no decir que todos, presentan este tipo de recurso, convirtiendo la presencia de los tragos, el bar, y el ambiente propio de un lugar de estos, en un sitio propicio e idóneo para la conversación y el encuentro, el desafuero y el disfrute de la existencia, más allá del ánimo prevenido de algunos contertulios. El mismo autor reconoce esta condición de la cultura santandereana, en un breve intercambio con uno de sus clientes, aunque más como reflexión:
Quedan así tres hechos en evidencia: la incapacidad para la conversación del espíritu calvinista santandereano y el deseo ferviente, y nada oculto, de que conversar es, a la larga, un (buen) negocio. Pero, además, abre paso al barman para que se convierta en terapeuta emocional.
Un barman bien podría ejercer como terapeuta emocional, dadas las cualidades que se le adjudican o de las que hace gala, según se le mire. Por lo general, los bares son frecuentados por personas que buscan divertirse, pasar un rato o, bien, escapar de la soledad, de su aislamiento social. De allí que se prefiera el bullicio propio de un bar, la música y el coro de voces que se podría escuchar al afinar el oído y detectar, con cierta facilidad, el ameno cotorreo al que se dedican los contertulios. El barman, ese sujeto que luciendo un atuendo cercano al de un profesional de la salud, permanece detrás de la barra, las mangas de la camisa recogidas, la mirada atenta y el oído siempre dispuesto a escuchar al cliente/paciente recién llegado o al que permanece sentado en la barra, mirada triste y solitaria, volcada sobre el vaso, donde el barman le ha servido un estudiado coctel, un daiquirí o un bloodymary, quizás. Todo depende del cliente y de su estado emocional. “Este oficio me ha enseñado a observar. Cada disciplina aprendida deja algo en el golpe de la mirada, como una liberación parcial o adiestramiento del espíritu, para hacernos más curiosos i precisos. I podemos apreciar i entender mejor la vida”. (p.31)
El protagonista, el barman, es igualmente un experto retratista, y eso lo deja ver en la forma como va describiendo, pintando o dibujando a cada uno de los personajes citados y ubicados en esa atmósfera provinciana que era - ¿es? – Bucaramanga. Además de pintar a cada personaje citado, igualmente, dispone de su lápiz o carboncillo para hacer el boceto y la radiografía de la cultura santandereana, del ambiente artístico propio de la región y así señalar sus pequeñeces y virtudes.
Por este libro van pasando algunos personajes con los que pude compartir, en dicha ciudad, durante los años de juventud. Quizás algunos, como Fray Gil o las damas citadas, no podría ubicarlos con facilidad, pues una cierta bruma emocional, propia de la distancia, nubla mis recuerdos. A dos de los fallecidos personajes los reconozco con facilidad y nostalgia. Chucho Peña, el poeta paisa, a quien apenas empezaba a conocer por ese entonces, y que el barman lo resucita, al menos su espíritu, y lo pone a conversar entre los vivos, es uno de ellos. A Chucho, como se le conocía, lo recuerdo detrás de un atril y ubicando sus poemas a manera de partitura, para luego leerlos, muy a su estilo. Lo veo, todavía, leyendo a su querido Pablo Neruda, en “La Gallera” de la UIS. El otro es Jorge Isidro, con quien tuve la oportunidad de caminar las calles de Bucaramanga y con quien pude asistir a la tertulia del Cuarteto de Alejandría que, por entonces, se reunía en un restaurante de una de las avenidas principales de la ciudad.
Finalmente, el libro que lleva por título Aula Máxima-Bar deja abiertas las puertas para que usted visite el lugar y se embriague con cada uno de sus textos-cocteles, en buena medida, señalado de esta manera, porque cada texto está escrito en primera persona y, desde ese yo, nada disimulado, narra historias que mezclan una enorme cantidad de hechos verídicos con pócimas de ficción, de imaginación y de lecturas personales. Bien podría decirse que el texto que tiene el lector ante sus ojos es un libro de autoficción; extrañamente y de manera coincidente, es una combinación de autobiografía (alta dosis de realidad personal), y cuento (con agregados de ficción), pero que en el fondo guarda un enorme respeto por la verdad.
