LA ESKINA global , periodico cultural

miércoles, 18 de septiembre de 2024

LA ESKINA global N° 142

 LA ESKINA global ISSN 1900 – 4168

No.142 agosto de 2024, laeskinavirtual@gmail.com; http//bloglaeskinavirtual.blogspot.com; WWW.ELLIBROTOTAL.COM; Bucaramanga; LA ESKINA:: Gloria Inés Ramírez M. (diagramación y diseño); Claudio Anaya Lizarazo (edición y dirección).

©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.

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Desde mi vieja Remington, No.24

comentario a la novela Los infiernos del jerarca Brown, del escritor santandereano Pedro Gómez Valderrama; Primera Edición: Fundación Simón y Lola Guberek, 1984; Cuarta Edición: Pijao Editores-Caza de Libros, 2008. Vol.211; Colección 50 novelas colombianas y una pintada)

Los tres infiernos del jerarca

Por Claudio Anaya Lizarazo

El primer infierno fue la segregación i la miseria que Brown, de niño, i su familia, sufrieron en Chicago, su ciudad natal en Estados unidos, hacia finales del Siglo XIX, i que siendo él un púber, propiciaron su fuga del país, escondido en las bodegas de un barco. El segundo infierno lo vivió en las entrañas del barco en el que trabajó durante varios años como palero, alimentando esas calderas, en condiciones de semiprisionero o esclavo. El tercer infierno se presentó en la mortal i aberrante situación en que se encontraban los recolectores del caucho, debido a la explotación ejecutada en las selvas del Amazonas, por la Casa Arana i sus socios ingleses, empresa de la cual, él, Brown, participó en calidad de funcionario, como uno de los numerosos hombres de confianza que se necesitaba para mantener ese craso imperio; tragedia que no obstante parecer ajena, una vez desmontada la máquina del crimen i anestesiada parcialmente la memoria colectiva por el paso del tiempo, termina por alcanzarlo. I es lo que nos hace posible hablar de un cuarto infierno, el infierno de escapar de un recuerdo de muerte, originado en una alucinante realidad de pesadilla, en la cual tomó parte en el ejercicio de la crueldad aplicada a seres humanos indefensos e ingenuos, cuyos fantasmas, (no lo dice Brown, pero se puede inferir de la naturaleza humana), lo persiguen; de lo cual quiere liberarse, quizá de manera instintiva, expulsando lo que lo acosa desde adentro, quiere huir, además, del infierno de querer contar su vida convirtiéndose en relato, de querer dejar su testimonio i todo lo que vio i vivió, i no poder hacerlo, quizá por no saber hacerlo, por contar sólo con la palabra hablada que es movible i mutante i que muy posiblemente despertaba su desconfianza, i tener que buscar a un escritor para contarle su vida i dejarla en sus manos a merced de sus relativos i desconocidos: criterio, interés i tiempo; aunque Pedro Gómez Valderrama nos deja un retrato del desprendido carácter de Brown i del fugaz paso de un día por su estudio, queda la posibilidad de la esperanza humana en Brown, la de ver la obra de su vida realizada por un escritor, la de saber si su relato interesa a alguien, quizá, la de algún día ver ese libro en sus manos, i sentir en ese momento, como si su viejo cuerpo estuviera hecho de letras; de ahí para allá, la incertidumbre, el infierno de la incertidumbre… esperando quizá, poder leer ese libro, esa historia, como si se tratara de la vida de otra persona…

