LA ESKINA global , periodico cultural

lunes, 4 de diciembre de 2023

LA ESKINA global 132

  LA ESKINA global ISSN 1900 – 4168

No.132 octubre de 2023, laeskinavirtual@gmail.com; http//bloglaeskinavirtual.blogspot.com; WWW.ELLIBROTOTAL.COM; Bucaramanga; LA ESKINA: Gloria Inés Ramírez M. (diagramación y diseño); Claudio Anaya Lizarazo (edición y dirección).

©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.
Edición a cargo de Gloria Inés Ramírez Montañez

PÁGINA 1

DESCRIBE TU ALDEA Y SERÁS UNIVERSAL” 
León Tolstoi.

Por : Gloria Elena Carrillo
Claudio Edgar Anaya, escritor bumangués, nos sorprende gratamente con su última producción literaria: Aula Máxima bar.

El escritor nos propone en este, su nuevo libro una lectura amena, divertida irónica, inquisitiva, voyerista y de una riqueza en formas literarias que el lector tiene la sensación de estar en clase de teoría literaria; pues, permite conocer a través del relato, la visión de mundo de 15 personajes, que entran al bar de Aula Máxima a conversar con su único interlocutor: el barman. Este personaje le da vida al bar y a la historia que cuenta la época, la política, la cultura y el arte que vive la ciudad de Bucaramanga, en los años ochenta y noventa del siglo XX.

No es un libro testimonial, es un libro de relatos, mezcla de realidad y ficción, “Aula Máxima bar”. El escenario es un bar, un cóctel y un Barman como el personaje principal; quien ofrece el licor, ambienta la charla y propicia los recuerdos y las respuestas a interrogantes, inquietudes, formas de ser que llevan consigo los personajes, esos individuos que se han dedicado con pasión a leer, escribir, pensar, conversar, proponer, criticar, juzgar y en pocos casos actuar.

El escritor Claudio Anaya, a través de su personaje central informa, quién llega al bar y cómo es, enseña la preparación del cóctel le da nombre y la referencia histórica con los ingredientes; es suspicaz este Barman; no sólo se muestra atento para servir, provoca con su comentario al personaje, ese que al atardecer, busca en el bar el espacio propicio para conversar y recordar que hubo un tiempo mejor, o esa es la sensación, al oír su añoranza.

Es un bello e interesante ejercicio literario y pedagógico, porque recrea a los personajes, los muestra en su estado natural y conversa con ellos sobre temas, que atraen la curiosidad, no sólo para el lector de literatura, sino para aquel, que encuentra en el bar, licor, música y bohemia. El Barman prepara el cóctel e inicia un diálogo en donde el personaje es el interlocutor, el que propicia su conocimiento y se deja ver en toda su dimensión: ¿cómo piensa? ¿Qué tanto conoce del oficio que representa?, ¿sobre qué argumentos soporta sus ideas y conceptos?, y la fragilidad que lo acompaña.

Entonces, el papel que desempeña el Barman, es el de un oficiante de la palabra; está para oír y a través de esta charla, dar al lector, la idea genial de hacer de la conversación un instrumento, que permite al personaje sentir que se le escucha con atención y seriedad.

El mismo escritor Claudio Anaya, en Gajes de Oficio, libro de ensayos que publicó en el año 2011: comentarios sobre literatura y realidad, pág. 57. Nos afirma sobre la conversación:

      “Nos gusta hablar porque somos incapaces de escribir o necesitamos escribir porque somos incapaces de hablar en público, de todos modos, hacemos catarsis por medio de la palabra para recrear, recordar, y a veces para tratar de reconstruir nuestro mundo, nuestra vida… ¿habrá algo más delicioso que la despreocupada conversación sobre temas, libros y asuntos, donde muchas veces uno no tiene nada que decir, pero sí mucho que oír?”

Aula Máxima Bar, contiene 15 relatos, cada uno tiene el nombre de un cóctel: Caruso y lo acompaña un subtítulo. (un libro lleno de sol) /Dry Martini (más amargo que el ajenjo) /Negroni (el talento es una flor silvestre) / Side Car (historias que la gente cambia) / Margarita (ella quiere ahogar su tragedia) Satanás (retrato del fraile sibarita/ y, así hasta el último relato, con el nombre del licor más común y popular: Cerveza (la cometa incendiada), los 15 capítulos, que componen el libro.

Este libro como los cócteles es una mezcla, en donde el autor muestra a cada personaje desde su forma literaria; quiero decir, el que escribe poesía, el de novela histórica, el cronista, el más panfletario, el lector y gestor cultural; además, mezcla realidad y ficción, recrea a los personajes, nos crea un bello espacio para conversar, llamado Aula Máxima Bar, ironiza, describe, vemos la imagen, hay poesía, narra, cuenta, y da la receta con la historia real del cóctel.

Todo con el toque especial, de un escritor que se ha hecho a través de la vida y de la lectura de los grandes escritores de la historia de la literatura universal, nacional y Local, pero que además ha hecho de su trabajo literario, arte y hoy lo apreciamos en esta obra que nos lega y que incita a la buena lectura. Como dice el escritor Harold Bloom, en su libro: Cómo Leer y Por qué, primera edición para América latina en agosto de 2000.

      “Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad…lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo…”

Aula Máxima Bar nos devuelve la historia, nuestra historia cercana convertida en literatura, rescatada a través de la conversación y de la memoria oral, pero finalmente convertida en escritura literaria.

El Barman, como personaje central y voz narrativa, prepara de manera especial para la personalidad y carácter del personaje, un cóctel, es especialista en escuchar, por eso se acude al Bar, a beber y a conversar su propia historia y a través de sus ojos, nos muestra la ciudad; que es la historia de todos. Es la visión de hombres y mujeres que la sufrieron o amaron, desde sus lecturas, escrituras y propuestas sean poéticas, narrativas o políticas, en las que no sólo está la ciudad, sino el país en pleno; porque los hechos y sucesos, que conforman una época trascienden las fronteras, se impulsan y se recrean para vivirlos casi de la misma manera en todas partes. El escritor Ruso León Tolstoi, lo dice de la siguiente manera:

      “Describe tu aldea y serás universal, porque la Humanidad es muy parecida en el más profundo sentido. Somos víctimas de las mismas pasiones, del amor, del odio, de la amistad o del honor”.

Claudio Anaya a través de los personajes de aula máxima bar, nos muestra la Bucaramanga de los años ochenta y noventa; Es una idea genial del autor, narrar para la ciudad un ambiente cultural en un bar. Desde el significado: las palabras Aula Máxima Bar, son contradictorias; en sentido pedagógico Aula Máxima; es espacio de formación y aprendizaje, y bar lugar donde ebrios y pendencieros solitarios, incomprendidos llegan a descansar, a ocultarse un poco y olvidar; en este espacio de fabulación que es el Bar, se ambienta la palabra a través de un cóctel y los personajes no quieren olvidar sólo recordar, añorar, conversar, pensar las circunstancias para comprender los hechos. Se detiene el tiempo en cada charla, se escucha entre la buena música al personaje y al Barman que conversan.
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Hay claridad en la voz narrativa que muestra la ebriedad en el narcisismo, cada uno es un ser especial y se lo creen, los personajes que entran al bar son tratados con especial dedicación. 

El espacio imaginado le posibilita al personaje su arrogancia, se siente diferente; ¿mejor que otros? ¿Tal vez?, el Barman, no lo dice y lo es; todo el que lee, escribe e interpreta su mundo a través del arte es diferente en esta sociedad, donde leer, escribir, hacer crítica es un ejercicio de pocos. En Aula Máxima Bar, se oye, esta ausencia social:  falta de espacios culturales, falta de rigor en las propuestas literarias, falta de escucha, de escritura, de crítica.   Sin lugar a dudas; Aula Máxima Bar, es el espacio que todos añoramos en ésta y en todas las ciudades.  El lugar para conversar de manera inteligente, sobre los temas de actualidad que tanto nos inquietan, política, historia, memoria, literatura, arte; instrumento que tiene la posibilidad de rescatarnos de la barbarie que asola nuestro espíritu.

Aula Máxima es un Bar que se resiste al olvido, pasan por allí, personajes y escritores, que dejaron huella y actuaron conforme a su pensamiento; hoy algunos de ellos ya no están, es el caso del relato y cóctel Caipirinha (Regreso en olor de azucenas), aquí se evoca “un treinta uno de octubre, el Barman en soliloquio dice “que aún no comprende los acontecimientos de esos días”.  Nos deja ahí con la incertidumbre para darle la bienvenida al personaje que se acerca,

“llega el escritor Melquiades, autor del libro relatos de viajeros, i de la novela Asuntos de un caballero Disoluto” pregunta “¿Entonces este es el bar donde se reúnen los escritores”? pág. 107.

Otro personaje llega en ese momento.  Con él, se muestra ese tiempo nefasto del que somos testigos, porque vidas valiosas desaparecen.

“…Levanté los ojos i creo recordar que salté…Pues estaba ante mí  al otro lado de la barra mi amigo Chucho Peña, con su infaltable viscera i su sonrisa socarrona”

“Apuesto a que ya ni se acordaban de mí – dijo - i reía con ganas al ver la expresión de incredulidad i asombro en mi rostro…”

Hay, en este libro un gusto literario de alto nivel, la seguridad que nos hacía falta a los lectores de esta ciudad; porque al avanzar en la lectura, Usted, lector, se adentra en un espacio de conversación literaria y se pasea por grandes escritores de la literatura universal, como es el caso del relato llamado Satanás: así se llama el cóctel que le prepara el Barman al fraile; no sólo por la ironía, tan graciosa y alegre: (Para un fraile, un cóctel llamado satanás), sino por lo elevado de la conversación.  Se diserta sobre la vida, la muerte, la religión, la filosofía, la ciencia y se duda de ambas, a través de escritores como: Stefhane Lupasco, Roland Barthes, El erotismo de George Bataille, Stephen Hawking y muchos temas más, que le dan altura y seriedad a ese discurso y al cóctel que lo precede. “Satanás, incendiado en la boca del fraile”, una bella y poética imagen para un personaje diverso, conocedor del mundo y de los hombres.