Aula Máxima-Bar es un libro de cuentos o es un cuento ese libro de crónicas que dibuja una ciudad, que requiere las necesarias sacudidas de los ebrios que salen cada tarde/noche del pub, y en medio de sus delirios, de su efusiva explosión de emociones e ideas, se acerque por fin a la noción de ciudad abierta a las ideas del mundo, lejos de la mezquina condición de aquellos mercaderes que siguen perpetuando ese imaginario de una sociedad sin el aliento necesario de los cultores de la palabra, de los pintores, de los músicos, teatreros y demás artistas que buscan el reconocimiento y el lugar que merecen, en una sociedad que decidió dejarlos en una orilla, al margen de todo, silenciados y excluidos.
Manizales, 11 de
agosto de 2022
(La
cometa incendiada)
En este bar he oído historias curiosas o singulares; como dijo el escritor santandereano Jesús Zárate Moreno, estamos llenos de historias, se puede decir que a cada instante surge una de ellas, sólo es cuestión de ser sensible con el habitual discurrir de la vida para darnos cuenta del enorme sesgo de interés que pueden ofrecer ciertas situaciones, i ahí está la historia, ahora, como también dijo el escritor inglés William Somerset Maugham, ninguna historia, por ficción que sea, puede partir de la nada, nada se escribe a partir de la nada, i la ficción tiene su anclaje directo en la realidad, que a su vez es fuente de fantasía. Pienso en esto, porque veo llegar al “Aula máxima-Bar” al hombre de la historia de las cometas, quien el otro día estuvo tomando con algunos de sus amigos i les refería así:
—No creo que exista la historia menuda o los destinos ínfimos, porque los sucesos importantes están hechos de detalles que parecen pequeñas historias i porque, estos temas importantes deben su importancia a factores sociales o caprichos políticos i mediáticos, por esto captan la expectativa general; más bien existe, también, la historia oculta, la historia íntima, lo que hemos vivido o hemos visto i no hemos contado, lo que quedó consignado en la actas, en las partidas, aguardando pacientemente en los anaqueles de los gabinetes, en los laberintos de la memoria… Tardé cerca de cincuenta años para decidirme a narrar este pequeño episodio de mi vida, que me acosó durante mucho tiempo como un sutil fantasma que a veces dejaba ver, con premeditación, la última punta del mantón blanco que siempre arrastraba en sus apariciones.
Bueno, yo como barman he notado en mí, un proceso de potenciación de mi memoria, he oído tantas historias i a diario, que han configurado toda una estepa de monotonía, i cuando surge una historia singular, inevitablemente queda marcada con fuego en el horizonte de esta estepa, i se convierte para mí, en una historia difícil de olvidar. Puedo recordarlas completas i me es fácil encontrar el tono con el que fueron contadas. Cualquiera vería en este tipo a un alucinado, i tal lo sea, pero el hecho de serlo no le quita una brizna de interés a su relato. Ese día, el hombre continuó:
—Su fría e incómoda presencia de réptil me acompañó a lo largo de mi vida, al final de la cual, como en un lejano parpadeo de claridad, entendí que la suma de todo ese malestar, el fantasma que lo ocasionaba, era la señal del enigma que he debido descifrar desde tiempo atrás i tal vez con esto hubiera logrado manejar un poco más a favor las circunstancias en las cuales merodeé a lo largo de los años. En esa época de mi niñez, estaba viendo i viviendo una muestra de lo que iba a ser el mundo, un adelanto de las actitudes sociales que alcanzan a manifestar lo que se agita en las capas más profundas de los seres humanos, i que son indicio de su condición natural antes que de cualquier norma social. Sin embargo, la vida también nos ha enseñado que los frutos caen cuando están maduros, i que el azar no existe, sino que es la manifestación de la presencia i la materialización de cierta conjugación de condiciones, a lo cual miramos con los ojos de lo fatal o de lo mágico.