Aunque la historia es ciencia i disciplina de debate, por cuanto está constituida por varias escuelas o tendencias, cada una de éstas, con sus firmes postulados i concepciones que van desde la historia cronológica a la historia interpretativa que se apoya en disciplinas como la sociología, la filosofía, entre otras, se debe tener en cuenta hasta dónde estas prácticas académicas i disciplinarias, en la narración e interpretación de los hechos históricos, imponen o no imponen una ideología, que puede alterar la esencia de los hechos fácticos. Luego, la historia como algunas ciencias, puede comportar una amplia zona ambigua, susceptible de ser revisada i comprobada. Debe tenerse en cuenta también, los cambiantes criterios de las sociedades, con la marcha de los tiempos. No quiero dejar la idea de que todo este terreno, movible i posiblemente ambivalente, nos interna en la inconsistencia, pues el testimonio i la voluntad de decir, de contar, de narrar las experiencias humanas, tiene la poderosa coherencia de la mirada, i la mirada es la conciencia.
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 El testimonio que rinde una persona mayor, la historia de su vida, es el relato del recuerdo de sus vivencias, el ejercicio de reconstruir los hechos i situaciones que constituyeron su vida, i para contar debe de antemano llenar los vacíos o saltar los periodos de los cuales no guarda memoria, o hacer empalmes i fusiones de situaciones que en realidad no fueron continuas; en este ejercicio de recordar, viene en su auxilio el sueño que es nuestra otra vida o nuestra otra memoria; no el sueño del dormir sino los sueños i los ideales que nos orientaron i guiaron, i que influyeron directamente en nuestra realidad al momento de suceder i que de alguna manera i en cierto índice, marcaron o modificaron nuestra percepción de la realidad, para al final ofrecer un relato, un testimonio que se basa en lo real vivido, pero es ficción en la medida en que el recuerdo se funde con lo soñado, i termina formando parte fundamental de él, ya que una vida se narra a través del recuerdo que tenemos de ella, i en el relato del recuerdo se mezclan los hechos, la memoria de esos hechos alterada por los ideales simbólicos i los mitos ocultos en los sustratos de nuestra subjetividad, i muchas otras influencias que nos llevan a acercarnos a lo que es considerado literatura, el desarrollo de la historia personal i la historia colectiva, en fin, el desarrollo de la historia, que según el maestro Pedro Gómez Valderrama, es ejercer el oficio de la historia para crear realidades posibles o para reconstruir ruinas históricas.

Así, vemos que la literatura es ficción, pero no una ficción como un objeto más agregado al mundo, sino ficción que representa la vida i nos ayuda a entenderla. Por eso, en Los infiernos del jerarca Brown, el relato que Brown hace al escritor para que escriba i cuente su vida, no hubiera pasado de ser un relato más sobre la inhumana explotación cauchera en la triste época del imperio comercial de la sociedad entre la Casa Arana i sus socios ingleses, (desafortunado episodio histórico magistralmente narrado por José Eustasio Rivera en una de las obras cumbre de la literatura hispanoamericana, titulada La vorágine), si no fuera porque a este relato del Jerarca Brown, que como muchos otros relatos de quienes vivieron el infierno i que se agotan en lo genérico, Pedro Gómez Valderrama no lo hubiera intercalado con fragmentos históricos de documentos oficiales i de medios públicos como reportajes de la prensa de la época (primeros años del Siglo XX), consolidando así una estructura entre la ficción, el testimonio i la historia, entre los datos del recuerdo i los datos de la investigación, aportando con esto al relato la certeza de una situación social i política de horror que nos transporta a un ámbito alucinatorio, pues las notas de prensa i de documentos oficiales, i los archivos de primeras fuentes, obran como anclajes que sustentan i avalan el singular testimonio de Brown; i ante nuestra sorpresa se alza la visión de uno de los incontables infiernos por los que ha tenido que transitar la humanidad en favor de la “civilización material”; es cuando recordamos las desesperanzadas palabras que dan inicio a la segunda parte de La Vorágine, en las cuales se contrasta la ingenua crueldad de la naturaleza ante la infinita maldad del hombre, cuando ante ese inabarcable teatro de la infinitud verde, inicia a decirnos: “¡Oh selva! Esposa del silencio, madre de la soledad, ¿qué hado maligno nos dejó prisioneros en tu cárcel verde?”...

Pedro Gómez Valderrama nació el 13 de febrero de 1923 en Bucaramanga, Colombia, y falleció en Bogotá el 7 de mayo de 1995.

Estudió Derecho y Ciencias políticas en Bogotá, Londres y París. Se destacó como gestor cultural en la cofundación y codirección de la Revista MITO, en 1955, una de las más importantes revistas literarias de Latinoamérica, en la cual se recogieron y difundieron las principales publicaciones de los más importantes escritores colombianos de la época, y de otros países y sociedades.

Escribió libros de cuento, novela y ensayo, entre los cuales se destacan: Muestras del diablo, en 1958; El retablo de Maese Pedro, en 1967; La procesión de los ardientes, en 1973; Invenciones y artificios, en 1975; La otra raya del tigre, en 1977; Los infiernos del jerarca Brown y otros textos, en 1984; y, La nave de los locos, en 1984.

Fue ministro de educación y gobierno, Consejero de Estado, así como embajador en la Unión Soviética y España, y miembro de la Academia  de historia de Colombia.

