LA ESKINA
ISSN 1900 – 4168
Periódico cartel No 67, septiembre de 2019, laeskinaperiodicocartel@gmail.com; Bucaramanga; Consejo editorial: Gloria Inés Ramírez
M., Gloria Elena Carillo, Carlos Lizcano, Claudio Anaya; diseño; Gloria Inés Ramírez M.; LA ESKINA en LIBRO TOTAL: www.ellibrototal.com: Daniel Navas; se distribuye en: Casa Cultural El
Solar, IMCT de Bucaramanga, Museo de Arte Moderno de Bucaramanga, Cineteca
Municipal del Centro Cultural del Oriente, FUSADER,
Coliseo Peralta, Fundación TOTEM, UNICIENCIA, UDES).
©Reserva de derechos de autor.
Las
opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de
sus autores.
Memoria de los nuestros
Pedro Gómez Valderrama
Nació el 13 de febrero de 1923 en Bucaramanga, Colombia, y falleció
en Bogotá el 7 de mayo de 1995.
Estudió derecho y Ciencias políticas en Bogotá, Londres y París. Se
destacó como gestor cultural en la coofundación y codirección de la Revista MITO,
en 1955, una de las más importantes revistas literarias de latinoamérica, en la
cual se recogieron y difundieron las principales publicaciones de los más
importantes escritores colombianos de la época, y de otros países y sociedades.
Escribió libros de cuento, novela y ensayo, entre los cuales se
destacan: Muestras del diablo, en 1958; El retablo de Maese Pedro, en 1967; La
procesión de los ardientes, en 1973; Invenciones y artificios, en 1975; La otra
raya del tigre, en 1977; Los infiernos del jerarca Brawn y otros textos, en
1984; y, La nave de los locos, en 1984.
Fue ministro de educación y gobierno, Consejero de Estado, así como
embajador en la Unión Soviética y España, y miembro de la Academia de historia de Colombia.
Es tal vez el más importante escritor santandereano, su obra es
muestra de rigor intelectual e investigativo, junto a sus ejercicios del
recuerdo y la belleza, y en la cual resaltan la irreverencia, la ironía y la
curiosidad sobre el pasado, que se expresan con claridad en sus textos.
CASTIGO (Bogotá, marzo 31 de 1961)
(de La nave de los locos, Pedro Gómez Valderrama, Alianza EditEL
orial, S. A. Madrid, 1984)
… En la Edad Media, a lo largo de toda Europa, era usual, cuando un
hombre de estirpe noble cometía un delito que mereciese pena corporal, aplicar
ese castigo a su sombra. Pero se cuenta que en el sur de Francia, un barón
feudal cometió un monstruoso crimen contra las gentes de un pueblecillo de sus
dominios, las doncellas del cual todas fueron hechas prisioneras y entregadas a
la ferocidad de las gentes del barón, que volvían de la cruzada.
Las gentes del pueblo resolvieron vengar la afrenta y castigar a
los culpables, y en una emboscada capturaron al barón y a sus tres tenientes, y
los sometieron a juicio. La pena decidida fue la decapitación. El barón, en
nombre de los tres, manifestó que por su noble cuna estaban amparados por el
privilegio de que la pena corporal se aplicase no a sus personas físicas, sino
a sus sombras.
El Consejo del Pueblo aceptó y dispuso que así se hiciese. Y por
eso dispuso también –como en efecto se hizo– que la decapitación tuviese
lugar en la plaza del pueblo, a la hora del
mediodía.
Rincón del columnófago
APUNTES SOBRE
LEYENDA SANTANDEREANA
Por
Claudio Anaya Lizarazo
En enero de 2016, pasaba una
temporada de descanso en la finca de un amigo, en la Vereda Arenales, del
Corregimiento de Berlín, en el Páramo de Santurbán, Santander. Tonificándome a
diario con el frío de la aurora, con la leche recién ordeñada y hervida en las
madrugadas, y el intermitente café diario, actividades reemplazadas los fines
de semana por la tertulia con algunos amigos y campesinos, rociada con brandy o
cerveza, y acompañada de algunos filetes de cordero asado y papas cocidas con
cáscara, con abundante picadura de hoja de cebolla. Estas charlas me
confirmaron algo ya visto en muchas otras veredas y parajes de nuestro
departamento, y es que, la imaginación primigenia e ingenua tiene sus reductos
en la gente mayor, lo que a hoy, 12 de octubre de 2017 los convierte en los
últimos depositarios de una tradición inaugurada hace 500 años, cuando se dio
el choque brutal de culturas ocasionado por la invasión europea a este extenso
pedazo de mundo. Conocí en esas tertulias al señor Luis Ernesto*, hombre de 94
años, según sus arrugas y según él mismo lo comenta, y hace gala de su
veteranía y de las cosas que le ha tocado ver en el mundo.
