LA ESKINA global , periodico cultural

viernes, 3 de marzo de 2023

LA ESKINA glogal Nº 124

  LA ESKINA global ISSN 1900 – 4168

No.124 febrero de 2023, laeskinavirtual@gmail.com; http//bloglaeskinavirtual.blogspot.com; WWW.ELLIBROTOTAL.COM; Bucaramanga;
LA ESKINAGloria Inés Ramírez M. (diagramación y diseño); Claudio Anaya Lizarazo (edición y dirección);
©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.
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Marisol Pérez Melgarejo

             LA ABUELA BONIFACIA HABLA CON SUS MUÑECAS[1]

A Javier Calle

Por Marisol Pérez Melgarejo (escritora venezolana) 

A la abuela Boni, así le decíamos, le gustaba hablar con las muñecas. Ella vive en un pequeño apartamento del edificio San Miguel, en el centro de la ciudad. El apartamento parece una casa de muñecas, y sobre la puerta principal, en una pequeña placa con letras doradas, puede leerse: Bonifacia Calle Vda. de Ramírez. Traductora de sueños.

Al abrir la puerta uno se encuentra con la pequeña sala repleta de muebles, y sobre ellos las muñecas. A los pocos pasos de la puerta se halla el comedor, con la alacena repleta de vajillas de porcelana traídas de lugares muy remotos y creo que hasta inexistentes. Ella coloca la vajilla de acuerdo al orden en que le fueron obsequiadas. En un papel escribe el año, la procedencia y la cantidad de piezas de cada una (la memoria le falla frecuentemente); así, al menos, tendrá anotados los datos más importantes y no pasará por la vergüenza de estar dando datos falsos. A mano derecha está la habitación, y en la cama una muñeca tan grande como ella. (Bueno, así me pareció). Más allá un costurero y algunos retazos de tela, regados por el piso. En el rincón la mecedora de mimbre continúa balanceándose, y en la mesa de noche la lámpara de querosene vacila al mismo compás de la mecedora.

—Se aproxima el cumpleaños de María González. La nena ha crecido y engordado, la ropa no le queda buena. Y con lo difícil que es conseguir hoy en día tela de calidad, me dijo. Miró a María y los ojos se le llenaron de lágrimas. 

Tantos años acompañándola, sufriendo sus desvelos, caminando junto a ella por las calles en la madrugada, cuando le daban los ataques de insomnio. Caminaban agarradas de las manos, viendo las vidrieras y copiando los modelos de los vestidos. Así podría renovarle el ropero como regalo de cumpleaños. Eran tantos años escuchando las mismas quejas, repitiendo los mismos nombres y contando las mismas historias, que bien vale la pena hacerle un hermoso vestido.

—Javier, enhébreme la aguja, no sé dónde dejé los lentes.

Busqué el hilo, enhebré la aguja y se la di.

—Abuela, cuándo se casa María González, le pregunté.

—No lo sé, pero creo que anda saliendo con Félix Bovary, ¿lo recuerda? Su tío Antonio me lo trajo una vez que viajó a Francia. Yo no sé si se entienden. Porque Félix habla un idioma muy raro. Me es imposible comunicarme con él, por más que lo he intentado no logro entenderlo y eso que utilizo un diccionario francés-español, pero nada. ¿Por qué no le habla a ver si se entienden?

Salí de la habitación y me escondí detrás de la puerta del baño. Parecían dos pericas hablando, aunque sólo escuché una voz.

—No te preocupes María, el vestido estará listo, te verás hermosa. Ya repartí las tarjetas de invitación, hay que hacerlo con tiempo, así nadie tiene excusa para faltar a la fiesta o no traerte regalo.

La abuela fue a la cocina y preparó café, lo colocó sobre la mesa del recibo y me llamó.

—Javier, es hora de merendar.

Como puedo me siento en la punta del mueble.

—Cuidado con las niñas, me dijo.

Sirvió el café y se sentó frente a mí.

A mi lado María Antonia, inmóvil, mira el televisor. La abuela gritó de tal manera que la hizo estremecer.

—Siéntate bien. Después no te gusta que la gente hable de ti, que digan a la niña de Doña Bonifacia el mundo entero le vio las pantaletas.

—Bájate la falda.

—Pero abuela, no la regañe, déjala tranquila, nadie la va a ver, el televisor está apagado.

—No importa, me interrumpió, ella tiene que aprender a comportarse como una señorita, y tú no te metas María de los Ángeles, vete a la cocina, termina de lavar los platos y deja de rezongar. Pareces un bubute en pleno vuelo.

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—A la Carmen se le picaron los dientes, tengo que llevarla al dentista, —seguía hablando— y el pobre José Manuel estuvo anoche con fiebre. 