Es tal vez el más importante escritor santandereano, su obra es muestra de rigor intelectual e investigativo junto a sus ejercicios del recuerdo y la belleza, y en la cual resaltan la irreverencia, la ironía y la curiosidad sobre el pasado, que se expresan con claridad en sus textos.


martes, 10 de septiembre de 2024

LA ESKINA global N° 141

 

LA ESKINA global ISSN 1900 – 4168

No.141 julio de 2024, laeskinavirtual@gmail.com; http//bloglaeskinavirtual.blogspot.com; WWW.ELLIBROTOTAL.COM; Bucaramanga; LA ESKINA:: Gloria Inés Ramírez M. (diagramación y diseño); Claudio Anaya Lizarazo (edición y dirección).

©Reserva de derechos de autor. Las opiniones expresadas en los artículos de esta edición son responsabilidad de sus autores.

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El profesor Resabio

libro de cuentos

Ciento cuarenta y cuatro camisas

 En medio de la barahúnda típica de un domingo de mercado, terminada la misa de renovación, la gente como enjambre iba de un lado al otro, unos llevaban el sombrero en la mano, otras corregían sus pañolones, unas más con ligereza guardaban sus rebozos. Se dispersaban hacia las cacharrerías y las tiendas de abarrotes donde a regateo limpio compraban pan, panela y la carne de res para la semana… En medio de este ir y venir, los pregones del profesor Resabio buscaban auditorio.

Quita callos, quita sabañones, ojos de pescado, legañas, mezquinos.

Endurece la base del pelo, le da fuerza en el cacho,

Pa´l mal de ojo, pa´l mal de amores, pa´ la culebrilla,

pa´ la uña encarnada, le tengo la pomada: La Milagrosa…

Esta era la imparable retahíla que pregonaba el profesor Resabio en la esquina del Parque Central de Villa Esperanza. Dentro del enjambre de persona, que en tropelía hacían sus menesteres, sus quehaceres y las primeras diligencias de la mañana, estaba don Crisóstomo Suárez, un comerciante maduro, que atravesaba una crisis comercial. Él, desde el umbral de su solitario negocio, advertía esa forma particular como el chamán ofrecía y vendía sus chucherías.

No era la primera vez que Resabio asistía a este pueblo, pero sí era la primera vez que Suárez le brindaba atención. Habían transcurrido dos o tres meses después de la última visita. La gente lo conocía y su exquisita clientela lo esperaba para que les solucionara sus desasosiegos.

Don Crisóstomo, que había indagado sobre el chamán, interesado en un asunto concreto, lo contactó. Resabio, que no se había percatado del seguimiento que le hacía, jactancioso respondió que en todo le iba bien, admitió ser un reconocido campeón de ventas y que podía negociar hasta bobas embarazadas; sin embargo, agregó que cuando el pueblo estaba más cerca de la capital era más difícil la venta, que las autoridades obstruían su actividad, le exigían licencias, permisos y que finalmente lo expulsaban; por eso, tenía que irse algunas veces a ofrecer su elixir a otros pueblos y veredas más lejanos para lograr su cometido.

El señor Suárez, confiado, desde luego respetuoso de los augurios y los designios secretos del profesor Resabio, sin más preámbulo, e ignorando las conjeturas de su mujer, le entregó ciento cuarenta y cuatro camisas de colores carnavalescos, poco elegantes, mal combinadas y bien empacadas. El profesor se endilgó unos cuantos adjetivos más y le prometió que, después de un mes, regresaría con la plata de la venta y repartirían las ganancias. Pasados quince días, después del encargo y ante la no presencia de Resabio en la esquina del Parque Central el día de mercado, tomaban vuelo las afirmaciones de la mujer de Suárez, que tenían eco en los pesimistas del pueblo, que apostaban al no regreso del chamán; otros sin medir palabra decían que al pobre Crisóstomo lo habían estafado por confiado; pero, el apunte álgido corrió por parte de una supersticiosa mujer que a grito herido pregonaba que Crisóstomo en lugar de haber regalado esas camisas a los campesinos recolectores de café, se las había dejado robar por ese charlatán, y que seguro él las vendió en los carnavales. Por lo contrario, el señor Suárez no dudaba en el regreso victorioso victorioso del vendedor estrella, afirmó que nadie igualaba a Resabio en cuanto a la puntualidad.

El profesor Resabio en su correría, con mucho ahínco, ofrecía las prendas de vestir, dejó de manera marginal la promoción de sus menjurjes y sus preparados. Anduvo de pueblo en pueblo, de plaza en plaza, de esquina en esquina. Recorrió ágoras, galerías y cuanto recodo se atravesó en el camino. Tal como lo prometió, regresó antes de cumplirse las cuatro semanas, con la novedad de que traía de vuelta las mismas ciento cuarenta y cuatro camisas. Todas, toditas completas, pero ajadas.