Finaliza este libro con el relato llamado Cerveza (la cometa incendiada), ¿cuál de nosotros, de los que estamos y leemos y los que no, sintieron el enorme placer de elevar al menos una vez en la vida una cometa y la urgencia de armarla con sus propias manos, para soñarla, darle color, alas, ir en grupo haciendo algarabía, encumbrar, hasta sentir que volar era así de fácil y llegar hasta las nubes era posible; siempre en esa conversación silenciosa entre el cordel, las manos y los sueños.

Claudio Edgar Anaya, con este relato, no sólo nos lleva hasta esa infancia y adolescencia nuestra, nos pinta y dibuja el barrio en el que crecimos y volvemos a vernos allí, unos y otros; los unos con recuerdos felices, pues la infancia y adolescencia temprana es nuestra patria libre; y otros, con sus añoranzas y vergüenzas, que también hacen parte de esa patria que nos pertenece y que elegimos vivir, o los que salimos y fuimos, o los que se quedaron en esas actividades juveniles y también fueron de otra manera. 

Aula Máxima Bar, reconstruye la historia de la ciudad, a través de los hechos y actividades que se sucedieron en la época; no sólo las literarias, también las políticas, esas actividades que en los 80, despertaron a toda América y la libertad se volvió la palabra clave de la existencia, por ella muchos se jugaron la vida y la perdieron;   

“Juego mi vida, cambio mi vida, de todas maneras, la llevo perdida” León de greiff.

Esta obra literaria evoca la historia conocida y se la recuerda al lector, repasarla y volverla viva, es la tarea de todos.  Resistir a lo banal, a lo frívolo, es la propuesta de nuestro escritor.  

La estructura de Aula Máxima Bar, desde mi punto de vista tiene tres elementos que proponen una mirada nueva de hacer literatura de gran calidad:  primero; se rompen las fronteras entre las distintas formas literarias, segundo; al ser una mezcla se crean híbridos entre el relato, cuento,  crónica y, tercero; la realidad, logra confundirse con lo imaginado y, así se recrea un espacio libre y neutral, donde el cóctel, tiene tanta importancia como la historia del personaje que se acerca al Barman y él, lo rescata a través de la conversación para que el lector lo  perciba lo reconozca en toda su soledad, añoranza y  pueda identificar ese sentimiento que se ha ido arraigando de saberse aislado;  todo cambió, ya no hay dónde ir, que no sea ruido y frivolidad. 
El Barman, escucha, siente la soledad del otro que de alguna manera es la propia: encontrar con quién conversar, sobre los temas claves que agobian a los escritores de hoy.

Así que quien entra a Aula Máxima Bar, encuentra la posibilidad de una conversación de altura, de nivel. El Barman personaje central la propicia y hace las preguntas claves, buscando que el personaje real, animado por el cóctel, cuente su historia, su desaliento y encuentre eco, desde el comienzo hasta el final. 
 
Finaliza esta bella obra literaria, de gusto estético con una mirada inquisitiva, que interroga al lector, hace que piense su mundo; su propia historia se refleja en el libro Aula Máxima Bar, como un espejo que devuelve la imagen, para afirmar que es la literatura la que muestra el devenir de los pueblos, sus aciertos y equivocaciones, sin juzgar. Sólo muestra y recuerda que es necesario el arte.

“Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo…”. Miguel Delibes

leer, lo nuestro es identificarnos en un espacio y un tiempo, que nos determina y nos hace sujetos culturales y hacedores de paisajes.

Queridos lectores, los invito a ese lugar soñado: Aula Máxima Bar, en sus páginas se inmortaliza nuestra historia, la historia de todos; la de generaciones pasadas y futuras ahí, se encuentra la voz que se resiste al olvido, 

Gloria Elena Carrillo
Escritora y Licenciada 
en Lingüística y literatura
Julio 30 de 2023

Esa crónica es puro cuento

(prólogo)

 Por Julio César Correa

Literatura y bohemia es una mezcla indisoluble, estrecha y hasta natural, si se quiere. La historia está cargada de ilustres personajes de la literatura que pasaron buena parte de sus días, sentados en un bar, borrachos o, simplemente, observando y bebiendo de ese entorno siempre salpicado de anécdotas, rumores y rencillas que en no pocas ocasiones terminarían en riñas o insultos de alto calibre. Pero no solo de la literatura, en términos generales, un bar acoge con generosidad a personajes de distinta índole. Lean, por ejemplo, la historia detrás de El Café Automático, en Bogotá o, el más ilustre pasado del famoso Bar La Cueva, en Barranquilla, donde solía reunirse un grupo de entusiastas y bohemios amigos, entre los que figuraría Gabriel García Márquez, Cecilia Porras, Álvaro Cepeda Zamudio y Alejandro Obregón.

Y en cada ciudad y en cada país habrá un bar, un café o un lugar que posibilite el encuentro de personajes ilustres y no tan ilustres. La lista se haría interminable. Sólo se mencionan algunos, más por su historia, su pasado, y por la presencia de algunos personajes que le darán un brillo posterior, al haber alcanzado cierta gloria, como en el caso de los escritores. En Bucaramanga, al menos en mi época, no recuerdo alguno que tuviese esa connotación. Quizás, se pueda mencionar aquél que se llamó El Patio. Allí, hubo visita frecuente de artistas, escritores en ciernes, poetas, escultores y demás personajes que hoy recoge Claudio Anaya en “sus memorias” de Aula Máxima-Bar. Pero, me parece que no alcanzó a tener la historia y el vuelo suficiente para convertirse en ícono de cierta rebeldía o espacio para la bohemia, como ocurrió en otras ciudades. Y ello ya dice bastante de nuestra cultura local.

La literatura y el alcohol satisfacen la mezcla propia de esos cocteles que se preparan sabiamente en Aula Máxima-Bar; pero, igualmente, es una rara mezcla de sabores exclusivamente humanos: alta sensibilidad, agudo sentido de la observación, capacidad de escucha atenta, -cosa extraña entre escritores-, y un gran sentido crítico que, en muchos casos, como en el presente, se desdobla en una profunda ironía que podría fácilmente confundirse con otra emoción que no armoniza, muchas veces, con el gusto del otro, quizás porque terminaría siendo reducido a broma o a chiste. Tal vez, eso ocurre con algunos personajes que pude identificar a lo largo del texto y que, por haber vivido en Bucaramanga, pude conocerlos y reconocerlos casi de inmediato. Quedan por fuera algunos, sin que el propósito –creo yo- haya sido agotar la fauna local y su bestiario de personajes que ilustran y aportan a la región, más allá del retrato que hace el dibujante, barman y escritor del texto.

Pero, a esa mezcla inicial de literatura y alcohol habría que agregarle algunos otros ingredientes para que el coctel esté mejor logrado. Un poco de sentido del humor bien surtido con algo de ironía, para agregarle al final unas cuantas gotas amargas de crítica social, más unas hojitas salpimentadas de la picaresca local, y así se obtendría la mejor bebida que se pudiese probar en un bar de quilates como el Aula Máxima-Bar, un verdadero pub inglés, donde incluso Hemingway se sentiría como en casa y apostaría por un trago, mejor que el mojito o el daiquirí.

El barman, al menos el que nos presenta Claudio, es un juicioso conocedor de la coctelería y sus posibles efectos; pero, además, éste sujeto, una extensión-proyección del mismo Claudio, es un conocedor de la condición humana. Este barman ha ido aguzando su perspicacia, su ingenio y su sentido del humor, a veces intercalado con la sutil o descarada ironía. El sentido de la observación, apenas evidente, ha ido en evolución con los años y apoyado en su oficio de fino observador de la realidad que le envuelve hace años, hecho que le ha permitido desnudar, en sus más íntimos prejuicios, el alma santandereana. En la mayoría de los textos que componen el libro -15 en total- se puede percibir esa relación de ida y vuelta, ese cuestionar necesario su misma condición y la del variado grupo social que se fue conformando en el entramado sociocultural, y que hoy llamamos “ser santandereano”.

La cita en este bar, -extensión de esa particular idea según la cual algunas universidades funcionan como grandes parqueaderos con cafetería o las no tan famosas universidades de garaje; en este caso, un alma mater con bar incorporado, nada lejos de la realidad- es una cita de obligado cumplimiento, puesto que los fines de semana, el encuentro en un bar es apenas un asunto que se podría etiquetar como de encuentro social, para pasar el rato, disipar emociones o, por puro esnobismo, tal y como se maneja hoy y se publicita en las redes sociales. Creo recordar que, cerca de alguna universidad local, funcionaba un bar con nombre bastante llamativo. Hubo otros lugares a los que asistí, de manera personal, -tiendas de barrio, se diría en tono sarcástico-, donde se surtía de cerveza a sus clientes, por lo general, estudiantes y lugareños.

En Aula Máxima-Bar nada es más emocionante que poderse encontrar con Juan José Arreola, Gómez Valderrama o cualquiera de esos sutiles escritores que cifraron su existencia en el fondo de una copa, en un vaso de whisky o en una cerveza. A Bukowski lo dejaría sentado en una esquina, a lo mejor con una dama que le hace compañía, mientras lanza escupitajos a diestra y siniestra. Löwry estaría allí sentado o quizás medio adormecido en una mesa esperando el rugido de algún volcán de mezcal y tequila. En cambio, Poe andaría de tumbo en tumbo hasta caer de bruces y quedar adormecido en la calle, mirando apenas el colorido cielo de esos atardeceres arrebolados de Bucaramanga. Al final de la barra, nada extraño que el alma de Dylan Thomas se encuentre izando el vaso de whisky, al tiempo que lo agita y lo levanta para saciar su infinita sed y celebrar sus 18 whiskies seguidos, considerados un verdadero record. No importa que ese pudiese ser el último trago. Incluso, Faulkner estaría del otro lado de la barra, a lo mejor, discutiendo sobre la posible composición y mezcla de un buen trago, aunque él prefiriera el whisky,  mientras escribía sus novelas.