Yo parecía un muñeco entre tantos muñecos, como si no estuviera ahí, sentado frente a la abuela.

—Anoche tuve una discusión con Leticia, la muy cabezadura me porfiaba que el gato con botas no tiene bigotes. Entonces me levanté a media noche, busqué el libro y se lo mostré. Siguió insistiendo en que yo se los había pintado. Fue tanta mi indignación que la saqué del cuarto y la dejé durmiendo en la sala. Y como la muy boba no puede dormir sola, empezó a soñar con fantasmas. Pobrecita, pero tenía que castigarla de cualquier manera.

A Lucy le da por comerse los huevos de las arañas, es su plato favorito. Y a la nena, mi nena querida, se come las flores del jardín.

—¿No se dio cuenta cómo está ese pedazo de tierra?

Es sólo una peladura, una mano seca y resquebrajada. Allí, donde una vez crecieron las mejores flores de la ciudad, donde los pájaros hicieron sus nidos y las mariposas depositaron sus capullos. Allí, donde el sol tuvo una excusa para entrar a mi casa, sentarse en el sofá y todas las mañanas tomar juntos el café. Allí, en ese lugar, donde el silencio no tuvo cabida y donde el tiempo nunca pasó. Ahora es una mirada triste y ajena.

La abuela hablaba y hablaba sin parar.

—La Juana se enamoró del soldado de madera que me trajo su papá. ¡Cuidado y te caes, Alicia, es mejor que te bajes de ahí! No intentes ser lo que no eres porque después sufres y tengo que consolarte. Un día quiso ser bailarina, sabe, entonces le hice un lindo vestido rosado, con retazos de tafetán y tul, y las zapatillas del mismo color. Entre las niñas y yo buscamos libros y discos. Eso fue todo un acontecimiento, y era que Alicia lo hacía soñar a uno. La imaginábamos en un escenario bailando Leda y la muerte del cisne y nosotras aplaudiendo hasta que nos dolieran las manos. Pero en su primer intento fracasó, cayó al piso y se rompió un pie. Ahora quiere ser equilibrista y se la pasa caminando sobre esa cuerda floja. Alicia, bájate de ahí, hoy no estoy dispuesta a recogerte.

—Ah, no. ¿Otra vez llorando, Virginia? Cuando la tristeza le llega al corazón no hay quien la aguante. A veces logro quitársela de encima y cuando veo que la está acechando, la corro a zapatazos. Empieza a subírsele por los pies, las piernas, el estómago, el corazón, hasta que le llega a los ojos; y la tristeza es tan grande, que uno se queda en los ojos de Virginia. Entonces, no es solamente ella la que llora, todos lloramos. El día se convierte en noche y la noche en día. Tratamos que Virginia duerma en las primeras horas de la mañana, porque cuando el cielo se pone oscuro también se le oscurecen los ojos y no deja de llorar sino hasta el otro día. Cuando le dan los ataques de tristeza, al reloj de la casa se le invierten las horas.

En un rincón hay una cesta y en ella Sofía. Lleva una semana durmiendo.

Eso le sucede cuando se acerca a la ventana y se come alguna estrella.

—La digestión es lenta, me dijo. Hay que darle a beber agua de rocío y colocarle en cada ojo una flor.

—Abuela, la cesta está sucia y Sofía puede molestarse.

—Ya no sé qué hacer, es que los pájaros vienen y la cubren con hojas secas y las arañas la protegen de las picaduras de los zancudos, fabrica su red sobre la cesta y ahí no entra ningún mosquito.

Mira al otro extremo del salón y señala unos muñecos que están escondidos entre los almohadones.

—A la Felicia le da por cazar ratones y el Tonny no hace sino dormir durante el día, como si hubiera nacido con los ojos pegados. No tiene curiosidad por ver el color del cielo y ni siquiera se asoma por la ventana cuando se oculta el sol.

La abuela terminó el café y se levantó.

—Mañana iremos todos a misa, así que cada uno debe buscar su mejor vestido y limpiar los zapatos. Después los llevaré al parque y nos sentaremos en la grama.

Daba saltos entre la cocina y el comedor, buscando la cesta que el tío Guillermo le había regalado el día de su cumpleaños y que empleábamos para llevar la comida cada vez que salíamos con papá, mamá, la abuela y mis hermanos a hacer un picnic.

Realmente me sentí como un muñeco más, no podía pensar. Salí, bajé las escaleras —sin despedirme de la abuela— y me fui caminando hasta la casa.