El hombre se acercó a la barra i miró en varias direcciones, como buscando algún rostro conocido, pero ninguno de sus amigos del otro día había venido. Tal vez le urgía contar otra historia, i tal vez le urgía contar otra historia porque tal vez se sentía solo. Es lo que le pasa a la mayoría de las personas, por lo menos a las personas mayores, pues los jóvenes se han resignado a un mundo tan pequeño i tan ausente como la pequeña pantalla de su teléfono. El hombre pidió una cerveza bien fría i se acodó en un rincón de la barra. I mientras yo graduaba una selección de música en variados géneros, me parecía oírlo continuar su relato de entonces:
—Todos los años por agosto i por enero, soplaban más fuerte los vientos, pero era en enero cuando por estar en vacaciones, podíamos aprovecharlos mejor. Nuestro barrio estaba ubicado en uno de los dedos de esa ciclópea mano de arcilla, que, con paciencia millonaria en años, han tallado las aguas que escurren de los cerros orientales de nuestra ciudad, i que hacia el occidente rematan la meseta de Bucaramanga. Es difícil contar la historia de un barrio por medio de hechos i acciones que no tuvieron protagonistas que no fueran el alma colectiva, e infructuosamente queremos contarla por medio de algunos de sus personajes, que no alcanzan a ser personajes sino sujetos de una acción de la cual ellos prácticamente no tenían conciencia. Aunque para este caso, a pesar de estar implicadas muchas personas, no hay personajes relevantes ni caras definidas; esta historia es la historia de una intención que hoy en día, transcurridos más de cincuenta años, veo como una forma de subcultura. I no podría haber rostros definidos porque en la insignificante materia de este relato, cuando se dieron esos habituales hechos, no los hubo. Era el entusiasmo de la jauría que actuaba orgánicamente para lograr un objetivo de destrucción.
Me acuerdo que ese día el hombre calló por un momento, llamó a uno de los meseros i pidió una ronda para el grupo que lo oía, i continuó:
—Puedo decir que no hubo organización en esos persistentes ataques contra las cometas, sólo el nivel de organización biológico que le corresponde a un organismo. Se actuaba independientemente, pero obrando hacia un mismo fin, como los hongos. En enero, en cuanto soplaban fuerte los vientos i aparecían luminosas i coloridas las cometas hechas por los muchachos del Barrio Santander, algunas tan bellas que parecían flotar en el cielo casi como un mandala, ondeando a gran altura en cámara lenta su jurásica cola, aparecía el tic en los muchachos de nuestro barrio, alguien daba la voz de alerta i se poblaba el barranco de una multitud que a su vez elevaba cometas construidas sin belleza, pero con buena técnica —hubo algún murmullo de voces, entre ellos, por algunos momentos, pero no logré entender lo que hablaban pues se cruzaban las voces, i al final el hombre continuó.
—En vacaciones de enero, después de mediodía, bajo el sol destellante de la tarde, alzaban vuelo las cometas de los muchachos del barrio vecino. Por sus ejemplares se podía apreciar que ellos tenían arte en su construcción. Diferentes nombres designaban sus modelos i su clase, siendo los más frecuentes el tambor, la cruz, i el velero. Sus coloridos diseños i sus tamaños a grande escala, también hablaban de su regocijo de tradición universal, de una comunicación cósmica al entrar en contacto con el viento, con el sol, con la tarde, con la tensión de la cuerda que hacía sentir una especie de balanceo del mundo; una conexión entre cielo, cuerda i mano, que nos hacía sentir muy cerca de tocar el infinito i presentir el abismo de los altos vientos, la humedad de los crepúsculos, el millonario i helado goteo de la lluvia en las alturas i el viajero olor de las arboledas, tal vez la eternidad que reúne todos los tiempos, pero que también puede ser la desaparición del tiempo en cuanto a disgregación de la conciencia por identidad o sinestesia con los elementos naturales.