Hay algunos aspectos que se deben señalar y que permiten resaltar, entre otros, los aciertos del libro:  Los títulos de los cuentos/crónicas, todos, hacen referencia a cierto tipo de cocteles o tragos, por lo general acompañados de una reseña que lo ubica en su historia, mostrando la ciudad y el posible bar donde se creó la bebida, además de los posibles personajes que frecuentaron esos lugares y ese tipo de bebidas. Los títulos-cocteles se desprenden o apuntan y hacen referencia al título del libro: Aula Máxima-Bar. Igualmente, al hacer referencia a este tipo de tragos, la historia y reseña de la ciudad y el país respectivo, un cierto aire cosmopolita enriquece la atmosfera del libro, de cada uno de los textos, posibilitando, quizás, que el libro no se quede en el ámbito de la parroquia, asunto que no se podría señalar como negativo, puesto que el uso mismo del lenguaje, ya es más que suficiente para que el autor evidencie esos rasgos de calidad que va mostrando a lo largo del libro.  

Otro acierto que se podría señalar tiene que ver con la disposición dialogal de los cuentos/crónicas. Casi todos, por no decir que todos, presentan este tipo de recurso, convirtiendo la presencia de los tragos, el bar, y el ambiente propio de un lugar de estos, en un sitio propicio e idóneo para la conversación y el encuentro, el desafuero y el disfrute de la existencia, más allá del ánimo prevenido de algunos contertulios. El mismo autor reconoce esta condición de la cultura santandereana, en un breve intercambio con uno de sus clientes, aunque más como reflexión:

 Como calló i me llamaron por un pedido, estuve un tiempo alejado de él, cosa que agradecí, pues, aunque me gusta mucho la conversación i en esto no parezco santandereano, pues considero que hablar i tertuliar no es un mal negocio, no me parece cómodo el papel o el oficio de quien hace la terapia al paciente, para ayudarle a sacar los fantasmas i los demonios que lo acosan i lo fustigan cruelmente, desde adentro. (p.24)

Quedan así tres hechos en evidencia: la incapacidad para la conversación del espíritu calvinista santandereano y el deseo ferviente, y nada oculto, de que conversar es, a la larga, un (buen) negocio. Pero, además, abre paso al barman para que se convierta en terapeuta emocional.

Un barman bien podría ejercer como terapeuta emocional, dadas las cualidades que se le adjudican o de las que hace gala, según se le mire. Por lo general, los bares son frecuentados por personas que buscan divertirse, pasar un rato o, bien, escapar de la soledad, de su aislamiento social. De allí que se prefiera el bullicio propio de un bar, la música y el coro de voces que se podría escuchar al afinar el oído y detectar, con cierta facilidad, el ameno cotorreo al que se dedican los contertulios. El barman, ese sujeto que luciendo un atuendo cercano al de un profesional de la salud, permanece detrás de la barra, las mangas de la camisa recogidas, la mirada atenta y el oído siempre dispuesto a escuchar al cliente/paciente recién llegado o al que permanece sentado en la barra, mirada triste y solitaria, volcada sobre el vaso, donde el barman le ha servido un estudiado coctel, un daiquirí o un bloodymary, quizás. Todo depende del cliente y de su estado emocional. “Este oficio me ha enseñado a observar. Cada disciplina aprendida deja algo en el golpe de la mirada, como una liberación parcial o adiestramiento del espíritu, para hacernos más curiosos i precisos. I podemos apreciar i entender mejor la vida”. (p.31)

El protagonista, el barman, es igualmente un experto retratista, y eso lo deja ver en la forma como va describiendo, pintando o dibujando a cada uno de los personajes citados y ubicados en esa atmósfera provinciana que era - ¿es? – Bucaramanga. Además de pintar a cada personaje citado, igualmente, dispone de su lápiz o carboncillo para hacer el boceto y la radiografía de la cultura santandereana, del ambiente artístico propio de la región y así señalar sus pequeñeces y virtudes.

Por este libro van pasando algunos personajes con los que pude compartir, en dicha ciudad, durante los años de juventud. Quizás algunos, como Fray Gil o las damas citadas, no podría ubicarlos con facilidad, pues una cierta bruma emocional, propia de la distancia, nubla mis recuerdos. A dos de los fallecidos personajes los reconozco con facilidad y nostalgia. Chucho Peña, el poeta paisa, a quien apenas empezaba a conocer por ese entonces, y que el barman lo resucita, al menos su espíritu, y lo pone a conversar entre los vivos, es uno de ellos. A Chucho, como se le conocía, lo recuerdo detrás de un atril y ubicando sus poemas a manera de partitura, para luego leerlos, muy a su estilo. Lo veo, todavía, leyendo a su querido Pablo Neruda, en “La Gallera” de la UIS. El otro es Jorge Isidro, con quien tuve la oportunidad de caminar las calles de Bucaramanga y con quien pude asistir a la tertulia del Cuarteto de Alejandría que, por entonces, se reunía en un restaurante de una de las avenidas principales de la ciudad.

Finalmente, el libro que lleva por título Aula Máxima-Bar deja abiertas las puertas para que usted visite el lugar y se embriague con cada uno de sus textos-cocteles, en buena medida, señalado de esta manera, porque cada texto está escrito en primera persona y, desde ese yo, nada disimulado, narra historias que mezclan una enorme cantidad de hechos verídicos con pócimas de ficción, de imaginación y de lecturas personales. Bien podría decirse que el texto que tiene el lector ante sus ojos es un libro de autoficción; extrañamente y de manera coincidente, es una combinación de autobiografía (alta dosis de realidad personal), y cuento (con agregados de ficción), pero que en el fondo guarda un enorme respeto por la verdad.

Aula Máxima-Bar es un libro de cuentos o es un cuento ese libro de crónicas que dibuja una ciudad, que requiere las necesarias sacudidas de los ebrios que salen cada tarde/noche del pub, y en medio de sus delirios, de su efusiva explosión de emociones e ideas, se acerque por fin a la noción de ciudad abierta a las ideas del mundo, lejos de la mezquina condición de aquellos mercaderes que siguen perpetuando ese imaginario de una sociedad sin el aliento necesario de los cultores de la palabra, de los pintores, de los músicos, teatreros y demás artistas que buscan el reconocimiento y el lugar que merecen, en una sociedad que decidió dejarlos en una orilla, al margen de todo, silenciados y excluidos.

Manizales, 11 de agosto de 2022

 Cerveza

(La cometa incendiada)

En  este  bar  he  oído  historias  curiosas  o  singulares; como dijo el escritor santandereano Jesús Zárate Moreno, estamos  llenos de historias, se puede decir que a cada  instante surge una de ellas, sólo es cuestión de ser sensible con el habitual discurrir de la  vida para darnos cuenta del enorme sesgo de interés que pueden ofrecer ciertas situaciones, i ahí está la historia, ahora, como también dijo el escritor  inglés William Somerset Maugham, ninguna  historia,  por  ficción  que  sea,  puede  partir  de  la nada,  nada  se escribe a partir de la nada, i la ficción  tiene  su  anclaje  directo  en  la realidad,  que a su  vez  es  fuente  de  fantasía.  Pienso  en  esto,  porque veo llegar al “Aula máxima-Bar” al hombre de la historia de las cometas, quien el otro día estuvo tomando  con  algunos  de sus amigos i les refería así:

—No creo que exista la historia menuda o los destinos ínfimos, porque los sucesos importantes están hechos de detalles que parecen pequeñas historias  i  porque, estos temas importantes deben su importancia a factores sociales o caprichos políticos  i  mediáticos,  por  esto  captan  la   expectativa general;  más  bien existe, también, la historia oculta, la historia íntima, lo que hemos vivido o hemos visto i no hemos contado, lo que quedó consignado  en  la  actas,  en  las  partidas, aguardando  pacientemente  en  los  anaqueles de los gabinetes, en los laberintos de la memoria… Tardé cerca de cincuenta años para decidirme a narrar este pequeño episodio de mi vida, que me acosó durante mucho tiempo como  un  sutil  fantasma  que  a  veces  dejaba  ver,  con premeditación,  la  última  punta   del mantón blanco que siempre arrastraba en sus apariciones. 

Bueno,  yo como barman he notado en mí, un proceso de potenciación de mi memoria, he oído tantas historias i a diario, que han configurado toda una  estepa de monotonía, i cuando surge una historia singular, inevitablemente queda marcada con fuego en el horizonte de esta estepa, i se convierte  para  mí, en una historia difícil de olvidar. Puedo recordarlas completas i me es fácil encontrar el tono con el que fueron contadas. Cualquiera  vería  en  este  tipo  a un  alucinado,  i  tal  lo  sea,  pero  el  hecho  de  serlo no le quita una brizna de interés a su relato. Ese día, el hombre continuó:

—Su fría e incómoda presencia de réptil me acompañó a lo largo de mi vida, al final de la cual, como en un lejano parpadeo de claridad, entendí que la suma de todo ese malestar, el fantasma que lo ocasionaba, era la señal del enigma que he debido descifrar desde tiempo atrás i tal vez con esto hubiera logrado manejar un poco más a favor las circunstancias en las cuales merodeé a lo largo de los años. En esa época de mi niñez, estaba viendo i viviendo  una  muestra  de  lo  que  iba  a ser el  mundo,  un  adelanto  de  las  actitudes  sociales  que  alcanzan  a  manifestar lo que se agita en las capas más profundas de los seres humanos, i que son indicio de su condición natural antes que de cualquier norma social.  Sin  embargo, la vida también  nos  ha  enseñado  que los frutos caen cuando están maduros, i que el azar no existe, sino que es la manifestación de la presencia i la materialización de cierta conjugación de condiciones, a lo cual miramos  con  los  ojos  de  lo  fatal  o  de  lo  mágico.

El hombre se acercó a la barra i miró en varias direcciones,  como  buscando algún rostro conocido, pero ninguno de sus amigos del otro día había venido. Tal vez le urgía contar otra historia, i  tal  vez  le urgía contar otra historia  porque  tal vez  se  sentía solo. Es lo que le pasa a la mayoría de las personas, por lo menos a las personas mayores, pues los jóvenes se han resignado a un mundo tan pequeño i tan ausente como la pequeña pantalla de su teléfono. El hombre pidió una cerveza bien fría i se acodó en un rincón de la barra. I mientras yo graduaba una selección de música en variados géneros, me parecía oírlo continuar su relato de entonces:

—Todos los años por agosto i por enero, soplaban más fuerte los vientos, pero era en enero cuando por estar en vacaciones, podíamos aprovecharlos mejor. Nuestro barrio estaba ubicado en uno de los dedos de esa ciclópea mano de arcilla, que, con paciencia millonaria en años, han tallado las aguas que escurren de los cerros orientales de nuestra ciudad, i que hacia el occidente rematan la meseta de Bucaramanga. Es difícil contar la historia de un barrio  por medio de hechos i acciones que no  tuvieron  protagonistas  que  no fueran el alma colectiva,  e infructuosamente queremos contarla por medio de algunos de sus personajes, que no  alcanzan   a   ser  personajes  sino  sujetos  de  una  acción  de  la cual ellos prácticamente no tenían conciencia. Aunque para este caso, a pesar de estar implicadas muchas personas, no hay personajes relevantes ni caras definidas; esta historia es la historia de una intención que hoy en día, transcurridos más de cincuenta  años,  veo   como una  forma  de  subcultura.  I  no  podría  haber rostros  definidos  porque  en la insignificante materia de este relato, cuando se dieron esos habituales hechos, no los hubo. Era el entusiasmo de  la  jauría  que  actuaba  orgánicamente  para lograr un objetivo de destrucción.