La abuela, con seguridad, irá mañana a misa. Se colocará el vestido a cuadros, el sombrero de alas anchas —traído de Italia—, según dice y los zapatos de charol. Meterá algunas muñecas en la cesta y otras en el bolso de mano, de piel de caimán. Bajará las escaleras (tal vez deje la puerta principal abierta para que entre la luna, porque a ella le da lástima verla sola). Llegará a la calle, caminará dos cuadras, doblará a la derecha y entrará a la iglesia. Algunas muñecas, tal vez, mirarán por los tejidos de la cesta: otras, en cambio, obedeciendo ciegamente permanecerán inmóviles.

Seguramente irán al parque, como dijo, y al regresar al apartamento se sentarán tras la ventana, a ver la noche, planificarán el cumpleaños de María González.

 [1] Publicado en: PÉREZ MELGAREJO, Marisol (2005): Juicio al Capitán de Capitanes y otros cuentos. San Cristóbal, Venezuela, Dirección de Cultura y Bellas Artes del Estado Táchira. Con este libro, la autora, además, obtiene el Premio Único en el Segundo Concurso de Publicación auspiciado por la Dirección de Cultura y Bellas Artes y también califica para el premio “Cada día un Libro”, promovido por el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC).

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Una ventana al mundo de la infancia

Marisol Pérez Melgarejo

UNA GRAN AUTORA DE LITERATURA INFANTIL

EN MI COMARCA

Por Gonzalo España (escritor colombiano)

                Causa mucha alegría saber que uno vive en la comarca con una gran autora de literatura infantil.

             Digo “comarca” porque aunque Marisol Pérez Melgarejo reside en la Ciudad de San Cristóbal, Estado del Táchira, Venezuela, y yo habito en la ciudad de Bucaramanga, Departamento de Santander, Colombia, lugares separados por una buena distancia, las gentes que los habitan son bastante parecidas y comparten muchos rasgos y afinidades culturales, ya que pertenecen a la misma estribación  andina, que se prolonga de un país a otro. Tanto así que por allá en la segunda mitad del siglo XIX tomó fuerza la idea de crear la República del Táchira juntando nuestros territorios y separándolos de sus respectivos países, hasta que el asunto se dejó de lado y cayó en el olvido.

            Un autor de literatura infantil es alguien muy importante porque sabe tocar la música que encanta a los niños. La mejor manera para que un niño se familiarice con las primeras letras es poner a su alcance un libro con historias e ilustraciones que lo llenen de asombro, cosas sintonizadas con el mundo que él lleva adentro. El niño lleva adentro un imaginario que reemplaza la realidad, es tal vez la manera de protegerse en esa indefensa etapa de la dureza del mundo exterior. Un imaginario repleto de fantasía, muy ligado con el juego, con el lenguaje lúdico, con la sonoridad de las palabras, con el ritmo, con el disparate, con la comicidad. Cosas que los adultos hemos perdido y ya no poseemos.

             Escritores y escritoras que todavía recuerdan su niñez, o que todavía viven en ella, como el famoso Peter Pan, elaboran la literatura infantil. Marisol Pérez Melgarejo es una de ellas, y de las mejores.

            En sus cuentos encontramos personas insólitas pero encantadoras, como la abuela Bonifacia, que convive, habla y riñe a diario con las innumerables muñecas que adornan todos los muebles y rincones de su apartamento. El relato lo narra un nieto suyo, que como testigo presencia el batiburrillo. La abuela sostiene un interminable litigio con Leticia, la muñeca que le asegura que el gato con botas no tiene bigotes. También riñe con María Antonia, porque se sienta mal frente al televisor, y le da de beber agua de rocío a Sofía, una muñeca que duerme en una cesta, y le coloca flores sobre los ojos, para ayudarle a hacer la lenta digestión que le sobreviene cada que se asoma a la ventana por las noches y se come una estrella. Discute con todas ellas por asuntos matrimoniales, por vestidos y paseos. El nieto, que visita a la atareada abuela, acaba por sentirse un muñeco más y se marcha sin despedirse.

              Esvy, la bella durmiente, es una mujer que conoce todos los secretos de las personas del pueblo, porque puede ver sus sueños. Desde niña lo único que no la aburría era dormir y se quedaba dormida en cualquier parte. A veces en la mitad de la calle, interrumpiendo el tráfico, siempre rodeada por todos los perros callejeros, que no dejaban que nadie se acercara, como si supieran que la niña estaba soñando. A algunas personas les causaba trauma saber que Esvy podía verles los sueños y se negaban a dormir, pero no aguantaban más de cinco días antes de rendirse y caer como ramas secas en sus camas. Pero los niños se dejaron invadir por la tierna mirada de la niña y bajo su embrujo compartieron la delicia del encanto. Una noche todos estuvieron en el sueño de Esvy, donde moraban hermosos animales, palacios transparentes y muchas otras maravillas.

