WILSON BEJARANO
HERNÁNDEZ
Y EL
MUSEO DE LA PAZ
CUANDO VIDA Y OBRA, SE
TRENSAN
Wilson Bejarano Hernández, pintor y escritor, es el padre y el principal
gestor del proyecto Museo de la Paz. Wilson nació en la ciudad de Bogotá en
1963, en el nombrado Barrio La Candelaria, uno de los entornos culturales más
importantes en la historia de nuestro país, y cuyas raíces han sentado un
precedente en casi todas las manifestaciones artísticas de Colombia.
Inició sus estudios artísticos en la ciudad de Bucaramanga y desde muy
joven se vinculó al sector cultural de la ciudad con su participación como
integrante de múltiples cursos de formación artística y artes plásticas,
diplomados en literatura, talleres de creación y gestión cultural, impartidos
por diferentes instituciones y entidades culturales y artísticas de la región,
tanto oficiales como privadas; actualmente es Profesional en Trabajo Social,
título concedido por la universidad: Logos International University, con sede
en Miami Florida USA, por medio de su Grado Honoris Causa como Maestro en
Bellas Artes con énfasis en Trabajo Social.
Entre su nutrida lista de actividades sociales y culturales, cabe
destacar que fue miembro fundador y socio de la Asociación de Poetas en
Santander Palabra en el tiempo, creada en 1988 por los integrantes del Área de
literatura de la Ciudad de Bucaramanga, con el liderazgo del escritor Hugo
Caicedo Borrero; esta asociación desarrolló importantes actividades para la
ciudad de Bucaramanga.
Fue cofundador y socio de la Corporación Casa de los Poetas, esta
corporación fue creada a mediados de la década de los noventa, y estuvo conformada por escritores y poetas
de la ciudad. Igualmente fue miembro del comité organizador de las Ferias del
Libro de Bucaramanga en sus versiones de 1998, 1999, 2000, 2002 y 2003.
Actualmente es miembro fundador y Director General de Fundación Museo de la Paz
2012 – 2021, y Coordinador de la DICA: Dirección Internacional de Cultura
Artística del Museo de la Paz y Logos International University 2020
Presentación del MUSEO DE
LA PAZ
Dentro de una mirada propositiva de la museografía contemporánea, este
proyecto de Museo de la Paz
presenta un museo de la paz, vivo, al servicio de todos, para lo cual
tiende puentes entre el pasado, el presente y el futuro, en torno a la paz y su
construcción. A su vez, busca que la paz sea reconocida como patrimonio
cultural e inmaterial de Colombia y de la humanidad; por lo anterior, el museo
busca facilitar la investigación, la educación, la construcción, el
reconocimiento y la conservación de la paz.
Cuenta con una plataforma de exposición temporal e itinerante, propia o
compartida, de diversas expresiones artísticas y culturales en el campo de la
paz, cuyas muestras y exposiciones se convierten en herramientas para la
participación en el proceso de construcción de la paz de Colombia, con la
convicción de que la configuración del espacio público del museo, conducirá a
la sensibilización en la percepción y el sentimiento de la paz.
Proyecto ENCAPSULARTE
El Proyecto Encapsularte
nació en el año 2020 a raíz de la pandemia, según nos cuenta Wilson Bejarano,
le propuso al artista plástico Hugo Díaz que hicieran una cápsula del tiempo, y
este proyecto se desarrolló a 4 manos, convocando en el mes de junio, a los
artistas y al público en general, y en agosto se hizo la “Primera fase exposición
ENCAPSULARTE”, en la página virtual: Virtualartgallery, y luego se hizo
la “Segunda fase exposición ENCAPSULARTE”, en el mes de noviembre; luego vinieron:
la “Exposición física” y la “Exposición virtual”, que están actualmente en la Casa
de la Cultura Custodio García Rovira y en LA CASA DEL LIBRO TOTAL; el
proyecto Encapsularte, lo que pretende
es dar relevancia e importancia al hecho histórico de que el encierro de los
artistas, este encierro de la sociedad, este encierro de toda la humanidad por
una pandemia que nos ha perjudicado enormemente, ha beneficiado, sin embargo,
el trabajo artístico en cuanto a la parte creativa de cada artista.
***
El Museo de la Paz, invitó a los artistas plásticos a participar en la
convocatoria ENCAPSULARTE, en pequeño formato. QUINCE X DIEZ Y NUEVE cms., 58
Artistas nacionales e internacionales, representando a países como: Brasil,
Portugal, España, México, Argentina, Chile y Colombia; en técnicas como:
dibujo, grabado, pintura, fotografía, acuarela y pluma (contando con la
participación especial de escritores, poetas y dramaturgos, en el mismo formato
con más de 100 obras.
Los artistas enviaron la obra a los correos del Museo de la Paz, a
participar en la exposición y catálogo virtuales. En la Casa de la Cultura
Custodio García Rovira, y en La Casa del Libro Total.
Se dio inicio el 6 de junio a la convocatoria ENCAPSULARTE, en pequeño
formato, cuya inauguración se hizo entre noviembre y diciembre 2020. El montaje
de las obras estuvo a cargo del Artista y curador del Museo de la Paz, Hugo
Diaz Gutiérrez.