Me acuerdo que ese día el hombre calló por un momento, llamó a uno de los meseros i pidió una ronda para el grupo que lo oía, i continuó: 

—Puedo decir que no hubo organización en esos persistentes  ataques  contra  las  cometas,  sólo  el nivel  de  organización  biológico  que  le  corresponde a  un  organismo.  Se  actuaba  independientemente, pero  obrando  hacia  un mismo fin, como los hongos.  En enero, en cuanto soplaban fuerte los vientos  i aparecían  luminosas  i  coloridas las cometas hechas por los muchachos del  Barrio Santander, algunas tan  bellas  que  parecían  flotar en el cielo casi como un mandala,  ondeando a gran altura en cámara  lenta  su  jurásica  cola, aparecía el tic en los muchachos  de  nuestro  barrio,  alguien  daba  la  voz  de  alerta i se poblaba el barranco de una multitud que a su vez elevaba cometas construidas sin belleza, pero con buena técnica —hubo algún  murmullo de voces, entre ellos, por algunos momentos, pero no logré  entender lo que hablaban pues se cruzaban las voces,  i al final el hombre continuó.

—En vacaciones de enero, después de mediodía, bajo  el  sol  destellante  de  la  tarde,  alzaban  vuelo las  cometas  de  los muchachos del barrio vecino. Por sus ejemplares se podía apreciar que ellos tenían arte en su construcción. Diferentes nombres designaban sus modelos i su clase, siendo los más frecuentes el tambor, la cruz, i el velero. Sus  coloridos  diseños  i  sus  tamaños  a  grande escala, también hablaban de su regocijo de tradición universal, de una comunicación cósmica al entrar en contacto con el viento, con el sol, con la tarde, con la tensión de la cuerda que hacía sentir una especie  de balanceo del mundo; una conexión entre cielo, cuerda i mano, que nos hacía sentir muy cerca de tocar el infinito i presentir el abismo de los altos vientos,  la humedad de los crepúsculos, el millonario i helado goteo de la lluvia en las alturas i el viajero olor de las arboledas, tal vez la eternidad que reúne todos los tiempos, pero que también puede ser la desaparición del tiempo en cuanto a disgregación de  la  conciencia  por  identidad  o sinestesia  con  los elementos  naturales. 

Sí señor, ahora que repaso este capítulo, caigo en cuenta del valor de esta anécdota, miro al hombre, hoy callado i pensativo pues no tiene auditorio, concentrado en sus elucubraciones i entretenido con el sabor de su cerveza. 

—Había dos momentos oportunos para derribarlas, i  era  cuando  alzaban  su vuelo o cuando a las seis de la tarde se recogían, pues la retirada del sol anunciaba la oscuridad i la humedad. Eran esos los momentos propicios porque cuando alzaban vuelo o cuando regresaban, el ángulo i la distancia entre los dos barrios, ubicados en dos prolongaciones seguidas de la meseta i separados por la cañada de Quebrada Seca, hacían que las cometas pasaran a poca altura de la escarpa de nuestro barrio. Ahí estaban los verdugos vocingleros, en cierta forma ignorantes de sus acciones, pero contribuyendo a construir la tradición de la infamia, la temprana corrupción,  la cultura de la destrucción de la belleza, la destrucción de la obra de los otros. Sé que todas estas cosas se dan en cualquier lugar del mundo, pero yo lo vi hace muchos años en mi barrio.

Miraba con disimulo al hombre, en el extremo de la barra, quizá por curiosidad, o para estudiar sus rasgos, quizá con el objetivo de saber qué lo motivó a contar ese pasaje de su vida, pero su rostro aparecía impenetrable, tal vez lo más notorio en su aspecto, era  un  aire  de  melancolía. 

—En  esos  años  muchas  veces   me  pregunté  por qué  lo  hacían,  i en esos años tal vez por mi juventud, no obtuve la respuesta. Pero el método consistía en que cuando las cometas del Barrio Santander alzaban vuelo, debían sortear el inevitable ángulo que las hacía  pasar a poca altura sobre nuestro barrio, i los muchachos de nuestro barrio elevaban a su vez sus cometas, desplazándose sobre el orillo de la escarpa en grandes o cortas distancias, de oriente a occidente, alcanzando la altura de la cuerda de la cometa a derribar, encumbrando sus cometas para lograr el enredo, i para esto las modificaban jugando con la proporcionalidad entre el tamaño de la cometa i la longitud de los vientos, a veces con los dos vientos superiores en su longitud habitual i acortando a conveniencia i hasta donde les era posible,  el  viento  inferior. Con una cola de longitud media i de un solo tramo, no larga i bifurcada como la cola de las cometas hechas para volar  a  grandes  alturas  i  con  fuertes  vientos. 

—También les amarraban en la cola pequeños objetos  sólidos i punzantes, como espinas i astillas de madera, para que, al rozar a las cometas perseguidas, se les rompiera el papel i cayeran; amarraban cuchillas a diferentes distancias i medidas en su propia cuerda, para que al rozarse las dos cuerdas, cortaran la cuerda de la otra cometa i se viniera en picada. Cada vez que una cometa de estas caía, se desataba una baraúnda insoportable cuyo único trofeo era, unos metros de cuerda para algunos, i para otros, unos fragmentos de caña con residuos de papel de colores.

Como  el  hombre  me  llamó,  se  detuvo  el  discurrir de mi memoria. Me pidió otra cerveza, que a los pocos  instantes  le  entregué, pero seguí oyéndolo en mi interior.

—Creo que nunca pudieron apreciar lo que hay detrás de una cometa. Creo que nunca sospecharon que una cometa sea el mejor de los juguetes del mundo. Sí aprendieron a construirlas, pero no supieron  qué  es  una  cometa,  ni  para  qué  debe estar hecha. Una cometa debe tener estructura de garza,  por  la  levedad de sus huesos, por la amplitud  de sus alas, por sus movimientos de elástica  suavidad.  Su  alegre e infantil colorido nos recuerda la amplia gama de las aves del trópico, de las cuales también nos habla el gorjeo de sus rumbeadores. Sus vientos son como los cabos i cabrestantes  de  los antiguos veleros, sus primos, sus compañeros de navegación, quienes, para su viaje, necesitan de ambos elementos, agua i aire, pues la cometa como el velero, navega i vuela, en el azul del cielo. Sus colores nos recuerdan los banderines del circo de carpa, especie en extinción. Allí también hay materia leve i volátil: los trapecistas i la alegría de los  payasos.

Bajé un poco el volumen de la música i traté de pensar en las personas que integraron ese día el grupo que lo oía, pero no logré rescatar ninguna imagen  definida. 

—Esa costumbre fue una parte de nuestro folclor local, surgió silvestremente i nadie supo cuándo se entabló ese duelo entre los dos barrios; siempre estuvo ahí, planteado. No he podido liberarme del todo  de  ese  sentimiento  de  arraigo  i  de  pertenencia al  barrio  donde  fuimos  descubriendo la vida, desde donde empezamos a mirar hacia el mundo i donde nacieron nuestros sueños para irse postergando lentamente hasta que se les acabó el tiempo;  i  tal vez  por  este  sentimiento de pertenencia afincado en la memoria de mi vida, aún me pudre el hecho de que en esa competencia tuvimos  que ser nosotros los villanos. No se soñaba  con  construir  cometas hermosas, pudiendo hacerlo   pues se conocía i se terminaba de descubrir la técnica, no se soñaba con esto, sólo se deseaba destruir las cosas buenas que los otros hacían. Por esto i por muchos otros asuntos, qué mal ámbito de subcultura putrefacta tuve que compartir durante los años de mi niñez. Nunca participé de esas ordalías destructivas, pero en algunas situaciones, en algunos momentos, cuando en otros sectores de la ciudad se sabía que alguien era de mi barrio, nos cubría la mancha de la vergüenza ajena.

El  hombre  terminó  su  segunda  cerveza  i  no  llegó nadie  de su grupo, dejó el dinero sobre la barra i se alejó  lentamente, para ser devorado por el ajetreo de la calle; entonces pude repasar, las palabras  finales  de  su  historia  de  ese  día,  lo  que tal  vez  descubrí,  le   daba   ese  tono  de  alucinación:

—Se practicaron muchos métodos de destrucción de cometas, pero un día apareció en el cielo una cometa hermosa como ninguna, inmensa i de una combinación de colores que nos maravillaba a los muchachos, haciéndonos vivir esa fantasía lúdica tan propia de lo que aún conserva un parpadeo de inocencia. Pero claro, ante una cometa tan bella, de algún lado tenía que surgir una idea diabólica, algo frecuente en nuestro barrio. Surgió la idea de colocarle  a  una  gigantesca  cometa,  a  cada  lado, unos ligeros mecheros sostenidos con prolongaciones de alambre en cuyos extremos crepitaban las llamas de unas estopas alimentadas con resina de alta combustión. I alzó vuelo para dar un combate que se dio a muy poca altura. Ante los vientos desfavorables que fueron pródigos ese día, los muchachos del barrio vecino estuvieron maniobrando durante un tiempo, soltándole cuerda, recogiendo cuerda, tratando de encumbrar su cometa para protegerla i nuevamente soltándole cuerda cuando por cortos periodos los vientos eran favorables, hasta que la cometa de los mecheros enredó las cuerdas de las dos cometas i el viento i el instintivo recorte de las cuerdas las acercó fatalmente, i no pude seguir mirando la escena cuando iniciaba su desplome; lo último que recuerdo es… la ondeante i descendente majestad de la cometa incendiada.  

