COLUMNA DE HUESOS (4)
Dios es justo
Bogotá, viernes 18 marzo 2022
(Por JE-Cordero-Vi)
El panorama del “ciudadano común” se está oscureciendo. Es más difícil
para los que están por debajo de esa categoría, “los nadies” que viven fuera de
las mínimas garantías sociales de megalópolis como Bogotá, Sao Paulo o Buenos
Aires. La nube oscura se aproxima empujada por vientos adversos de varios
tipos. Uno de ellos es la confrontación bélica. El avance de “la pandilla más
fuerte del barrio” sobre la casa de los vecinos Rusia y Ucrania, ha suscitado
la reacción de estos, trayendo recuerdos vivos de millones de humanos
semienterrados entre cadáveres de árboles cubiertos con polvo de ladrillo.
(Madre Tierra:
¿Eso qué es?) Sí, madre, son mentiras nuestros lamentos sobre el más notable de
los holocaustos, que no hemos podido olvidar a pesar de Yugoslavia, Irak,
Afganistán, Libia, Siria, Palestina, Yemen, Somalia, los incontables genocidios
y terricidios de África, de Asia...
De las hostilidades militares surge el viento del desabastecimiento.
Rusia y Ucrania tienen peso más que notorio en el suministro mundial de
energía, alimentos e insumos agrícolas. Ahora la pandilla se dispone a
monopolizar ese mercado pero no podrá hacerlo con eficiencia en el mediano
plazo. La carestía y hambre “comunes” serán tratadas con gobernantes
represivos, sumisos, garantes de que “progrese el capitalismo”. Al decir esta
última frase la persona lectora no debe entender que abogo por otro modelo
rival. No puedo. En el mundo no existe otro modelo económico en ejercicio. Los
que han existido son historia, están en las bibliotecas empolvadas de la utopía
y los utópicos fueron ejecutados.
A la puerta de “los nadies” a continuación golpea la amenaza. ¿Quién
llama? Soy el aparato judicial, vengo a leerles su derecho a permanecer
callados y a advertirles que su protesta ha sido calificada como terrorismo.
Tenemos orden de aprehensión, sus condenas han sido ratificadas por el Tribunal
Supremo y son de cien años de prisión. El tribunal ha sido generoso: no hay mal
que dure cien años ni cuerpos que lo resistan.
Al haberse suprimido el tímido intento democrático del siglo XX sobre
derechos y garantías sociales, la justicia se erigió como guardiana del “no
derecho”. Es apenas lógico cuando las pandillas necesitan actuar por fuera de
él. Por eso convirtieron a los organismos de justicia internacional (Corte de
La Haya, Corte Penal Internacional, entre otros) en lectores de libretos. La
presencia de pandillas globales ha erradicado globalmente la democracia. Y las
pandillas son las creadoras del “credo de la globalización”, cuyo primer
mandamiento reza: amarás a la democracia por encima de todas las cosas. Para
preservarla Estados Unidos y sus socios defienden la tortura como “método
especial de interrogatorio”. Similar estatus recibe el uso de armas químicas y
biológicas, al que consideran parte imprescindible del equipaje de campaña.
Después del viento de guerra, de la matanza, del desabastecimiento, de
la criminalización, del viento que trae olor a cadáver democrático, irrumpe en
la estancia del “ciudadano común” un viento desmelenado de pavoroso rugido.
(Madre Tierra:
¡ese es mi hijo!) Oh, madre, ¿con quién lo engendraste? Mira que él nos pone
los pelos de punta. (Madre Tierra: lo engendré contigo, humano, ¿recuerdas?)
El viento desmelenado se impulsa con las ondas de calor que refleja la
superficie seca y deforestada del planeta. También arrastra las corrientes de
un océano global cada vez más caliente. Esto es suficiente para que a la puerta
común golpee de nuevo la escasez de cosechas causada por alteraciones del ciclo
estacional, por sequías o inundaciones. El verano ya no trae una noche de
ensueño. La lluvia ya no es el semen del padre Sol.
Madre, no
recuerdo cuándo ocurrió tal incesto. No recuerdo haber engendrado contigo este
hijo que parece dispuesto a darnos muerte. (Madre Tierra: recuérdalo, hijo. He
sido tu víctima.)
El llanto de la madre Tierra comprime el corazón de “los nadies”. Pero
su vergonzosa acusación cae como latigazo injusto. “Los nadies” no tienen
conciencia de haber sacado provecho de ese acto incestuoso. Quizás en su indigencia
recibieron limosnas, pequeños salarios, alguno que otro paseo de humo
petrolero, alguna que otra calle libre de barro... pero no fue más que un paño
secando el sudor de sus bregas llamadas “bienestar”.
“Los nadies” tienen hermanos que acapararon todo el beneficio obtenido
por violar a la madre Tierra. Removieron su piel buscando tesoros, llenaron de
gases venenosos sus pulmones, rasuraron su pelaje vegetal vendiendo madera,
perforaron sus órganos y fracturaron sus huesos para extraer energía, secaron
sus venas con el mismo propósito. Y no satisfechos, arrojaron plástico en la
boca de los peces para luego darlos como alimento a “los nadies”.
Madre, no he
sido yo el autor principal. Ha sido mi hermano. Reconozco que he recibido sus
limosnas y que formo parte de su economía, pero no organicé ni dirigí esta
cadena de oprobios en contra tuya. (Madre Tierra: comprendo, hijo, aunque para
mí el resultado es igual).
Ante las puertas de “los nadies” llega un silencio que infunde miedo.
¿Será el que sigue a la muerte? ¿Están muertos ya? No. Aún rezan, oran. Es lo
único que saben hacer, cada cual en su covacha. De pronto llega un mensajero de
su hermano, el exitoso, el pandillero mayor. “Los nadies” piden que les lea
porque ya no tienen esperanza de entender. Dice así: “hermanos compatriotas,
estamos en esta cruzada todos juntos y mi triunfo será el de ustedes. En vista
del avance maligno he decidido utilizar armas nucleares contra él. Les pido que
hagan un último sacrificio. Una mejor vida vendrá”. A “los nadies” este mensaje
los llena de contento: por fin un alivio en su larga vida de privaciones. Eso
demuestra que a la larga Dios existe y es justo.