Sí señor, ahora que repaso este capítulo, caigo en cuenta del valor de esta anécdota, miro al hombre, hoy callado i pensativo pues no tiene auditorio, concentrado en sus elucubraciones i entretenido con el sabor de su cerveza.
—Había dos momentos oportunos para derribarlas, i era cuando alzaban su vuelo o cuando a las seis de la tarde se recogían, pues la retirada del sol anunciaba la oscuridad i la humedad. Eran esos los momentos propicios porque cuando alzaban vuelo o cuando regresaban, el ángulo i la distancia entre los dos barrios, ubicados en dos prolongaciones seguidas de la meseta i separados por la cañada de Quebrada Seca, hacían que las cometas pasaran a poca altura de la escarpa de nuestro barrio. Ahí estaban los verdugos vocingleros, en cierta forma ignorantes de sus acciones, pero contribuyendo a construir la tradición de la infamia, la temprana corrupción, la cultura de la destrucción de la belleza, la destrucción de la obra de los otros. Sé que todas estas cosas se dan en cualquier lugar del mundo, pero yo lo vi hace muchos años en mi barrio.
Miraba con disimulo al hombre, en el extremo de la barra, quizá por curiosidad, o para estudiar sus rasgos, quizá con el objetivo de saber qué lo motivó a contar ese pasaje de su vida, pero su rostro aparecía impenetrable, tal vez lo más notorio en su aspecto, era un aire de melancolía.
—En esos años muchas veces me pregunté por qué lo hacían, i en esos años tal vez por mi juventud, no obtuve la respuesta. Pero el método consistía en que cuando las cometas del Barrio Santander alzaban vuelo, debían sortear el inevitable ángulo que las hacía pasar a poca altura sobre nuestro barrio, i los muchachos de nuestro barrio elevaban a su vez sus cometas, desplazándose sobre el orillo de la escarpa en grandes o cortas distancias, de oriente a occidente, alcanzando la altura de la cuerda de la cometa a derribar, encumbrando sus cometas para lograr el enredo, i para esto las modificaban jugando con la proporcionalidad entre el tamaño de la cometa i la longitud de los vientos, a veces con los dos vientos superiores en su longitud habitual i acortando a conveniencia i hasta donde les era posible, el viento inferior. Con una cola de longitud media i de un solo tramo, no larga i bifurcada como la cola de las cometas hechas para volar a grandes alturas i con fuertes vientos.
—También les amarraban en la cola pequeños objetos sólidos i punzantes, como espinas i astillas de madera, para que, al rozar a las cometas perseguidas, se les rompiera el papel i cayeran; amarraban cuchillas a diferentes distancias i medidas en su propia cuerda, para que al rozarse las dos cuerdas, cortaran la cuerda de la otra cometa i se viniera en picada. Cada vez que una cometa de estas caía, se desataba una baraúnda insoportable cuyo único trofeo era, unos metros de cuerda para algunos, i para otros, unos fragmentos de caña con residuos de papel de colores.
Como el hombre me llamó, se detuvo el discurrir de mi memoria. Me pidió otra cerveza, que a los pocos instantes le entregué, pero seguí oyéndolo en mi interior.