Reseña biográfica / Claudio Anaya Lizarazo /Bucaramanga
 2 de octubre de 1958

 Reseña general:

Ha sido editor, coordinador de talleres literarios, ponente en encuentros de escritores, columnista en diferentes medios, ha publicado sus trabajos en blogs, periódicos i revistas literarias de circulación regional i nacional.

Periodismo cultural, literario i editorial:

-Publicó: 36 ediciones de LA ESKINA cartel poético, ISSN 1900 - 4168, de junio de 2002 a diciembre de 2009, en su primera época

-36 ediciones de LA ESKINA periódico cartel, de marzo de 2017 a febrero de 2020, en su segunda época

-27 ediciones del cartel LA ESKINA virtual, en su tercera época

-reuniendo estas tres épocas en febrero de 2021 en LA ESKINA global, que ya llegó a su edición 129 en julio de 2023

 También dirigió 17 encuentros literarios llamados Encuentros con LA ESKINA, durante los años 2017 a 2019 en LA CASA DEL LIBRO TOTAL de Bucaramanga. LA ESKINA global cuenta con una serie de suplementos literarios (virtuales) que ya va por la edición No.6

Actualmente dirige la revista literaria y cultural (cuatrimensual) Vericuetos Colombia con ISSN: 2981-5657, que en octubre de 2023, inicia con su número 29 (para continuar con el legado de Vericuetos París, que en mayo de 2023 editó su último número, su 28ª edición). Dirige también la publicación mensual Caracol al galope con ISSN: 2981-5665

Premios:

-En el año 1999, su libro de poesía Evocación del Espacio, fue finalista en el Primer Concurso Metropolitano de Poesía “Gustavo Cote Uribe”.

-En el año 2003, su libro de relatos, Bumangueses, fue una de las obras ganadoras en la Primera Convocatoria para el Fondo Bibliográfico Regional, obra publicada por el Instituto Municipal de Cultura de Bucaramanga i (Sic) Editorial en abril de 2005

-En septiembre de 2011 fue ganador de las Becas Bicentenario en Literatura, convocadas por la Gobernación de Santander i coordinadas por la U.I.S., en la modalidad de Ensayo literario, con su obra Gajes de oficio

 Libros publicados:

-En diciembre de 2011 publicó los libros: Gajes de oficio (ensayos) i Crónicas de viajes imaginarios (prosa poética)

-En junio de 2022, publica digitalmente (PDF) el libro: Humo de la voz i otras crónicas (1987 - 2021) que reúne 150 crónicas publicadas (en diferentes medios) durante 34 años; las cuales se pueden consultar en: www.ellibrototal.com; http//www.laeskinavirtual. blogspot.com

-En mayo de 2023 publicó su libro de relatos AULA MÁXIMA – BAR; historia de la vida cultural de Bucaramanga, a través de las historias ficcionadas de algunos de sus artistas.

Libros de colectivos literarios en los que se ha publicado parte de su trabajo:

-Libro de Ganadores y Finalistas del Primer Concurso Metropolitano de Poesía “Gustavo Cote Uribe”, publicado por la Alcaldía de Bucaramanga i (Sic) Editorial, en enero de 2000

-Bitácora de los Talleres Literarios en Colombia (ensayos) publicado por el Ministerio de Cultura en diciembre de 2000

-Concurso de poesía Centenario del poeta Pablo Neruda, Comité Colombo-Chileno, (Sic) Editorial, Bucaramanga, 2005

-Antología del Cuento en Santander, Siglo XX, de Alirio González Castillo, (Sic) Editorial, noviembre de 2005

-Antología de cuento, tomo 1, Fondo Bibliográfico Regional, Bucaramanga, 2007

-Por la reivindicación del cuerpo y la palabra, Universidad de Santander-UDES, Facultad de Ciencias humanas y Sociales, Departamento de Humanidades y Educación, Ediciones Hojas de Hierba, Bucaramanga, 2008

-Educación y Poesía, Universidad de Santander-UDES, Facultad de Ciencias humanas y Sociales, Departamento de Humanidades y Educación, Bucaramanga, 2008

-Poesía recobrada, 25 años (Antología-Tertulia: Tras las huellas del poema), Horizonte Editores, Bucaramanga, 2019

-Vericuetos, #27, revista bilingüe (francés-español), Cuento colombiano contemporáneo y un ensayo, París, France, octubre de 2020

-Vericuetos, #28, revista bilingüe (francés-español), Cuentistas santandereanos contemporáneos, Bucaramanga, abril de 2023

LA ESKINA global es un proyecto cultural de distribución gratuita.

LA ESKINA global proyecto cultural y educativo.

Edición y dirección: Claudio Anaya Lizarazo.
Diseño y diagramación: Gloria Inés Ramírez Montañez
Bucaramanga, Colombia.

LA ESKINA global 131

  LA ESKINA global ISSN 1900 – 4168

No.131 septiembre de 2023, laeskinavirtual@gmail.com; http//bloglaeskinavirtual.blogspot.com; WWW.ELLIBROTOTAL.COM; Bucaramanga; LA ESKINA: Gloria Inés Ramírez M. (diagramación y diseño); Claudio Anaya Lizarazo (edición y dirección).

©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.
Edición a cargo de Gloria Inés Ramírez Montañez

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UN DELICIOSO COCONUT TEQUILA

por Gonzalo España

Quise ponerle a este pequeño comentario nombre de coctel. Ya verán por qué.

Manhattan, Dry Martini, Dolores, Brandy Alexander, cualquiera hubiera servido. Al final opté por Coconut Tequila, porque me pareció sabroso.

42 g de tequila, 2 cucharaditas de zumo de limón, 2 cucharaditas de crema de coco, 1 cucharadita de maraschino. Agitar en el mezclador a baja velocidad durante 15 segundos con hielo picado, colar en una copa de coctel.

Durante muchos años de mi vida he conservado entre mis libros la Guía Internacional del Bar, pieza infaltable para todo ser humano, compendiada, redactada y con seguridad placenteramente degustada por su autor, el periodista inglés Michael Jackson, de quien se dice fue viajero infatigable, buen bebedor y agudo observador.

Jackson indica en ella que todo diplomático inglés está obligado a conocer en detalle las bebidas que se consumen en el país al que lo destina el Foreign Office, pues esta es la más adecuada manera de entrar en buenas relaciones con sus habitantes.

También nos dice que el permanecer fiel toda la vida a una sola clase de licor no es un acto de monogamia sino de masoquismo, pues “un paladar así tratado acaba bebiendo por rutina y no por el placer de saborear la bebida”.

Pues bien, en mi juventud conservé celosamente la Guía de Jackson, ilusionado por la idea de que poco a poco iría preparando y degustando los aproximadamente 250 cocteles de que nos habla, pero la dificultad de adquirir los licores básicos que les sirven de componentes, algunos muy escasos y bastante caros, lo mismo que otros sofisticados ingredientes usados en algunos, como las hojas de genciana, la raíz de Angélica, la piel de cedro o la quinina, me llevaron a postergar indefinidamente este placer.

Conservé el librito para el caso de que alguno de mis personajes literarios fuera un contumaz aficionado a las aventuras de la copa. Tal vez olvidé usarlo con los clientes del Salón Fischer en alguna de mis novelas policíacas, quizás porque este es un sitio imaginario al que se acude no a beber, sino a jugar ajedrez.

Después, el médico me prohibió terminantemente ingerir cualquier gota de licor, y la guía del buen Jackson quedó en mi biblioteca como una simple añoranza, como una promesa de vida no cumplida.

Hasta que llegó a mis manos Aula Máxima Bar.

Esta es una de las primeras y deliciosas sensaciones que nos invaden al entrar en este libro, que es como entrar en un bar de buen recibo. O al menos esa es la que me invadió a mí, tal vez por la nostalgia de mi renunciamiento a poner en práctica la Guía Jackson.

Claudio Anaya Lizarazo ha titulado todos los cuentos de su libro con nombres de cocteles: Caruso, Sidecar, Bloody Mery, Caipiriña, etc. En el curso de los relatos su narrador, que es un barman del que no conocemos el nombre, nos irá explicando a los lectores, y a los clientes para quienes los prepara en la barra, cuáles son los ingredientes, cuál es la historia de estas maravillosas bebidas, quién fue su inventor, cuál es el efecto que producen en el alma de sus consumidores. Esto, junto con la música que el mismo barman administra desde su lugar de trabajo y creación, a lo que suma algunas breves indicaciones de la gente que ha entrado y del ambiente que empieza a vivirse dentro del establecimiento, nos sitúa de manera acogedora entre sus páginas. Es como si también nos colocara en las manos, a nosotros los lectores, el líquido batido en la coctelera, que sirve en la respectiva copa, o vaso reglamentario.

En las películas y en las novelas del Oeste, cuando los pistoleros penetran al bar, ya se sabe que nos espera un tiroteo. Peor aún si se instala una mesa de poker, o si una moza de navaja en liga es la que hace de relacionista. En Aula Máxima Bar ocurre todo lo contrario. El coctel que nos ponen en las manos nos seda de inmediato, es una tierna acogida, quedamos listos para tendernos en el diván y confesar nuestras preocupaciones. Pero lo que escuchamos son las confesiones de los clientes del bar. Este libro es una profusa colección de “confesiones de barra”.

Digamos entonces que el autor ha sabido capturarnos de entrada, y que sus relatos tienen el encanto de mantenernos sujetos a lo que sea que se hable, porque los cocteles se repiten una, dos y hasta tres veces, y mientras ello esté ocurriendo seguiremos escuchando la “confesión” con interés, como cuando alguien en proceso de embriaguez nos anuncia que va a soltar un gran secreto.

Quienes acuden a confesarse en la barra son personajes de distintas procedencias. En algunos percibimos el perfil de viejos y empecinados conspiradores de izquierda, uno que ha vuelto de la fuga y de la muerte, otro que conoce y tiene la supuesta prueba de la peor perfidia política de la historia reciente del país. Sus voces, ya un poco entrampadas y confusas por la mezcla alcohólica que apuran con deleite, nunca logran aclararnos el misterio. Pero no demoran en llegar los poetas y los comentadores de autores y de libros, y poco a poco la galería de los relatos de Claudio Anaya se convierte en una exploración literaria de su ciudad, y cuando aparece alguien que sabe de música y compositores nos adentramos en parajes musicales, y en cierto momento las conversaciones y los pensamientos, ya algo alterados por los exquisitos cocteles apurados en la barra, convierten los renglones de estos singulares relatos en una crítica airada del tratamiento que se ha dado a la cultura y al arte en nuestro medio.