            La prosa de Marisol toma a menudo tonos poéticos, ella es poeta y ha publicado varios libros de poesía. María, la de las alas largas, tal vez el más bello de sus cuentos, empieza refiriéndonos que “a mi hermana María le salieron alas, semejantes a las de las chicharras: transparentes y tornasoladas. A veces me dan ganas de tocarlas, pero siento miedo, creo que las voy a romper”. Este cuento nos narra las transformaciones vitales de una niña que tiene el poder de lograr que sus deseos se cumplan. Cuando fue al colegio y sintió sueño en el aula de clases, la maestra comenzó a roncar y todos sus compañeros se durmieron doblados sobre los pupitres. “Solo falta la presencia de María para que todo lo que ella quiera se haga realidad. No sé si los niños duermen su propio sueño o era el sueño de María el que los adormecía”.

            Los cuentos de Marisol Pérez poseen una gran dinámica y en ocasiones abarcan universos amplios y complejos, como en Huelga, huelga, donde todos los animales de una granja entran en rebelión contra la vaca engreída y chismosa a quien mima y protege doña Josefa, la dueña del lugar. Enamorada de ella, le ha comprado zapatos y sombrero, le permite pasearse por todas partes y le concede privilegios que no tiene ninguno de los demás animales. Gracias a estas libertades la engreída señora vaca está convertida en una personaje insoportable, se cree artista de cine y anda repartiendo autógrafos, y fuera de eso se ha postulado como candidata a la alcaldía del pueblo. La lucha toma tal encono que la cuestionada vaca cambia de bando y se separa de su dueña, pero esta no acepta la derrota y prefiere vender la granja y la casa antes de que los animales le impongan su voluntad.

             En los cuentos de Marisol desfilan muchos gatos de todos los colores y pelambres, como en El gato enamorado que nos narra las tórridas pretensiones del Gatazo por la gata Angora, ratones que luchan por sus vidas a bordo de un barco de papel que se hunde pese a los desesperados esfuerzos de su capitán, cuento homónimo que le da el título al libro Juicio al capitán de capitanes. Un gran amor entre niños y animales traspasa sus páginas, pero tal vez en ninguno la ternura alcanza dimensiones como las que se palpan en Roberta, mi bella Roberta, donde un niño admira, aplaude, abraza y llora sobre el lomo de la vaquita que su padre ha llevado a la feria, y que tras lucirse en los desfiles y en las exposiciones, gana el primer premio del concurso bovino.

            No fueron únicamente los científicos y la ciencia, ni los siquiatras y los neurocientíficos quienes radiografiaron la mente infantil. Los escritores y las escritoras de literatura infantil tuvieron mucho que ver en ello. Los niños eligieron sus libros porque les gustaron, y al preferirlos entre muchas otras cosas le dijeron al mundo: ¡Nosotros somos así! ¡Respeten nuestra manera de ser!

             En la década de los años cincuenta existía un gran déficit de lectura en los Estados Unidos. Enorme país de obreros y de fábricas, los cansados operarios preferían consumir cerveza a comprar libros y llevarlos a su casa. Un funcionario avizor propuso que se montaran pequeñas bibliotecas en las fábricas y talleres, ojalá con buena cantidad de libros infantiles y de interés juvenil, y que se permitiera a los obreros llevarlos al hogar con la única condición de devolverlos. Al cabo del tiempo se observó que los libros regresaban ajados y en ocasiones subrayados o rayados por lápices de colores. ¡Los niños los estaban leyendo! Los obreros recogían otros y con estos ocurría lo mismo, regresaban ajados y maltratados, señal de que estaban siendo leídos. En la década siguiente los niveles de lectura del país aumentaron varios puntos.

             Con los libros de mi comarcana Marisol Pérez Melgarejo debía hacerse lo mismo. Editarlos y entregarlos a los padres de familia para que se diviertan leyéndolos y compartiéndolos con sus niños, ojalá acompañados de ilustraciones que se puedan colorear. Algunos de sus cuentos pueden ser convertidos en obras de teatro en los colegios e interpretadas por niños. Los veo incluso en el cine.

            Ojalá ella no desmaye y no le dé por jubilar su pluma. Todavía nos debe muchos poemas y muchos cuentos.

LA ESKINA global es un proyecto cultural de distribución gratuita.

LA ESKINA global proyecto cultural y educativo.

Edición y dirección: Claudio Anaya Lizarazo.
Diseño y diagramación: Gloria Inés Ramírez Montañez
Bucaramanga, Colombia.

2 comentarios:

  1. Marisol nació con ese talento. A través de sus cuentos infantiles puede llevar alegría y contar las anécdotas de su vida a muchas personas

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  2. Para mí es considerada una de las grandes escritoras del estado Táchira. Donde se basa en la cotidianidad. Eres mi orgullo y admiración

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