—Creo que nunca pudieron apreciar lo que hay detrás de una cometa. Creo que nunca sospecharon que una cometa sea el mejor de los juguetes del mundo. Sí aprendieron a construirlas, pero no supieron qué es una cometa, ni para qué debe estar hecha. Una cometa debe tener estructura de garza, por la levedad de sus huesos, por la amplitud de sus alas, por sus movimientos de elástica suavidad. Su alegre e infantil colorido nos recuerda la amplia gama de las aves del trópico, de las cuales también nos habla el gorjeo de sus rumbeadores. Sus vientos son como los cabos i cabrestantes de los antiguos veleros, sus primos, sus compañeros de navegación, quienes, para su viaje, necesitan de ambos elementos, agua i aire, pues la cometa como el velero, navega i vuela, en el azul del cielo. Sus colores nos recuerdan los banderines del circo de carpa, especie en extinción. Allí también hay materia leve i volátil: los trapecistas i la alegría de los payasos.
Bajé un poco el volumen de la música i traté de pensar en las personas que integraron ese día el grupo que lo oía, pero no logré rescatar ninguna imagen definida.
—Esa costumbre fue una parte de nuestro folclor local, surgió silvestremente i nadie supo cuándo se entabló ese duelo entre los dos barrios; siempre estuvo ahí, planteado. No he podido liberarme del todo de ese sentimiento de arraigo i de pertenencia al barrio donde fuimos descubriendo la vida, desde donde empezamos a mirar hacia el mundo i donde nacieron nuestros sueños para irse postergando lentamente hasta que se les acabó el tiempo; i tal vez por este sentimiento de pertenencia afincado en la memoria de mi vida, aún me pudre el hecho de que en esa competencia tuvimos que ser nosotros los villanos. No se soñaba con construir cometas hermosas, pudiendo hacerlo pues se conocía i se terminaba de descubrir la técnica, no se soñaba con esto, sólo se deseaba destruir las cosas buenas que los otros hacían. Por esto i por muchos otros asuntos, qué mal ámbito de subcultura putrefacta tuve que compartir durante los años de mi niñez. Nunca participé de esas ordalías destructivas, pero en algunas situaciones, en algunos momentos, cuando en otros sectores de la ciudad se sabía que alguien era de mi barrio, nos cubría la mancha de la vergüenza ajena.
El hombre terminó su segunda cerveza i no llegó nadie de su grupo, dejó el dinero sobre la barra i se alejó lentamente, para ser devorado por el ajetreo de la calle; entonces pude repasar, las palabras finales de su historia de ese día, lo que tal vez descubrí, le daba ese tono de alucinación:
—Se practicaron muchos métodos de destrucción de cometas, pero un día apareció en el cielo una cometa hermosa como ninguna, inmensa i de una combinación de colores que nos maravillaba a los muchachos, haciéndonos vivir esa fantasía lúdica tan propia de lo que aún conserva un parpadeo de inocencia. Pero claro, ante una cometa tan bella, de algún lado tenía que surgir una idea diabólica, algo frecuente en nuestro barrio. Surgió la idea de colocarle a una gigantesca cometa, a cada lado, unos ligeros mecheros sostenidos con prolongaciones de alambre en cuyos extremos crepitaban las llamas de unas estopas alimentadas con resina de alta combustión. I alzó vuelo para dar un combate que se dio a muy poca altura. Ante los vientos desfavorables que fueron pródigos ese día, los muchachos del barrio vecino estuvieron maniobrando durante un tiempo, soltándole cuerda, recogiendo cuerda, tratando de encumbrar su cometa para protegerla i nuevamente soltándole cuerda cuando por cortos periodos los vientos eran favorables, hasta que la cometa de los mecheros enredó las cuerdas de las dos cometas i el viento i el instintivo recorte de las cuerdas las acercó fatalmente, i no pude seguir mirando la escena cuando iniciaba su desplome; lo último que recuerdo es… la ondeante i descendente majestad de la cometa incendiada.
Ha sido editor, coordinador de talleres literarios, ponente en encuentros de escritores, columnista en diferentes medios, ha publicado sus trabajos en blogs, periódicos i revistas literarias de circulación regional i nacional.