Bucaramanga es a la fecha la ciudad más iliteraria del mundo. Una aglomeración de casi dos millones de personas donde ya no quedan ni siquiera librerías, ni espacios ciudadanos, ni lugares de encuentro donde la gente pueda airearse, pensar y discutir. Los gobernantes son ágrafos, dudosamente puede pensarse que posean el alfabeto, se ocupan en exclusividad de contratos y de contratistas, porque esto es lo que da plata, y gobernar es a la fecha el arte de enriquecerse. No puede concebirse que existan aquí poetas y escritores, pero están al alza. Por eso, de pronto en la barra del bar irrumpe el poeta a quien el barman anuncia que Bucaramanga posee ahora su Expreso de Medianoche. Para demostrárselo, lo arrastra a la calle, porque es su noche de descanso. El poeta protesta. Eso no es posible. El barman añade además que a bordo llegan Juan José Arreola y Pedro Gómez Valderrrama, dos autores de talla mundial. El poeta se resiste de nuevo.

―Pero si ellos ya murieron ―dice―. Esto es un sueño.

El barman le recrimina:

―Los sueños son parte de la realidad. Si nuestra actual realidad es precaria, ¿por qué negarnos los sueños? ¿Hasta a eso debemos renunciar?

No demoran en pisar los hilos de los rieles. El Expreso se detiene en forma aparatosa en medio del humo y el chirrido del vapor y los metales en la misma calle 36 con cra19, frente al local de la estación UIS-Bucarica. Una multitud de estudiantes de literatura se agolpan para darles la bienvenida a los famosos escritores y sonsacarles algunos secretos de sus obras.

El coctel que esa noche el barman le ha ofrecido al poeta es el Tesstarossa, una mezcla al parecer capaz de causar esta maravilla de alucinaciones. Por desgracia, es el único del que nuestro autor se olvidó de escribir la fórmula.

Aula Máxima Bar es un libro que rompe todos los parámetros. Cualquiera podría decir que sus “cocteles” no corresponden al formato clásico de lo que entendemos por cuento, que no arrastran historias con principio y fin, que la mayoría de las veces sus personajes aparecen apenas sugeridos. ¿Y qué? Se trata de una forma novedosa de explorar la condición humana, de un modelo nuevo entre nosotros, pero ya muy común en las letras universales, una forma de narrar que sin las complicaciones de un argumento dispendioso y entorchado nos descubre un mundo nuevo, ángulos que no hemos visto, reflejos inexplorados.

Pero, ante todo, es un libro ameno que se atreve a mecernos, a contarnos y a sugerirnos cosas, sin ocuparse en pruebas exhaustivas, pero compartiéndolas con nosotros en medio de las burbujas deliciosas de un coctel.

Felicitaciones, maestro Claudio.
Este Coconut Tequila está dedicado a usted.

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Una visita al Aula máxima Bar

Por Luz Helena Cordero Villamizar[1]

Los libros inauguran lugares y se integran a la cartografía urbana imaginaria. Ocurre así con cualquier representación artística que al nombrar termina por fundar. Nueva York, París, Buenos Aires, México, San Petersburgo, son ciudades frecuentemente habitadas por la ficción y puede ocurrir que al visitarlas uno se sorprenda buscando, no la ciudad de calles y luces por la que desanda, sino la ciudad narrada que lleva impresa en la imaginación. Dice el poeta Juan Manuel Roca que ciudad y libro son palabras interconectadas, pues a través de los libros se visitan ciudades y «abrir las puertas de un gran libro es como entrar a una ciudad».

¿Cómo es Bucaramanga en la ficción? Salvo algunos cuentos y canciones que tienen a la ciudad como escenario, salvo artículos y notas periodísticas, desconozco las representaciones y elaboraciones literarias hechas por poetas y narradores sobre esta otrora ciudad de los parques. Seguramente desde su fundación hasta hoy ha sido descifrada por la literatura. Algunos de sus hijos pródigos la hemos abandonado y tenemos esa deuda con ella. Quizá es necesario alejarse para luego descubrir que es ahora la ciudad quien habita dentro de uno.

Aula máxima Bar de Claudio Anaya Lizarazo transcurre en Bucaramanga. Visitar sus páginas ha sido como volver a una ciudad desconocida que apenas presiento, ajena en la experiencia. La estructura de este libro de relatos, a veces agitados, flambeados, batidos, aderezados, es un deleite. Es peculiar e innovadora la mezcla picante, la coctelería de ingredientes como narración, diálogo, imaginación, pintura verbal, humor, reflexión, sarcasmo, parodia e historia. Los relatos transpiran pasión, crítica, agudeza en la observación. El perfil de los personajes y sus historias conforman un álbum que retrata y cuenta un colectivo que corresponde a una generación a la que el autor rinde un homenaje. También puede decirse que Bucaramanga es el gran personaje, el gran lienzo sobre el que se pinta la atmósfera y se dan pincelazos de etnografía de este rincón del mundo.

Cada coctel preparado por el bartender — la palabra en castellano, camarero, no alcanza el mismo sentido para nosotros — que es el mismo narrador, es un pretexto y una razón para compartir una historia de vida y un modo de ver el mundo. La música no es menos importante. Con frecuencia se alterna un ritmo, una voz, una melodía, con un personaje y un tema que se trae a colación. En algunos relatos el narrador hace analepsis o elucubraciones mentales que por momentos pueden agotar a su público. Es clara la intención de cuestionar el ambiente cultural de la ciudad. Quien habla se apoya sobre la barra del bar, una especie de panóptico reflexivo, desde donde se hacen preguntas, se inquiere sobre diversos temas y no se desaprovecha la ocasión para instruir.

Debo decir que he disfrutado más los relatos en los que se da rienda suelta a la imaginación, al solaz, como ocurre en “Tesstarrosa”, esa loca ficción de un expreso de medianoche en las calles bumanguesas, combinación espirituosa, de imaginación, literatura, humor, sueño, donde es posible ver una carrillera y un tren del que descienden Juan José Arreola y Pedro Gómez Valderrama para hablar con un grupo de jóvenes escritores sobre el valor de sus ficciones, en contraste con la adusta realidad. ¿Quién no quisiera abordar esa ruta de la fantasía?

 “Caipirinha” es otro coctel que embriaga por su vuelo imaginativo al revivir a un personaje como Chucho Peña, el teatrero y poeta asesinado en nuestros peores años de terror. Escuchamos su voz dentro de una puesta en escena tragicómica y aspiramos su «olor de azucenas». El artista ha regresado para opinar sobre el presente y en este coctel divertido y trágico se alude a otro personaje innombrable del que quisiéramos prescindir en la realidad y en la ficción.

El cierre con “Cerveza” me ha dejado una sensación amarga y dulce por la peculiaridad de esa historia que conmueve, que me trae lejanos recuerdos de cielos convulsos, de combates de colores entre chiquillos. La batalla ocurre en el cielo y es la lucha de unos muchachos por derribar las cometas que elevan otros. Las descripciones, los trazos de las palabras son gráficos, vívidos y bellos. Se trata de «la cultura de la destrucción de la belleza» que es otra forma dura de describir lo que somos. Hay poesía en el vuelo de estos artefactos, hay magia en sus hilos. Son aves y naves surcando el azul. Aquí el narrador destaca su don para dibujar y es importante destacar que también es el autor de las ilustraciones que acompañan los relatos.

Si Aula Máxima Bar nunca existió, este libro lo acaba de crear como un referente bohemio en Bucaramanga. Aunque las mujeres en este libro y en este bar tienen un rol anodino, quisiera ir allí una noche para conversar con ese barman afable e informado. Imagino un local en penumbra, luces de neón, piano y armónica, una historia en cada mesa, tantas soledades compartidas en la barra, como en aquella nostálgica canción de Billy Joel. Me pregunto qué coctel me preparará el narrador, pues la lectura me ha dejado con sed.

Agosto de 2023

 [1] Poeta, narradora y cronista bumanguesa

En este escenario de lo posible
(contexto) 

Por Silvestre Lixaus
Este libro habla de un bar, pero hablar de un bar es casi hablar de todos los bares y cafés tan populares en el mundo, y en Colombia, en la primera mitad del Siglo XX. En mi larga vida y en mis numerosos viajes, siendo marino mercante, por décadas, conocí en muchas ciudades portuarias una amplia gama de bares y tabernas, desde los de malecón a los de mala muerte, desde los prostibularios a los familiares, o los light o ejecutivos, y los culturales, que son la materia de este libro. Pero todas las clases de bares a la vieja usanza, los que sobreviven, se insertan dentro de lo que yo llamo el gran espectro de la cultura oral, y están en extinción desde cuando la subcultura electrónica instaló en sus paredes gigantescas pantallas en las que se pueden apreciar innumerables vídeos de orquestas e infinidad de programas de entretenimiento y evasión, además de una publicidad vertiginosa y abrumadora, y ya muy pocos clientes hablan en los bares y no piensan ni siquiera en sus problemas, que era uno de los motivos por los que se iba a los bares y tabernas, o estos usuarios no atienden cabalmente sus vicios o su ego, que es generalmente otro de los motivos por los cuales se va a un bar; se entretienen mirando la pantalla mientras en silencio toman mecánicamente, o por el alto volumen de la música se hablan a los gritos para no entenderse bien. Es extraño verlos así.