La capsula del tiempo será enterrada en la Casa del
Libro Total en un acto ceremonial y La devolución de las obras participantes se
hará dentro de diez años, en el año 2030, al artista o la persona heredera,
cuando se desentierre y se abra la cápsula, evento que estará a cargo del Museo
de la Paz, la CASA DEL LIBRO TOTAL, y las respectivas
autoridades civiles y eclesiásticas, además de importantes representantes del
sector cultural.
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Humo de
la voz
SOBRE AVES I
CONDENAS
Por Claudio Anaya Lizarazo
Somos dos prisioneros. Habitamos la misma celda, es una celda grande, la
última sección de una antigua casa, convertida en prisión. Cuando me trajeron
detenido i me arrojaron en mitad del patio, con el fuerte golpe contra el piso
i el sonido del portón al cerrarse a mi espalda, me invadió la sensación de ser
el único habitante en este dilatado espacio, i pasé largas horas observando el
sitio i pensando en
los motivos de mi culpa, largas horas hasta cuando un aleteo me
distrajo. Era un ave de tamaño mediano que llegaba a
posarse sobre el borde del alto muro. Miraba hacia adentro con esos
rápidos movimientos de ave. Después se internó en la prisión para nunca más
salir, habitando desde entonces, en las altas i vetustas vigas.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pues la prisión hace que uno pierda esta
i otras nociones. Pero se gana la idea de que la prisión es una antesala del
infierno. Su rutina de crueldad llega desdibujada en el rostro de los
carceleros, no obstante, sus facciones desvaídas ilustran o sugieren con
profusión, la inconmensurable indiferencia i ceguera de las leyes i justicias
del mundo. Soy consciente de mi culpa, pero no la confieso por vergüenza, o
porque tal vez sea el impulso que necesito, al igual que todas las personas,
para autoflagelarnos; nuestra especie siempre ha encontrado un singular placer
en ello, quizá sea una forma de defensa al adelantarnos al castigo de la
sociedad; aunque debo agregar que no me arrepiento de mi delito. Hay una vaga
memoria de estas cosas en mi interior, como un pasado que aflorara en ondas
epidérmicas cuyo vértice fuera mi plexo. Mi intuición, guiada por el olfato
cuando veo a esta ave que me acompaña día i noche con impostada inocencia, hace
que me pregunte: ¿Cuál será su delito, espiado voluntariamente?
Acá, la noción del tiempo se reduce a la luz del día i la oscuridad de
la noche. Rasgos que sólo puedo
distinguir mirando ese retazo de cielo que ha terminado por hacerme sentir
confinado en un profundo foso. Las fechas se olvidan, los días y las noches
pasan sobre mí, sin dejar más que las muecas del hastío o los bordes de la
desesperación. Sólo el ave está presente con su infinita paciencia, con esa
inmovilidad i el blanco plumaje que a veces parece desmaterializarla; pero
torna a la realidad con un leve movimiento de cabeza, o su fulminante parpadeo
que hace pensar en inconmensurables distancias, en el mundo visto desde las
alturas, en los incógnitos signos que destellan e iluminan por instantes su
precario presente, habitado por pequeños roedores que se ocultan bajo la hierba
seca por la canícula. Hay momentos cuando siento patente mi condición de reptil
o de roedor. La vida de un hombre o de un pueblo no significa nada para los
fastos del poder, una historia harto milenaria, escrita a golpes de mano. La
vergüenza sentida no es por mi delito, sino por perpetuar el sentido de
incapacidad en los hombres.
El ave continúa en los nichos de la alta estructura. Desde allá, al
sesgo, me mira con su ojo desapasionado i paciente, indiferente al paso del
tiempo i a sus hábitos de especie. De un ave no debiera verse sólo su forma, su
color o su tamaño; al momento de mirarla también debería tenerse en cuenta su
manera de volar, de emigrar, de posarse sobre un tronco o sobre un muro. Pueden
suceder muchas cosas que varíen o modifiquen su aspecto, hasta la simple
despreocupación de los hombres sobre ellas puede presentar información o
percepciones equivocadas. No sé si fue por mi falta de atención, o si ajenos
designios influyeron en su apariencia, pero por su manera de llegar debí
suponerlo. Anoche lo comprendí todo cuando sorprendí al ave arreglando su
plumaje con el pico. Tal vez sentía que yo dormía, pero la espiaba bajo la
manta. Sus movimientos i su actitud no correspondían a los de una paloma. Sé
que habrá de seguirme, cuando me saquen de este sitio para encadenarme a la
roca.
Dentro de una mirada propositiva de la museografía contemporánea, este
proyecto de Museo de la Paz
presenta un museo de la paz, vivo, al servicio de todos, para lo cual
tiende puentes entre el pasado, el presente y el futuro, en torno a la paz y su
construcción. A su vez, busca que la paz sea reconocida como patrimonio
cultural e inmaterial de Colombia y de la humanidad; por lo anterior, el museo
busca facilitar la investigación, la educación, la construcción, el
reconocimiento y la conservación de la paz.
Se dio inicio el 6 de junio a la convocatoria ENCAPSULARTE, en pequeño
formato, cuya inauguración se hizo entre noviembre y diciembre 2020. El montaje
de las obras estuvo a cargo del Artista y curador del Museo de la Paz, Hugo
Diaz Gutiérrez. 