Periodismo cultural, literario i editorial:
-Publicó: 36 ediciones
de LA ESKINA cartel poético, ISSN 1900 - 4168, de junio de 2002 a diciembre de
2009, en su primera época
-36 ediciones de LA
ESKINA periódico cartel, de marzo de 2017 a febrero de 2020, en su segunda
época
-27 ediciones del cartel
LA ESKINA virtual, en su tercera época
-reuniendo estas tres
épocas en febrero de 2021 en LA ESKINA global, que ya llegó a su edición 129 en
julio de 2023
Actualmente dirige la revista literaria y cultural (cuatrimensual) Vericuetos Colombia con ISSN: 2981-5657, que en octubre de 2023, inicia con su número 29 (para continuar con el legado de Vericuetos París, que en mayo de 2023 editó su último número, su 28ª edición). Dirige también la publicación mensual Caracol al galope con ISSN: 2981-5665
Premios:
-En el año 1999, su
libro de poesía Evocación del Espacio, fue finalista en el
Primer Concurso Metropolitano de Poesía “Gustavo Cote Uribe”.
-En el año 2003, su
libro de relatos, Bumangueses, fue una de las obras ganadoras en la
Primera Convocatoria para el Fondo Bibliográfico Regional, obra publicada por
el Instituto Municipal de Cultura de Bucaramanga i (Sic) Editorial en abril de
2005
-En septiembre de 2011
fue ganador de las Becas Bicentenario en Literatura, convocadas por la
Gobernación de Santander i coordinadas por la U.I.S., en la modalidad de Ensayo
literario, con su obra Gajes de oficio
-En diciembre de 2011
publicó los libros: Gajes de oficio (ensayos) i Crónicas de viajes imaginarios (prosa poética)
-En junio de 2022,
publica digitalmente (PDF) el libro: Humo de la voz i otras crónicas (1987 - 2021) que
reúne 150 crónicas publicadas (en diferentes medios) durante 34 años; las cuales se pueden
consultar en: www.ellibrototal.com;
http//www.laeskinavirtual. blogspot.com
-En mayo de 2023 publicó
su libro de relatos AULA MÁXIMA – BAR; historia de la vida cultural de
Bucaramanga, a través de las historias ficcionadas de algunos de sus artistas.
Libros de colectivos literarios en los que se ha publicado parte de su trabajo:
-Libro de Ganadores
y Finalistas del Primer Concurso Metropolitano de Poesía “Gustavo Cote Uribe”, publicado por la
Alcaldía de Bucaramanga i (Sic) Editorial, en enero de 2000
-Bitácora
de los Talleres Literarios en Colombia (ensayos) publicado por el Ministerio de Cultura
en diciembre de 2000
-Concurso
de poesía Centenario del poeta Pablo Neruda, Comité Colombo-Chileno, (Sic) Editorial,
Bucaramanga, 2005
-Antología
del Cuento en Santander, Siglo XX, de Alirio González Castillo, (Sic) Editorial,
noviembre de 2005
-Antología
de cuento, tomo 1,
Fondo Bibliográfico Regional, Bucaramanga, 2007
-Por la
reivindicación del cuerpo y la palabra, Universidad de Santander-UDES, Facultad de
Ciencias humanas y Sociales, Departamento de Humanidades y Educación, Ediciones
Hojas de Hierba, Bucaramanga, 2008
-Educación
y Poesía,
Universidad de Santander-UDES, Facultad de Ciencias humanas y Sociales,
Departamento de Humanidades y Educación, Bucaramanga, 2008
-Poesía
recobrada, 25
años (Antología-Tertulia: Tras las huellas del poema), Horizonte Editores,
Bucaramanga, 2019
-Vericuetos,
#27,
revista bilingüe (francés-español), Cuento colombiano contemporáneo y un ensayo, París, France, octubre
de 2020
-Vericuetos,
#28,
revista bilingüe (francés-español), Cuentistas santandereanos contemporáneos, Bucaramanga, abril de
2023