A todo esto, hoy en día, ya tomando distancia y tiempo sobre la pandemia del Coronavirus y su Covid 19, que tanta inquietud y trastornos generó en el mundo entero, debemos sumarle las consecuencias económicas y sociales derivadas de la administración política de la emergencia, como el encierro o cuarentenas renovables que tuvimos que soportar, y que impactaron negativamente en la economía mundial, pero cuyo sector más golpeado, casi destruido, fue el hotelero y turístico, principalmente en el sector de los bares y cafés. A la expectativa de lo que pasara, tuvimos que cerrar por más de un año, sosteniendo las obligaciones contractuales, pues aunque hubo laxitud por ejemplo en el pago de servicios públicos, no la hubo con el sector inmobiliario que al no tener una auditoría efectiva no acató con seriedad las recomendaciones del gobierno central, y nunca implicaron estas medidas oficiales la exoneración o por lo menos la negociación de una deuda acumulada y ocasionada por circunstancias extracontractuales y mundiales, y se esperó inútilmente un apoyo económico del gobierno. Finalmente, terminando el segundo año de aguante, tuvimos que hacer un cierre definitivo del bar, y digo “tuvimos”, porque aunque yo no poseí acciones ni tenía compromisos laborales en el Aula Máxima-Bar, sí asistía con bastante regularidad pues era como mi segundo hogar, y porque en muchas oportunidades servía de apoyo a mi amigo el barman, mientras libábamos y hablábamos de literatura y de política, de cine y de hembras, e intercambiábamos tema con algunos clientes cultos, o por lo menos con algunas lecturas.

Los bares han sido una de las tantas zonas de exclusión o zonas francas, llamadas antiguamente “de tolerancia”, y en la actualidad se les agrupa y nombra como zonas rosas. Los bares fueron históricamente adoptados por las diferentes sociedades como espacios de catarsis, sitios en donde se puede discurrir o practicar algunos asuntos que están prohibidos en otros lugares de la ciudad. Algo parecido a las culturas con tradición carnavalesca, en las cuales, estas actividades de fiesta cumplían y cumplen su papel de válvulas de escape social, un cierto juego de aparente desorden y caos, al final del cual la fatiga, la embriaguez y el hartazgo carnestolengo o etílico, marcaban el final de una juerga de varios días, con su consecuente entrada al sueño y al descanso, para asumir al otro día el horario laboral, los compromisos sociales y económicos, y darse cuenta que la vida funciona con estas concesiones y que gracias a ellas se puede esperar o soportar un año más.

Lo que a mis ojos parece curioso es la doble naturaleza del bar cultural, ambivalente entre el logos y el eros. Entre el discurso de la experiencia que es sabiduría, y la fiesta de los placeres; tiene algo de academia por el discurso testimonial de la experiencia vital en algunos de sus clientes y algo de carnaval por la fiesta de los sentidos en la mayoría de sus visitantes. A contrapelo de los cambios que la tecnología imprime en los bares, en los cafés y en las costumbres de la gente, el bar continúa siendo el escenario al cual se acude para distraerse, para evadirse, para meditar, para satisfacerse, para embriagarse, o por necesidad de proyectar una imagen en los acompañantes y contertulios, y en él se puede fácilmente encontrar el territorio de la fantasía, narrada por las voces de lo que fue y lo que no fue en los caminos y en las calles, pero que, en este escenario de lo posible, ocurre por medio de las palabras que bajo el ritual del vino nombran, bautizan y relatan el trasegar del hombre por el mundo.

Así que, ante el inminente cierre del Aula Máxima -Bar, tuve la idea de decirle a mi amigo, que él, que siempre ha soñado con ser un escritor, aprovechara la coyuntura para escribir sobre los amigos o personajes curiosos que pasaron por el bar durante todos estos años; propuesta que él aceptó, y después del encierro y ahora en su nueva condición de desempleado, tan pronto estuvo escrito este libro de relatos, me honró con la petición de que yo escribiera estas palabras que ustedes acaban de leer. Un abrazo etílico para todas, todos, todes y todis.

Tesstarrosa

(Expreso de medianoche) (1)

 …esa   noctámbula   locomotora  a vapor, que un par de  veces  he  visto con su penacho de humo, se ve como la única sobreviviente de una época antediluviana,  cada viernes en la noche, demostrando su increíble fuerza, haciendo su trabajo casi con la envidiable  eficiencia  de  la  más  alta  tecnología  de  las locomotoras  modernas.  Nadie  sabe  quién  o  quiénes, o qué orden clandestina de románticos la protegen en el ministerio; no obstante da temor pensar en los presupuestos para mantener sus aditamentos en las estaciones a lo largo i ancho del país, los depósitos con carbón i agua, los pequeños paradores con su improbable carga o su irreal correo, donde sólo esta locomotora se detiene, i los fantasmas guardianes de esos parajes que sólo se animan cuando llega, pujante, gobernada por el centenario maquinista la reluciente dama de acero, ella, sólo ella, con la maldición de su ignorada condena…

Vino a visitarme al bar, un querido amigo al que nos referimos como a nuestro Kipling boyacense. No precisamente por su obra literaria, ya que hasta donde  yo  conozco,  Rudyard Kipling fue un narrador i nuestro Kipling boyacense es un poeta, convencido de su dolor por no haber podido contribuir a la transformación social del mundo, al menos eso es lo que deja traslucir. Lo menciono porque es su más frecuente postura i su más promocionada óptica ante la vida.

El apodo no es cuestión de género literario sino de un asombroso parecido físico con el escritor inglés; vino a visitarme porque se sentía solo esa noche, síntoma que se le ha agudizado, desde que salió jubilado del magisterio i desde cuando en Bucaramanga se disgregaron los pequeños círculos literarios i quedaron gravitando como él mismo lo dice: como solitarios lobos esteparios lamiéndose las heridas, a la entrada de su gruta.

Además, me comentó en esa oportunidad, que se sentía más solo en las noches, al saber de la inauguración del “Aula Máxima-Bar”, pues en un sitio como este se pueden encontrar personas interesantes con quienes hablar i eso lo estuvo motivando a acercarse.

—!Saludos poeta! —lo recibí con tono festivo.

 —Amenito, compañero —me respondió afectando una rural formalidad— Quería ver cómo está el salón, se habla mucho de este sitio.

Después de una intermitente conversación, acosada por los meteóricos pedidos de los meseros, me propuso hacer una caminata nocturna por la ciudad, como en los viejos tiempos; me habló de su necesidad de repetir algunas de las cosas de su juventud i también me dijo que en esos intentos había notado que las aprendía como la primera vez, a lo cual le comenté que era viernes, i que este viernes yo salía temprano por haberme encargado del establecimiento durante todas las anteriores noches i con tiempo extra por ausencia de un mesero; entonces me acordé de Rosa Kreysler, ella me había visitado hacía dos o tres semanas con algunas expectativas parecidas, este detalle originó mi idea de invitarlo a pasear por el centro para darle a conocer nuestro Expreso de medianoche; me dijo un par de cosas más, devoradas por el bullicio de ese momento se perdieron sin entenderlas, i para salir del paso le pregunté qué deseaba tomar. A lo cual me respondió, halagando la fama del bar, por las mezclas,  i  esperando mi recomendación al respecto.

Le preparé un Tesstarrosa, guiado por el parecido de este encuentro con el de Rosa Kreysler. Le dejé en sus manos un coctel fuerte i refrescante, pero casi sin historia.

No me creyó que esa noche en el centro, veríamos algo fantástico, como tampoco me creyó que Rosa Kreysler todavía estuviera viva. Pensaba que yo trataba de pasarla en grande a su costa, pero finalmente salimos del bar minutos antes de las doce de la noche, caminamos hasta la calle treinta i seis con carrera diecinueve, i vimos que ya no había tránsito de vehículos, pues ahora, por toda la avenida, se veían los rieles de unas carrileras en los dos sentidos.

Nuestro Kipling, que quería demostrar mi necedad, mientras caminábamos, aseguraba que yo estaba borracho  o drogado, o que en el “menos peor de los  casos”, yo estaba intoxicado con tantas mezclas, o que me había dado por frecuentar la maracachafa, pero cuando vio los rieles sonrió diciendo que se trataba de alguna escenografía, comentando que al fin i al cabo la ciudad en las últimas  administraciones, ha estado intervenida por una serie de proyectos culturales que se afincan en la comparsa i en el circo, i que después de esto i de lo que se ha visto, cualquier cosa se puede esperar. Sin embargo, cuando se oyeron a unas cuadras el pito i la campana del tren, i a los pocos segundos éste aparecía  estrepitosamente,  exclamó:

—!Imposible! —i se quedó mirando estupefacto el vívido brillo de la realidad nocturna, la gigantesca locomotora que acababa de detenerse frente a la Estación UIS Bucarica, semioculta en una nube de vapor, chispas i chirridos de metales que parecían retorcerse, rozarse hasta el rojo vivo, llegando a producir  una  intensa  sordina—  !No puede ser!

—?Por qué no puede ser? —pregunté—  ?Qué tiene de imposible?   

—No  es  real —volvió a decir, visiblemente abrumado por la persistente alucinación que tenía ante sus ojos—  !Sólo es un maldito sueño! —dijo esto  último con un trémulo movimiento de negación de su cabeza i acto seguido, sus ojos expresaron el espanto puro cuando vio que descendían los dos pasajeros invitados de esa noche, reconociendo en sus rostros, respectivamente, a los escritores Juan José Arreola i Pedro Gómez Valderrama, que saludaban,  levantando  una  mano.  

—Pero  si  ellos  ya  murieron  —dijo  con un hilo de voz— Esto es un sueño.   

—Los  sueños son parte de la realidad —afirmé ante  su incredulidad—  Si nuestra actual realidad es precaria, ?por qué negarnos los sueños? ?Hasta a eso  debemos  renunciar?...

Claro, yo ya no era primíparo en este asunto, yo ya había  tenido mi primera noche de total incredulidad cuando Rosa Kreisler me invitó, hace algunas semanas, a recibir i conocer nuestro Expreso de medianoche. Ella había pasado por el “Aula Máxima–Bar” como a eso de las diez de la noche, i mientras esperaba mi salida, había tomado su Tesstarrosa, como era su costumbre. No sabía yo que semejante programa tiene lugar los viernes a medianoche, i que al menos cada viernes a  medianoche  nuestra ciudad queda en la ruta de la imaginación i la fantasía.

Cuando   los  escritores  descendieron por la escalerilla, un nutrido grupo de jóvenes los rodeó. Eran los nuevos escritores de un taller de literatura con   el nombre de un pueblo santandereano, que tiene  sede  en  la  más  importante institución educativa de nivel superior en el Nororiente de la ciudad, i que sólo a una oportunidad como esta consideran de la altura de su curiosidad. Sin embargo, su juventud animaba la noche i el ejercicio del oficio literario los impulsaba a este recibimiento, salvando, por decirlo de alguna manera,  a  la  ciudad  en  este  momento,  que  en  ellos  tuvo  a sus representantes.