El comerciante salió al encuentro del vendedor, que no traía cara alegre ni rebosaba de entusiasmo; pero con su presencia disipaba las conjeturas y las habladurías sobre la posible estafa. Ansioso, el señor Suárez desempacó la caja y contó. Se cruzaron miradas.

 ---¿No decía ser el mejor vendedor del mundo, ser el campeón de la venta? ¡No vendió ni una!

---¡El mejor vendedor del mundo fue el que se las vendió! ---respondió el profesor Resabio, taciturno y cansado.


Renzo Orlando Gutiérrez Rivera, nació en Bucaramanga en 1962

Ha publicado varios libros, entre ellos:

Apostolicales, Ocurrenzias, Cotidianidad hecha cuentos, La licenciada Ribeira,

El profesor Resabio.

Forma parte del libro colectivo: Cronistas de la tarde

Ganó el concurso de cuento Jorge Valderrama Restrepo, en el año 2020

Es colaborador de periódicos y revistas del país.


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(Desde mi vieja Remington, No. 23)

EL HUMOR, ESA OTRA TRADICIÓN LITERARIA

(El profesor Resabio; de Renzo Orlando Gutiérrez Rivera)


Por Claudio Anaya Lizarazo 

Renzo Orlando Gutiérrez Rivera es un buen narrador santandereano, con su libro de cuentos El profesor Resabio, se inscribe en una corriente literaria poco frecuente en nuestra historia: la literatura con humor. Aunque contamos a nivel nacional con una mínima tradición al respecto, proporcionalmente son escasos los autores que han incluido al humor como parte de sus propuestas, entre ellos podemos mencionar a Jaime Jaramillo Escobar; Jota Mario Arbeláez; David Sánchez Juliao; algunos pasajes de García Márquez; las crónicas de Luis Tejada Cano, de un humor fantástico y casi surreal; de Venezuela recuerdo un libro delicioso que pasó por mis manos hace muchos años i que se constituía por una selección de cuentos literarios escritos a partir de una compilación de chistes populares, i cuyo título es: La máquina de pelar cambour, pero el nombre de su autor, desafortunadamente se me escapa; cedo la voz al lector para que agregue algunos nombres.

     El humor, tan necesario para distensionar las relaciones sociales, ha trazado un amplio sendero en la cultura popular por medio de las innumerables letras de nuestras canciones típicas o autóctonas, en nuestras coplas que hacen gala de un vuelo pendular entre un finísimo sentido de la crítica filosófica i la crudeza más frontal de lo obvio i lo sorpresivo; o en el gran acervo de nuestro refranero; al humor lo encontramos también, en una de las dos ramas gruesas de la tradición oral: en los contadores de chistes en toda su gama de colores i en los de historias cómicas, sobreviviendo al lado de los narradores fantásticos o mágicos, pero en la literatura, proporcionalmente, han sido pocos sus cultores. Ello quizá se deba a la dificultad que entraña el poder trascender dentro de la historia o el ejercicio narrativo, la enorme singularidad que nos acecha detrás de cada chiste o situación cómica, i que dispara en nosotros el mecanismo de la risa como sistema de defensa i regocijo ante una situación que nos deja inermes para enfrentar el absurdo, lo ilógico o lo fantástico, un lenguaje tal, necesita tiempo de meditación, de decantación, necesita del ingenio que es caprichoso i esquivo, i sobre todo, necesita del ejercicio de la repetición, que va centrando el hecho i depura el lenguaje preciso para contarlo, i se podría agregar que necesita del relevo generacional que resemantisa i adapta a nuevas sensibilidades.