Por repetidas conversaciones con
él, racionalicé una situación ya vista desde niño en numerosas personas de
nuestro pueblo, pero que no había tomado como una característica que dibuja de
un solo trazo a los santandereanos, sobre todo a los de ascendencia rural y
edad avanzada, y es esa capacidad o agilidad para pasar de lo real a lo mágico,
es más, la virtud para semejante libertad de movimiento entre los orbes de lo
real y lo fantástico, o dicho de otra forma, nuestra incapacidad para
diferenciarlos. Lo cual, clínicamente podría ser considerado como inicio de locura,
por reiterada y relativa confusión en la noción de la realidad. Dije, depositarios, porque yo,
que ya sumo años, alcancé a ver vivo el Siglo XIX en la cultura de nuestros
abuelos y padres, que emigraron del campo a las pequeñas ciudades colombianas a
mediados de Siglo XX. Ellos e incontables vecinos, personas de su misma
condición pero de diferentes sitios de origen en las montañas santandereanas,
traían su paisaje de arraigo en sus palabras, en su manera de ver y expresar su
realidad, de responder a las nuevas circunstancias. Esta crónica es un homenaje
a todas esas personas, narradores orales e incógnitos, que contribuyeron y
aportaron en esta creación colectiva, que recibieron esta tradición oral y la
pasaron a sus hijos, y así, a través de las generaciones hasta conformar las
leyendas, el abanico de leyendas que para nosotros, fue un elemento cultural
cohesionador del modo de ser santandereano.
Éste tal vez sea uno de nuestros
rasgos psicológicos fundamentales. En lo más profundo de nuestra idiosincrasia,
aún en esta época de ruptura con Internet y redes sociales, yacen intactos los
mitos que heredamos como pueblo mestizo, originados por el choque entre la
tradición oral indígena y los vestigios de las mitologías mediterráneas y
europeas, traídas por los conquistadores y los primeros colonos, de raíces
hispánicas y cultura europea, además de posteriores leyendas aportadas por las
sucesivas corrientes de inmigrantes europeos y de otros pueblos del mundo,
quienes en remotas y variadas fechas llegaron a ocupar este suelo y a fundirse
con la base mestiza que ya había. Todas estas corrientes mitológicas, ya de por
sí fragmentarias, chocaron y saltaron en esquirlas, perdiendo el hilo
comunicante que pudiera darles ubicación o alguna jerarquización mitológica a
esta amplia gama de personajes, o los ubique dentro de la visión mágica que
tienen las mitologías para ver y relatar el mundo. Tenemos una amplia fuente de
imágenes, conceptos, información, mitos y leyendas, que en buena parte de la
población no ha podido ser extirpada por la formación técnica, académica y
profesional impartida en los centros educativos de todo nivel, ni por la
permanente edulcoración de más de 500 años de leyes y decretos, de normas
jurídicas y todo ese cosmos de moldes con el cual tratan de administrar la vida
pública y a los cuales estamos sometidos. De todos esos factores tenemos
parcialidades no siempre entendidas, y apoyados en ellas, chocando contra ellas
o esquivándolas, nos desplazamos por nuestra época y por nuestra patria.
Sin olvidar nuestra tradición
literaria, nuestra producción artística, los aportes culturales y científicos
desde diferentes sectores de la sociedad, o los importantísimos episodios
históricos de nivel nacional en los cuales hemos sido protagonistas, toda esta
reunión de elementos nos ayuda como herramienta para tratar de entender lo que
nos sucede, pero de todos estos elementos, el que más influencia tiene es el
pensamiento mágico, arraigado en ese sustrato mítico tan importante para
nosotros, precisamente porque tal vez acá, en Santander, sea nuestro único
referente fundacional. He oído historias, preferentemente contadas en primera
persona, con seguridad para aprovechar el impacto de su carga vivencial. He
sido testigo de varios de sus pasajes en apartados pliegues de nuestra
cordillera, testigo del trance de locura de los narradores de fogón, de tienda
de vereda, o de bar, o por abuelas cuyo gesto adusto contrastaba durante la
narración con su mirada picaresca; y después de reunir algunos libros de los
escasos compiladores de leyenda, y de registrar sin urgencia en mi cuaderno una
colección de estos relatos oídos en distanciadas fechas y lugares, fui testigo
de la invocación involuntaria de extraños personajes, cuando se trabajaba este
material, que no pocas veces me hizo dudar de mi lucidez. Estas historias
reúnen una granizada de personajes singulares, espantos y apariciones,
fantasmas y espíritus, híbridos, antropomorfos, zoomorfos, de un perfil y una
autonomía tan caprichosos, que parecen gravitar como pequeñas estrellas
independientes y solitarias, cada una de ellas todavía ejerciendo el terror de
la imaginación en los recodos de su camino, y ahora, en algunas calles de esta
ciudad.
LA ESKINA
proyecto cultural y educativo.
Dirección: Claudio Anaya Lizarazo.
Diseño: Gloria Inés Ramírez Montañez
Bucaramanga, Colombia.
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