Al principio se formó una especie de entrevista callejera, con todos los sesgos de la informalidad que le imprimía a la situación la personalidad de Juan José Arreola, sensible observador de los hechos de la vida, i evocador de los fantasmas i criaturas de una numerosa fauna de bestiario que habita entre nosotros, oculta por la lógica de la realidad, i Pedro Gómez Valderrama, chamán de corte  gerencial, a medio camino entre la invocación i la desmitificación de las criaturas malditas por el cristianismo i la política universal.

 Alguno de esos muchachos le preguntó a Juan José Arreola, que de dónde había sacado los personajes de sus relatos, que si lo había hecho de la tradición oral, a lo cual, echando su capa negra sobre la espalda i apoyándose en su reluciente bastón que tenía una inquietante talla de serpiente, el maestro respondió que si uno mira bien, con sensibilidad, que es una de las más inteligentes manifestaciones de la curiosidad, encontrará que todos estamos rodeados  de esta fauna de bestiario que no ha parado de enriquecerse en formas i apariencias, desde que el hombre vive en sociedad.

—Pero ?quiénes  son  todas  esas  criaturas?  —insistió  el  muchacho,  a  lo  cual  Arreola  remachó:  

—Son la humanidad, que da para todo. Cuando podemos mirar a la realidad, desprovistos de las amarras de la lógica, encontramos una vida más variada  i  entretenida  de  lo que parece, i descubrimos también que esas innumerables especies al mezclarse i fusionarse, van creando a su vez nuevas especies, con su comportamiento i su verdadera apariencia ocultas bajo el rostro de la normalidad, que no pasa de ser el formato del discurso oficial en el que, al decir de Estanislao Zuleta,  estábamos  insertos  desde  antes  de  nacer.

Me di cuenta que, el muchacho quedó pensativo pues los devaneos de su cerebro se reflejaban en los indecisos movimientos de sus manos, hasta que al parecer encontró el empalme e iba a preguntar nuevamente, pero otro muchacho se le adelantó:

—Maestro Arreola, teniendo en cuenta que una buena parte de la literatura deriva de obras anteriores, ?el Guardagujas es un personaje de su plena invención?

—De mi varia invención —respondió Arreola con notoria deferencia— Por analogía se podrían citar algunos antecedentes, dentro de los cuales el más célebre pertenece a la literatura anglosajona, pero en realidad no es así. Mi Guardagujas es el talante del mundo, es la ironía de la vida i nació o se creó de la observación de las circunstancias materiales i la sicología  de  nuestros  pueblos,  es, en otras palabras, la fusión de nuestra tragedia i nuestro sentido  del  humor.  Se  lo  digo yo, que duermo con un volcán bajo la almohada.

Otro muchacho, dirigiéndose a Pedro Gómez Valderrama,  preguntó:

—Maestro, ?por qué algunos críticos i colegas suyos lo  llamaron  “el  gran  brujo”?

—Nunca lo supe  —respondió Gómez Valderrama— pero si lo hicieron, debió ser por los temas que abordo en algunos de mis libros de cuentos i ensayos.  Al  fin i al cabo, sí supe que hubo opiniones muy variadas que  iban desde los que creían que mi trabajo era sólo una investigación histórica, antropológica, política, del trasfondo social de las manifestaciones del mundo de la hechicería i lo considerado  diabólico,  i de otras formas de rebeldía i de resistencia que incluyen a las religiones de la tierra, llamadas paganas, hasta los que opinaban que por medio de estas investigaciones lo que yo pretendía era dar nueva vigencia a todas esas disciplinas i gentes engañosas de la brujería i el mundo abisal.  

Pero  no  bien  había acabado su respuesta el maestro Valderrama, cuando se oyó la voz de una muchacha, preguntándole:

—Señor Valderrama, para usted ?cuál es el rasgo más importante de la brujería, que tenga incidencia directa en las sociedades actuales? I ?qué es la brujería? 

Pedro Gómez Valderrama sonrió con una expresión distante, que no le había visto desde meses antes de su muerte, mientras, pensativo, sacaba su pañuelo i limpiaba sus gruesas gafas de carey. Cuando hubo terminado  guardó  el  pañuelo,  miró  a  la  muchacha  i  a  los  demás  muchachos,  i  dijo:

—La principal implicación de la brujería es el origen de la libertad, de la libertad de conciencia, i tiene implicaciones directas en las sociedades contemporáneas  porque  a  ella  debemos  buena  parte de  nuestra  libertad,  como  también  se  la  debemos a la lectura íntima o individual que remplazó a la lectura colectiva i en voz alta, a la libertad religiosa con la Reforma i los cismas que ocasionó, a las traducciones de Aldo Manucio, a la imprenta de Gutenberg, a la ilustración, al Romanticismo. La libertad de conciencia también puede  hallarse en el origen de la brujería; i la brujería es el conjunto de rituales en que una parte de la humanidad insistió, como reacción de resistencia a la tendencia suicida de otra parte de la humanidad  empeñada  en  negar i destruir lo que la dignifica.

Las palabras de Gómez Valderrama generaron en el auditorio un desconcierto de impacto, sobre todo en la mayoría de los jóvenes escritores que lo agasajaban  pero que no lo habían leído; porque aquí es común asistir a la convocatoria por la celebridad  del  personaje  i  con el desconocimiento de su obra, con frecuencia se les oye decir a varios de los muchachos de ese taller de literatura de esa institución educativa de nivel superior ubicada en el Nororiente de la meseta, que prefieren leer autores  extranjeros,  adoptando  con  ello un aire de  suficiencia  i  de  mundo.

Sin embargo, los muchachos tenían bastante entusiasmo i la improvisada tertulia prometía continuar, pero se había venido dando una acumulación  de  personas  alrededor de los escritores  que  demostraban  tener  más  vida  que  todos nosotros  juntos.  En  esa  acumulación de personas  se  contaban  las doce o quince que manejan los cuatro medios culturales que hay en la ciudad,  i  a  partir  de  ese  momento,  todo  cambió. Nuestro  Kipling  boyacense al fin llegó a su punto i quería cruzar algunas palabras con los escritores, pero como los artistas de la ciudad i quienes manejan los cuatro medios culturales fueron llegando paulatinamente, desplazaron a los muchachos  i al público que se había congregado allí, rodearon a Valderrama i a Arreola, de manera tal que fue imposible acercarnos a menos de cinco pasos, pues ocurrió con ellos lo que ocurría en Bucaramanga cada vez que estas entidades culturales  traían a un escritor de cierta importancia nacional; pues los rodeaban de tal forma que más que un séquito o comité de bienvenida, parecían un  cerco o un secuestro de relativa i corta duración; las escritoras los besaban i los abrazaban para la sección de fotos que casi siempre era interminable, i algunos escritores regionales i sobre todo los gestores culturales, haciéndose pasar ante el público por viejos  conocidos de los escritores invitados, trato de tú a tú, espantaban a los demás, negando con esto la posibilidad de acercar al escritor con sus lectores; los invitaban a comer, a tomar cerveza, para  terminar  en  los  bares.

Siempre pasa lo mismo acá en Bucaramanga, cuando una entidad cultural o un gestor, invitan a alguien importante, actúan como si durante el tiempo de estadía en la ciudad el personaje fuera de  su  propiedad,  i  lo muestran  en  el  evento,  pero  lo  aíslan  después  de  terminada  la  programación.

Cuando los diez o doce artistas, escritores i gestores importantes que manejan los cuatro medios culturales que hay en la ciudad, se llevaban a los maestros,  lisonjeándolos con invitaciones por diestra i siniestra, Juan José Arreola a modo de  despedida hacia los jóvenes escritores de Bucaramanga i hacia el público general que había, hizo  unos  pases mágicos  sacando una blanca paloma del puño de su camisa i la paloma echó a volar con aleteo sonoro, pero cuando se alejaban i sacaba una segunda paloma i una tercera, con notables  características  de  diferencias  en cada una, Pedro Gómez Valderrama empezó a tomar notas  de esto en una pequeña libreta que extrajo del bolsillo de su chaqueta, i así, los perdimos de vista

Después estuvimos paseando por esta ciudad semidesierta, cuya vida nocturna sólo la hacen los bares,  las discotecas abiertas, los desayunaderos, algunos poetas i artistas universitarios que toman vino   barato   en  el Parque de Las Palmas, el desenfado de  otros ebrios que vagan sin rumbo, la lubricidad de las parejas, la acechanza de la delincuencia, las luminarias públicas de sodio que junto  a  los vapores  del  alcohol,  destilan  el  esmalte  de irrealidad i fantasía de la noche, pequeño carnaval donde se toca levemente la idea de la libertad por  la celebración de la alegría, la impudicia i hasta el oprobio. 

 Horas después nos encontrábamos en un bar tomando una cerveza, cuando oímos el lejano pito del tren que se alejaba, dejándonos un recuerdo fantástico i maravilloso, internándose por entre los bloques de edificios hacia la profundidad de la nutricia oscuridad, huyendo de la luz del día, esparciendo entre la humareda, las semillas del misterio  que  hacen  ver  el  germinar  de  las  miserias de  la  realidad  diurna,  como  malezas invisibles que impiden nuestros movimientos i que impiden que  otra planta germine. Se alejaba el fantasma del tren con sus múltiples significados i sensaciones, pues nos mostró la maravilla de lo imposible, la boca del abismo, la leve gravedad de las  gentes  de tiempos pasados, el óxido de la política, el egoísmo que lo pudrirá todo, i la incertidumbre de la luz, que ya clarea…

(1)Tesstarrossa pertenece al libro
Aula Máxima-Bar
©Claudio Edgar Anaya Lizarazo
lakartilla@hotmail.com
Celular, WhatsApp, Telegram 312 3466725
Ilustraciones: Claudio Anaya Lizarazo
Primera edición: El libro Total
Bucaramanga, mayo de 2023
LA ESKINA global es un proyecto cultural de distribución gratuita.

 

LA ESKINA global proyecto cultural y educativo.

Edición y dirección: Claudio Anaya Lizarazo.
Diseño y diagramación: Gloria Inés Ramírez Montañez
Bucaramanga, Colombia.