     Mi experiencia personal de oyente i de lector, me dice que el chiste o cuento de humor popular, participa de una técnica de construcción muy similar, o si no, muy cercana, a la clásica técnica del cuento literario, propuesta en promedio hace unos ciento setenta años por Edgar Allan Poe en su ensayo Eureka (muy promovida durante todo el Siglo XX, por entusiastas escritores i teóricos como Borges, Cortázar, Quiroga, Monterroso, entre tantos) estipulando las características de lo que sería el cuento moderno, la tipificación del género con respecto a otros géneros literarios, principalmente con respecto a la novela; en dicho ensayo, en términos generales, se dice que en el cuento toda la información o el discurso narrativo debe tender al tratamiento de un tema, por medio de una tensión, que lleve hacia un hecho final sorpresivo, (como vemos en los cuentos populares de humor mítico) en el cuento todo debe atender hacia al hecho, a un hecho tan sorpresivo e inesperado que nos golpee como un nocaut, lo cual nos habla de una estructura cerrada que exige grandes esfuerzos de síntesis a sus cultores, i que llevó a Héctor Rojas Herazo a decir en alguna entrevista que, “el cuento es a la literatura, lo que la ecuación es a las matemáticas: ¡un alarde!”; por comparación, en la novela priman las estructuras abiertas, generalmente se constituyen por una situación o problemática central a modo de cordillera medular a cuyo alrededor se van dando otras historias alternas que configuran serranías o estribaciones de esta gran cadena montañosa central, historias que se entretejen i se originan en las circunstancias, el carácter i el lenguaje con el cual el personaje o los personajes, el narrador o los narradores (que pueden no ser el autor) asumen su realidad.

     El humor es crítico i la risa es irreverente, el humor disecciona i la risa desacraliza, i los dos se convierten en un factor de liberación por medio de la crítica i la autocrítica que cumplen sus funciones catalizadoras dentro de las sociedades; una sociedad acrítica es una sociedad enferma, por lo menos parcialmente, pues esa incapacidad de mirarse para asumir sus errores, la convierte en una comunidad mórbida i retrógrada que gira sobre sus taras i vicios, al contrario, las sociedades críticas superan sus percances porque la crítica i la autocrítica son la capacidad o la facultad de poder mirarse a sí mismas, i esta autocrítica encarna ya un nivel elevado de civilización; cuando uno es autocrítico, ha dado un gran paso, el gran paso de no necesitar de la crítica de los demás, lo  que nos lleva a la capacidad i la actitud de poder reírnos de nosotros mismos.

     Hoy en día corren tiempos difíciles para el humor i para  la literatura de humor. El ascenso social de ciertas comunidades con sus nuevas ideologías importadas, ha hecho carrera al llevar a los estrados judiciales i hacer condenar a algunas personas que trabajaban con el humor refiriéndose a tipos genéricos dentro de nuestras sociedades, han entablado la cultura de la cancelación para censurar i reescribir obras en las cuales dicen encontrar segregación hacia ciertas comunidades, i pretenden imponer lo que han llamado “lenguaje inclusivo”, generando así el gran caos i el desencuentro que necesitan los poderosos grupos financieros que hasta ahora han diseñado la geopolítica, coartando de esta manera la libre expresión i de hecho, la libre creación del arte, entre ello, la literatura.

En El profesor Resabio, Renzo Orlando Gutiérrez Rivera, por medio de la figura del culebrero, del adivino, del mago, del “doctor en ciencias naturales”, del vendedor de específicos i ungüentos, desde el ángulo del humor i con un lenguaje pletórico en términos de un exotismo “localista-americanista”, rescata una buena franja de la cultura popular, la cultura del transfondo supersticioso i mágico de nuestros pueblos, esa densa nata de mitos i leyendas, de marcado perfil mágico i fantástico con el cual nuestros ancestros trataban de explicarse el mundo, idiosincrasias con su apunte crítico i revelador, emparentadas con la tragedia i la comedia, ayuntadas en el humor negro, visión en la cual persiste ese abigarrado mundo natural, mítico, mágico, fantástico, antropomorfo, zoomorfo i animista, como se da en el sueño de las subespecies humanas i su mundo millonario en años. Explora a través de doce relatos, porque el prólogo es una antesala perfecta, la muestra de esa otra génesis de este manojo de cuentos en los cuales se rescata el delicioso arte de la lúdica narradora i lectora. Pienso que en estos tiempos de gigantescas muchedumbres automatizadas, la literatura de magia y humor se puede convertir en uno de los focos captadores de la atención de grandes públicos, debido a que tiene la facultad de mostrarnos el lado amable de la vida, de darnos la capacidad de reírnos de nosotros mismos, de los demás, i de los poderosos, de mover al interior de nosotros esos primigenios instintos del regodeo de la especie, sólo por el prurito de festejar el hecho de estar vivos i contemplar el maravilloso fenómeno de la vida.

LA ESKINA global proyecto cultural y educativo.

Edición y dirección: Claudio Anaya Lizarazo.
Diseño y diagramación: Gloria Inés Ramírez Montañez
Bucaramanga, Colombia.
LA ESKINA global es un proyecto cultural de distribución gratuita.